Cineasta. Ha inaugurado el Festival de Venecia con la película 'Madres paralelas'

Pedro Almodóvar: "No entiendo por qué la tortilla de patatas no está al mismo nivel que la hamburguesa y la pizza"

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Pedro Almodóvar en Venecia.

VeneciaEl día después de inaugurar la Muestra de Venecia con Madres paralelas, Pedro Almodóvar (Calzada de Calatrava, 1949) explica al ARA detalles sobre el vertiente humanista y el tono sobrio de este melodrama en el que aborda el drama de los familiares de las víctimas desaparecidas durante la Guerra Civil.

Llama la atención que en Madres paralelas no haya personajes maquiavélicos. Se percibe su interés por comprenderlos a todos.

— Creo que es el resultado natural de haber cumplido 70 años y de haber dirigido ya 22 películas y media. Desde Julieta [2016], noto que estoy explicando otro tipo de historias, más contenidas en el tono y más centradas en el dolor interior de los personajes. En este sentido, no me imagino un sufrimiento más interior que el de Janis en Madres paralelas (el personaje de Penélope Cruz), que vive con angustia el encargo que le ha hecho la abuela de encontrar al bisabuelo, asesinado durante la Guerra Civil. Además, la lucha del personaje para conquistar una cierta verdad colectiva, vinculada a la memoria histórica, entra en conflicto con la ausencia de verdad que germina en su vida cuando nace su hija y empieza a tener dudas sobre la identidad del bebé. Con dramas tan interiores no necesitaba malos.

¿Es la interiorización del drama lo que lo ha llevado a hacer una película sobria?

— Algunos elementos de Madres paralelas, como la coloración de los escenarios y el vestuario, no son diferentes de los de otras películas mías. La diferencia son el relato y la dirección de los actores. Hay ciertas escenas con Penélope Cruz, Milena Smit y Aitana Sánchez Gijón que podrían ser muy lacrimógenas, pero me he esforzado para drenar el dramatismo de las actuaciones. Quería que ellas fueran secas, y a la vez muy directas. Justo es decir que, para las actrices, es muy duro tener que sumergirse en el dolor de estos personajes durante meses. Hacia el final del rodaje, le dije a Penélope que no sufriera tanto, pero ella me recordó mi manera de sufrir en los rodajes, como un energúmeno, a veces ofuscándome por culpa de detalles nimios. Pienso que es una cuestión neurótica que, por suerte, he conseguido reducir en los rodajes de Dolor y gloria y Madres paralelas.

El drama de Madres paralelas está en los personajes, pero también en la inoperancia del estado español a la hora de abordar la cuestión de la memoria histórica. ¿Es su película más política?

— Considero que todo el cine es político. Mis primeras películas eran obras pop, pero estaban protagonizadas por mujeres con una enorme autonomía moral, tanto si eran monjas como chicas modernas o abogadas. En el retrato de estas mujeres había un fuerte componente político. Más adelante, en Carne trémula [1997], cuando tuve la idea de que el personaje de Liberto Rabal naciese en una fecha aciaga, decidí que fuera la noche de 1970 en la que Fraga Iribarne leyó, en Radio Nacional de España, las condiciones del último estado de excepción de la era franquista. Ahora, con Madres paralelas, quería explorar la deuda moral descomunal que la sociedad española tiene con los familiares de las víctimas de la Guerra Civil que siguen enterradas en fosas comunes. Hacía tiempo que quería hacerlo, pero no había encontrado la manera de incluirlo en una de mis historias.

¿Y qué era diferente esta vez?

— Cuando me puse a escribir Madres paralelas, y mientras la rodábamos, la cuestión de la memoria histórica no estaba saliendo en los medios. Parecía un tema amortizado políticamente. Pero la realidad es que hay miles y miles de familias que siguen buscando a sus desaparecidos. Ahora es la generación de los bisnietos la que está liderando la búsqueda. Afortunadamente, hace un mes se aprobó la ley de memoria democrática, que pienso que acabará con esta situación porque por fin es la administración la que asume el coste económico de las exhumaciones. En este sentido, la diferencia con la tímida ley de memoria histórica que aprobó Zapatero en 2007 es abismal.

Para acabar, me gustaría decirle cómo he disfrutado con las escenas de cocina de Madres paralelas, especialmente con la de la tortilla de patatas. Quizás esta es su película con más gente cocinando desde Qué he hecho yo para merecer esto (1984).

— ¡Es que estoy intentando promocionar la cocina española a nivel internacional! [ríe]. De verdad que no entiendo por qué la tortilla de patatas no está al mismo nivel que la hamburguesa y la pizza. Yo intento poner mi granito de arena. De hecho, desde el éxito de Mujeres al borde de un ataque de nervios [1988], puedes pedir gazpacho en la mayoría de restaurantes de los Estados Unidos.

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