'Nuevo orden': de la revolución social al estado policial y fascista

En la premiada distopía del mexicano Michel Franco, las revueltas sociales son el alimento de la ultraderecha

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Escena del film 'Nuevo orden', de Michel Franco

BarcelonaEl director mexicano Michel Franco (Ciudad de México, 1979) no se esconde: pertenece a las élites privilegiadas de uno de los países con más desigualdades y corrupción del mundo, y desde pequeño sintió decir que “las cosas son así” y que no se podía hacer nada para cambiarlas. Franco no piensa así, pero tampoco cree que la solución sea una revolución violenta de los desposeídos. “Estoy a favor de las revoluciones pero también desconfío, seguramente porque la mexicana fue un fracaso total que benefició sobre todo a los líderes de la revolución –explica–. Pero el problema no es la parte violenta de las revoluciones, sino la falta de ideología de revueltas como la de los chalecos amarillos, donde había gente de derecha, de centro y de izquierda que salían a la calle a proclamar su rabia y a romperlo todo. Y esto puede ser utilizado por la extrema derecha y los militares para justificar su violencia”.

Tràiler de 'Nuevo orden'

La destilación de estas ideas da forma a Nuevo orden, la película con la que el mexicano ganó el premio especial del jurado de la última Muestra de Venecia y que este viernes llega a la cartelera. Es el trabajo más ambicioso del director de Chronic, Después de Lucía y Las hijas de Abril, con más de tres mil extras y escenas filmadas en lugares icónicos de Ciudad de México convertidos casi en territorio de guerra. Ambientada en un futuro próximo y desvinculada de la actualidad, la historia arranca en un chalé de lujo donde se reúne la alta sociedad mexicana para celebrar un casamiento que se verá perturbado hasta límites extremos por una revuelta social. Pero antes Franco se recrea en el retrato quirúrgico de unas élites económicas y políticas para quienes el egoísmo es una segunda piel. “También el machismo –subraya el director–. Formo parte de esta clase y la conozco muy bien. Tienen una falta de empatía que acabará destruyéndolo todo si antes no provocamos cambios, pero de manera civilizada, no como se muestra a la película”.

¿Un espejo que no gusta?

En la revolución de Nuevo orden no hay, efectivamente, nada de civilizado, sino estallidos de violencia que se mezclan con agresiones interesadas de otro orden. Franco, de hecho, recibió muchas críticas en México por haber identificado a las élites blancas con las víctimas y a las clases bajas indígenas con los agresores. “La película es un espejo y a veces a la gente no le gusta mirarse –dice Franco–. Muchos la criticaron solo a partir del tráiler y me parece que proyectaron su enojo y su miedo sin entender de qué hablaba Nuevo orden, que es una película que critica el racismo y el clasismo, no una película racista ni clasista. Pero el país está tan polarizado que todo se confunde. Y, aun así, medio millón de personas la vieron en el cine y fue número 1 de taquilla”.

El cineasta Michel Franco en Barcelona

La conversación de Franco con el ARA tiene lugar en Barcelona el día siguiente de los disturbios en protesta por la condena a Pablo Hasél, unos hechos que no resultan nada ajenos al contexto internacional que inspira Nuevo orden. “También en París, mientras hacía la postproducción, había manifestaciones cada día y cada una tiene sus causas –señala–. Por eso hice un esfuerzo en la película para no poner nombre y apellidos a la causa de los manifestantes, porque así se pueda proyectar la gente de cualquier lugar. Si no lo hiciera, parecería que tomo partido por una ideología y la película no va de esto, va de lo que viene después”.

Violencia polémica

Y este “después” es lo que la película recrea con una violencia angustiosa: palizas, secuestros, vejaciones, violaciones... Una exhibición de crueldad hacia los personajes que algunos críticos dirían incluso que es el sello de Franco, a quien se suele identificar en el llamado cine de la crueldad. “Cada escena violenta que he filmado es necesaria para llegar a alguna reflexión –se justifica–. En Nuevo orden estas escenas son la manera de no olvidar lo que se vivió en Chile, Argentina y tantos lugares más. A diferencia otras películas en las que muere mucha gente y se aplaude, en la mía la violencia nunca se disfruta. Y tampoco hay tanta, la cortamos enseguida. En cambio, creo que cada disparo se siente real, a diferencia de películas en las que al quinto disparo ya te da igual”.

Desde que trató con crudeza el tema del bullying en Después de Lucía, a Franco lo persiguen las comparaciones con Michael Haneke (no siempre como un elogio) y la fama de provocador. De hecho, cuando se le pregunta si el objetivo de Nuevo orden era retratar, denunciar o provocar, responde simplemente que “todo ello”, y añade que también “entretener y hacer un ejercicio cinematográfico nuevo”. Y recuerda la impresión que a los 14 años le causó otro ejercicio distópico, La naranja mecánica de Kubrick. “Una obra de arte que quiere reflejar lo que estamos viviendo tiene que ser un laberinto y no mostrar la salida, como la vida –dice–. Cuando voy al cine no me gusta que me digan qué tengo que pensar y por quién tengo que tomar partido. Es tratar al espectador de manera muy condescendiente”.

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