Un Verdi en estado puro se pasea por la Rambla barcelonesa
Llega al Liceu el montaje póstumo de Graham Vick de 'Un ballo in maschera'
Gran Teatro del Liceo
Dirección de escena: Jacopo Spirei (a partir del proyecto de Graham Vick)
9 de febrero de 2024
A lo largo de su vida artística y desde su cuarta ópera (Y el lombardio), Verdi tuvo que luchar para que la censura le permitiera estrenar sus obras tal y como las había concebidas. Y Un ballo in maschera ocupa un dudoso puesto de honor en ese otro baile de bastones con los señores censores, en este caso de Nápoles, ciudad que fue sustituida por Roma a la hora de estrenar una obra maestra como la que nos ocupa y que pertenece a el último período de creación del músico italiano.
Ahora ha vuelto al Liceu con un espectáculo procedente del Teatro Reggio de Parma y que fue el último proyecto de Graham Vick, que murió antes de materializarlo. Su asistente Jacopo Spirei ha sido el responsable de ponerlo de pie, con escenografía y vestuario de Richard Hudson, coreografía de Virginia Spallarossa e iluminación de Giuseppe di Iorio. A grandes rasgos, puede decirse que el montaje no aporta nada a la esencia del drama musical verdiano y que bebe de soluciones ya vistas en varios espectáculos (y no precisamente de Vick). Hay demasiado contraste, por otra parte, con una pretendida modernidad y con recursos poco afortunados como el movimiento escénico de los personajes principales y la construcción de los personajes (inexistente) o directamente risibles como el final del segundo acto, con Amelia envolviéndose con la cortina por no ser reconocida por Renato.
Ante el foso del Liceu, todo un especialista en este repertorio como Riccardo Frizza defendió con excelentes argumentos una partitura que pivota entre la ligereza manierista de un siglo XVIII magistralmente evocado por la paleta verdiana y la densidad de la tragedia. De menos a más, Frizza realizó una lectura magistral de la obra, con excelente rendimiento de la orquesta.
Hubo algunos desajustes de concertación con el corazón, lo que se debe sin duda a la disposición de la masa coral, encaramada en un anfiteatro que queda muy arriba y con cantantes en los extremos laterales. Pero en general la prestación de los coristas fue suficientemente satisfactoria.
Reparto acertado
El Liceu ha acertado de lleno con el primer reparto (a falta de ver el segundo). Voces de primer orden, estilísticamente ajustadas a las exigencias de Verdi. Freddie de Tommaso es un tenor de proyección contundente y, aunque el registro central no siempre es suficientemente estable, el agudo y el sobreagudo son de gran vuelo y con un estilo que hace pensar en la gran generación de tenores italianos de hace sesenta años. Extraordinaria Amélia la de Anna Pirozzi, con un Morro ma delgada in grazia de antología y con gran despliegue de recursos expresivos. Artur Ruciński es un barítono de proyección corta y escasa robustez tímbrica, pero frasea con la elegancia y buen gusto que le corresponden al barítono-Verdi, lo que hizo de su Renato otra de las alegrías de la noche.
A horas de ahora, cantar las excelencias de Sara Blanch resulta redundante, por lo que saludamos con un sombrero su sensacional Oscar, tanto por la prestación vocal como por la escénica. Y Daniela Barcellona, que ya no está en su mejor momento, defendió con buenos argumentos acontratados la parte de Ulrica, junto a buenos secundarios: Valeriano Lanchas (Samuel) y Luis López Navarro (Tom) entre otros.- _BK_COD_