La académica explica cómo el capitalismo perjudica a las mujeres y su sexualidad

Kristen Ghodsee: "Las parejas que comparten la crianza de los hijos tienen mejores relaciones sexuales"

Kristen Ghodsee en Barcelona
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No fue fácil para Kristen Ghodsee vender Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo (Capitán Swing) en su país natal, los Estados Unidos, que durante años combatió el comunismo con la Guerra Fría. La etnógrafa y profesora de estudios de Rusia y Europa del Este en la Universidad de Pensilvania dice que Fox News destrozó el libro, pero que cada vez tiene más éxito entre los lectores. La autora parte de diferentes estudios y encuestas de satisfacción sexual hechas en Alemania del Oeste y del Este, o en Polonia, para tratar un montón de temas: las políticas públicas, las desigualdades dentro de la pareja y fuera, la educación sexual, los daños del capitalismo en la salud individual y colectiva... En ningún momento dice que el antiguo bloque comunista fuera un paraíso, pero rescata algunas de sus políticas públicas.

Cuando hablamos de mejor sexo bajo el socialismo, ¿de qué hablamos exactamente, del acto sexual, de relaciones afectivas, de comunicación…?

— De todo, sobre todo de las relaciones entre hombres y mujeres y del sexo específicamente. Cuando una mujer tiene independencia económica, escoge pareja libremente y por una cuestión de atracción y de afecto, cuando no, lo que prioriza es que su pareja pueda pagar los gastos. Pero también hablo de relaciones sexuales, de la calidad y de la cantidad. Tenemos muy buenos estudios que demuestran que las parejas que comparten el cuidado de los niños tienen muchas más relaciones sexuales y mejores. El comunismo fomentaba la independencia económica de las mujeres y la conciliación laboral y familiar. En Polonia, por ejemplo, había una muy buena educación sexual, como en la Alemania del Este o Checoslovaquia, y esto también marca una gran diferencia. 

¿En qué aspectos era mejor la educación sexual en los países comunistas?

Mann und Frau intim, de Siegfried Schnabl, es un libro publicado en la Alemania del Este que no solo habla sobre todo aquello que típicamente entendemos como educación sexual, sino que también habla del placer y de las diferencias entre hombres y mujeres, de cómo dar placer e, incluso, hay imágenes del clítoris. Hace diez días estaba en Bélgica y hablaba de este libro y una mujer me dijo que en 2021 ha sido el primer año en el que se ha mostrado un clítoris en los libros de texto. ¡En Alemania del Este lo hicieron en 1969! Schnabl da indicaciones para hacer feliz a tu pareja, y este es el tipo de educación que no hemos tenido en el oeste. Vivimos en un mundo en el que muchos chicos se educan a través del porno por internet y piensan que a las chicas les gusta que las estrangulen mientras practican el sexo. 

¿Y esto es culpa del capitalismo? ¿Cómo ha dañado la sexualidad el capitalismo?

— El gran problema del Oeste es que nuestra concepción de la sexualidad todavía está muy ligada a las teorías de William Masters y Virginia Johnson, que relacionan el placer con técnicas y estimulación. Una concepción muy física y, por lo tanto, si hay algún problema es biológico y la solución es algún fármaco. O te venden juguetes sexuales. En Polonia, durante el comunismo, la sexualidad se entendía como una cosa más global ligada no solo a aspectos físicos sino también psicológicos y sociales. SI trabajas diez horas diarias, bañas a los hijos, cocinas la cena, los pones a dormir..., llegas a la cama exhausto: no tendrás buen sexo. La concepción en el Este era más holística, y defendían que los problemas sexuales no se resuelven ni con una pastilla ni con un juguete sexual. Si la sociedad está enferma, las relaciones humanas y sexuales tendrán problemas. En los Estados Unidos hay muchos estudios que demuestran que muchos hombres tienen disfunción eréctil cuando pierden el trabajo, y esto tampoco se resuelve con pastillas. La contaminación también perjudica la salud sexual. La solución no es farmacológica sino social. Pero el capitalismo es perverso y nos dice que el problema es nuestro y que lo resolveremos con una pastilla. 

Los juguetes sexuales tienen cada vez más éxito, especialmente entre las mujeres. ¿El sexo individual también es un fracaso de nuestra sociedad?

— Los juguetes son eficientes, no piden mucho tiempo, no te tienes que preocupar si no te has depilado... El sexo con otra persona implica muchas más cosas y más trabajo. Con una máquina lo terminas en unos minutos, vas a dormir, y al día siguiente te levantas y vas al trabajo. Son como los móviles, cada año hay modelos nuevos. Implican, sin embargo, un sexo sin relaciones humanas. Los más jóvenes tienen acceso a esto y a las redes sociales, pero son los que afirman sentirse más solos, aislados, alienados. La solución sería salir a conocer gente. 

¿Y Tinder?

— Bueno, es una compañía que busca beneficios, no es una ONG. Quizás si tuviéramos Wikipedia Tinder sería diferente, pero lo que quiere Tinder es que entre y salga el máximo de gente. Su objetivo es que siempre estés buscando porque siempre habrá alguien mejor. Y esto puede ser un poco peligroso. Además, vivimos en una sociedad en la que la mayoría busca vender mejor su propia marca, es decir, a ellos mismos a través de las redes sociales. Y la pareja forma parte de esta identidad-marca. El capitalismo ha convertido la vanidad en bien de consumo y en una gran fuente de beneficios y esto destruye nuestra capacidad para establecer relaciones humanas. Cuando hablo de mi libro a los más jóvenes, me dicen que quizás en el Este tenían mejor sexo porque no tenían móviles. Bueno, en el Oeste tampoco los tenían en aquella época. Los jóvenes son conscientes de los efectos negativos de toda esta mercantilización. 

En el libro habla de las parejas: ¿en la Alemania del Este tenían más sincronización que en el Oeste?

— En las sociedades en las que el amor no tiene nada que ver con transacciones económicas, se quiere con mucha más libertad y emocionalmente también se es más libre porque hay mucho menos riesgo. En 1988 se hizo un primer estudio comparativo entre las experiencias sexuales de las dos Alemanias. Los del Este disfrutaban más del sexo y declaraban que tenían más orgasmos. En el Este entre un 73% de alemanas y un 74% de alemanes querían casarse. En el Oeste, las cifras eran de un 71% para las mujeres y un 57% para los hombres.  

¿Qué políticas se tendrían que cambiar o qué se tendría que hacer para que la población fuera sexualmente más feliz?

— Hay muchas más cosas. En España, por ejemplo, alargar los permisos de paternidad y maternidad. Más guarderías públicas. Las escuelas no pueden acabar a mediodía a las 12.30. Una mucho mejor educación sexual. Esto son cosas básicas. Invertir mucho más en la gente más joven, que tengan oportunidades laborales. 

¿Y cambiar el sistema mejoraría la vida sexual de la población?

— Definitivamente. Ahora hay grandes desigualdades. Cinco hombres tienen más dinero que todas las mujeres de África. Si cinco de las grandes compañías privadas como Amazon o Facebook se hicieran públicas se resolverían una gran cantidad de problemas. Tenemos una sociedad muy enferma. Los bienes tienen más valor que las personas. El neoliberalismo carga todas las culpas al individuo. Si estoy triste no es porque el mundo está fatal, es porque necesito una pastilla. La gente joven se está despertando, se dan cuenta de que el problema no es suyo sino de que el sistema no funciona, y creo que el sistema se está empezando a colapsar. 

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