Arqueología

Mucho vino, un caballo y un revólver: todo lo que escondía el subsuelo del monasterio de Pedralbes

La producción vinícola fue bastante importante en el siglo XVIII y el recinto notó los estragos de las guerras

Restos relacionados con la producción de vino
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BarcelonaEl monasterio de Pedralbes, fundado por la reina Elisenda de Moncada en 1326 y donde hasta febrero todavía vivía una comunidad de clarisas, tuvo múltiples vidas. Las excavaciones arqueológicas, que empezaron a realizarse en septiembre del 2022 en la Baixada del Monestir y cuyos resultados se han presentado este martes, explican parte de la vida económica del monasterio pero también la imposibilidad de permanecer aislado de los conflictos del país.

Se sabía que en el monasterio no sólo se producía pan sino que también se elaboraba vino. Las excavaciones revelaron que la producción de vino era bastante importante, porque en los sótanos, bajo la sala capitular, había grandes lagares de vino. Inicialmente, se creía que se utilizaban para guardar grano, pero ahora se ha podido constatar que formaban parte de la infraestructura vinícola. Además, los estudios bioarqueológicos han permitido seguir el rastro de las semillas y, con diferencia, predominan las de uva.

En las casas de mayordomía, en la Baixada del Monestir, se alojaba el personal de servicio de la comunidad. Allí, entre otro material relacionado con la producción de vino, había una gran tenaza en la que se guardaba el vino enterrado bajo tierra. La tenaza tenía capacidad para almacenar hasta 11.000 litros de vino. Medía 3,30 metros de altura y 2,30 metros de ancho. "Sabemos que durante todo el siglo XVIII y parte del XIX se produjo vino. No es extraño porque el monasterio está a los pies de la montaña de Sant Pere Màrtir, en Collserola, y en aquella época había muchos viñedos", explica Anna Bordas, directora de la excavación arqueológica. Durante las excavaciones, se han encontrado prensas, silos, cubos... Bordas cree que no todo el vino, que elaboraba el personal laico que vivía al otro lado de los muros, era para el consumo de las monjas. En esa época se bebía mucho más vino porque era más seguro que el agua, que a menudo era insalubre, pero parte de la producción se comercializaba.

El célebre requesón

En las excavaciones se han encontrado muchas matoneras. En el siglo XIX el requesón de Pedralbes era célebre porque entre sus ingredientes (leche de almendra batida, yema de huevo, azúcar y almidón) no había leche animal. De esta forma, las personas que tenían problemas con la leche encontraron un recurso para poder celebrar San José. De hecho, una criada del monasterio, Serafina Marsa, que murió en Barcelona el 18 de marzo de 1876, recibió de las monjas como regalo de boda la fórmula secreta para hacer los matones y empezó a venderlos en un establecimiento de la calle Portaferrissa. Todavía ahora su requesón puede degustarse en algunos establecimientos de Barcelona.

Las excavaciones han permitido conocer la cronología de estas edificaciones destinadas al servicio. Habrían sido construidas a finales del siglo XVI, y durante el siglo XVII habrían sufrido los estragos de la Guerra de los Segadores (1640-1652) porque se han encontrado restos de balas de cañón en una de las cámaras con material cerámico de esa época. A raíz de ese ataque, se habría reformado el muro medianero entre la vivienda número 5 y el 3. No es la única memoria arqueológica que ha dejado la violencia de la guerra. Debajo de la sala capitular estaban los restos de un equino y, muy cerca, un revólver. Es una incógnita lo que hacían, pero fueron a parar a los sótanos en algún momento del siglo XIX, cuando ya no se hacía vino. Fue un siglo muy convulso, sobre todo por las guerras carlistas que desquiciaron al país. No era inusual que las viviendas, que estaban fuera de la zona de clausura, fueran utilizadas por los soldados durante épocas de conflicto.

Los restos de fauna han permitido documentar las diferencias entre la calidad de la dieta de las monjas y de quienes vivían fuera y trabajaban para ellas. "En las casas de la mayordomía se pueden encontrar las mismas especies de carne, sobre todo cordero, que en el monasterio, pero de mucha menos calidad. Las monjas utilizaban sobre todo el cuello y la columna vertebral, porque comían mucho caldo, y también la carne que se utilizaba para el morterol, una receta medieval que sería muy similar a la carne". En cambio, en las casas del servicio están sobre todo los pequeños: cráneo, patas, lengua... No eran las únicas diferencias en el plato. Los laicos comían caracoles, las monjas ni los probaban. Los peces también son similares, sobre todo merluza y bacalao, pero las piezas más grandes se las quedaban las monjas.

Plano de finales de siglo XVII.
Detalle del alcantarillado del siglo XVI y del basamento del lagar del siglo XVIII-XIX.
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