Cine

Pesadilla antes de Navidad: llega el alud de cine navideño

Los estrenos del subgénero se multiplican por cuatro en 10 años gracias a la televisión por cable y las plataformas

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Vanessa Hudgens por partida triple a 'Requetecambio de princesas'

BarcelonaLa bola de nieve del cine navideño se está haciendo grande, tanto que podríamos empezar a hablar de un alud. Según la base de datos Internet Movie Database (IMDB), durante 2021, pero especialmente en las últimas semanas del año, se habrán estrenado más de 200 películas con la palabra Navidad en el título, y esto no incluye muchas películas igual de navideñas pero con títulos menos evidentes cómo ¡Qué duro es el amor!, David y los elfos o Single all the way (Soltero en Navidad en versión española). La cifra sorprende pero todavía más la progresión, puesto que hace una década apenas se hacían 50 títulos por año. ¿Por qué se ha multiplicado por cuatro la producción de este subgénero? La respuesta es evidente: tienen un público, y cada vez más.

La mayoría de estas películas no se verán en los cines, sin embargo. De hecho, la cartelera solo contiene cuatro títulos inequívocamente navideños: Noche de paz: una canción para el mundo (sobre la creación del villancico), la negrísima Silent night y dos comedias familiares españolas, Tengamos la fiesta en paz y El refugio. El resto de títulos están en las plataformas –principalmente en Netflix– y en los canales por cable norteamericanos. Fue precisamente en uno de estos canales, Hallmark, orientado a la programación familiar, donde se gestó el fenómeno del cine navideño cuando hace doce años crearon el bloque de programación navideña Countdown to Christmas, que no ha parado de crecer en extensión y contenidos: en 2021 arrancó el 22 de octubre y estrenará 41 películas originales. Y no es un caso excepcional: Lifetime, el canal rival de Hallmark, ha producido 35 este año, su récord histórico.

¿Cómo puede un canal por cable producir tantas películas? Porque son baratas. Como explicaba en 2018 un reportaje de Cosmopolitan sobre el negocio del cine navideño, el presupuesto de una película de Hallmark se mueve entre los 2 y los 5 millones de dólares en función del caché del reparto principal, que suelen ser nombres desconocidos o estrellas de la televisión en horas bajas. Se filman en solo 15 días de jornadas maratonianas en las que no se permite repetir mucho las tomas y normalmente se ruedan en verano, de forma que los actores sudan de lo lindo bajo los abrigos, y la nieve que se ve es siempre artificial. Muchas veces, de hecho, el sonido directo no se puede usar por culpa de los motores de las máquinas de nieve y los diálogos se acaban de grabar en el estudio.

La calidad, inevitablemente, se resiente, y en vez de excelencia narrativa hay familiaridad, una fórmula estandarizada de comedia amable y romanticismo sin aristas y vaciado de cualquier elemento atrevido. Siempre encontramos gente guapa que sonríe por encima de sus posibilidades, niños traviesos pero adorables y abuelos entrañables que dan sabios consejos. La homogeneidad de estas películas puede llegar a niveles escalofriantes: un usuario de Letterbox recogió en un listado 195 pósteres de películas navideñas con parejas blancas y heterosexuales vestidas de verde y rojo. De hecho, la crítica más habitual que se hace al género en Estados Unidos no tiene que ver con su calidad sino con la falta de diversidad étnica de las películas, que en los últimos años se está corrigiendo a base de incorporar intérpretes negros y asiáticos. Las relaciones entre personas del mismo sexo, en cambio, siguen siendo una rareza.

Netflix, el Papá Noel del 'streaming'

Siempre atento al gusto popular, Netflix se dio cuenta rápidamente de la pasión del público por las historias navideñas y ha hecho del género uno de sus grandes nichos. Solo este año estrena una docena de títulos que no son cintas pequeñas y rodadas deprisa y corriendo como las de Hallmark o Lifetime, sino producciones más ambiciosas con algún intérprete de prestigio (Maggie Smith y John Cleese) y protagonistas con cierta fama como Brooke Shields y Cary Elwes en Un castillo por Navidad o Vanessa Hudgens en Requetecambio de princesa, inevitable secuela de Cambio de princesas y (Re)cambio de princesas, donde la actriz se gana el sueldo interpretando ella misma las tres princesas protagonistas. La presencia de miembros de monarquías europeas imaginarias y la de periodistas cotillas es casi una constante desde 2017, cuando el éxito en la plataforma –y también en las redes– de Un príncipe de Navidad instauró como norma la inverosimilitud y el amaneramiento como valores absolutos de un subgénero sin miedo al ridículo.

Fotograma de 'Un príncipe de Navidad'

Y, aun así, uno de los primeros contenidos navideños de Netflix fue el ultracool A very Murray Christmas, el especial navideño encargado a Sofia Coppola con Bill Murray como estrella absoluta y cameos de George Clooney, Chris Rock y Miley Cyrus. Las críticas fueron buenas, pero el experimento no tuvo continuidad. Más provechosa debía de ser la jugada de Crónicas de Navidad, la comedia del 2008 con Kurt Russell haciendo de Santa Claus que tuvo más de 20 millones de visionados en su estreno; la secuela que llegó el año pasado –nuevamente con Russell– también fue un éxito en la plataforma con, según Nielsen, 1.500 millones de minutos visionados durante la primera semana.

Hay un público numeroso que disfruta con un cine que ofrece previsibilidad y confort en tiempo de incertidumbre y angustia. Por eso mismo, cuando no encuentran lo que esperan el rechazo es visceral y solo hay que hacer una busca rápida en redes para probar la indignación de padres y madres al descubrir que David y los elfos (Netflix) revela a los niños que el Papá Noel y el ratoncito Pérez son un invento de los padres. “Después lo intentan arreglar, sí, pero los niños seguro que te preguntan si aquello es verdad”, se queja una usuaria de Twitter. La anécdota, aun así, sirve para ilustrar que el cine navideño ya no es solo para ver en familia durante las fiestas, sino que su público se ha diversificado e incluye a muchos jóvenes adultos que se sienten atraídos por su artificio autoconsciente. En una época escasa de musicales, las películas navideñas se han convertido en uno de los pocos refugios cinematográficos del kitsch.

Novedades navideñas
  • '¡Qué duro es el amor!' (Netflix) Que el primer chat que intercambian los protagonistas sea para debatir si 'La jungla de cristal' es un film navideño deja clara la autoconsciencia de esta simpática 'romcom' en la que una periodista especialista en citas desastrosas descubre que el hombre ideal que ha conocido en Tinder –el adolescente cachas de 'Yo nunca'– es en realidad un 'nerd' arquetípico –el becario chino de 'Silicon Valley'.
  • 'Navidad en 8 bits' (HBO) Podría titularse 'Como conseguí mi Nintendo'. Esto es lo que le explica Neil Patrick Harris a su hija, con pelos y señales, a lo largo de los 97 minutos de esta comedia nostálgica ambientada en los 80 y protagonizada por niños pero más adulta y gamberra que la mayoría de películas navideñas de la temporada.
  • 'El chico que salvó la Navidad' (Netflix) Netflix tira la casa por la ventana con una superproducción en la que Maggie Smith explica a unos huérfanos la historia de un niño que viaja hasta la ciudad de los elfos para recuperar la magia de un mundo donde no existe Navidad. Ratones charlatanes, renos voladores, Kristen Wiig y el toque de 'qualité' de la fantasía 'British' son los valores de esta épica navideña.
  • 'Silent night' (en cines) La mejor película navideña de la cartelera es, en realidad, la antipelícula navideña por excelencia. Premiada en Sitges (mejor guion y premio del público) arranca como un relato más de reuniones familiares para ir revelando su verdadera cara: oscura, desesperada y terrorífica. Si odias el cine navideño, 'Silent night' es tu película.
  • 'La oveja Shaun: El vuelo antes de Navidad' (Netflix) Navidad llega a la granja del cordero Shaun, que, junto con sus amigos, tiene que rescatar un cordero extraviado que un niño confunde con un juguete. Con un 'déjà-vu' clarísimo de la saga 'Toy Story', el especial de 30 minutos tiene gags visuales memorables y el encanto habitual de la animación en 'stop-motion' de Aardman. Recomendado para niños, padres y cualquiera con ojos en la cara.
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