Memoria Histórica

Las pruebas del pasado negrero de Antonio López

El historiador Martín Rodrigo detalla cómo el empresario amasó una inmensa fortuna

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La estatua de Antonio López, junto a la estatua de la "Victoria", a los almacenes del Centro  de Colecciones de la Zona franca, el espacio donde el Museo de Historia de Barcelona (MUHBA) clasifica y conserva miles de objetos

Cuando el 4 de marzo de 2018 el Ayuntamiento de Barcelona retiró la estatua de Antonio López López, primer marqués de Comillas (1817 hasta 1883), se desató la polémica en los medios y se publicaron artículos de opinión en los que se defendía que el monumento no debía moverse de la plaza que sigue llevando el nombre del rico empresario. El argumento es que en ninguna parte constaba que el marqués de Comillas hubiera traficado con esclavos. El historiador Martín Rodrigo refleja ahora estas voces con Un hombre, mil negocios. La controvertida historia de Antonio López, marqués de Comillas (Ariel), donde aporta las pruebas documentales y los testimonios que confirman que López fue un esclavista y, además, comerció con esclavos cuando hacerlo era ilegal. "Sin esto no hubiera podido reunir la fortuna que lo convirtió en el empresario más rico de Catalunya", dice Rodrigo. López llegó a acumular un patrimonio de 24 millones de pesetas, un capital que superaba de largo el de otros prohombres de la época como Joan Güell, que al morir dejó 7,2 millones de pesetas.

Cuba, el segundo mercado negrero del mundo

En el imaginario de muchos, Estados Unidos fue el gran país esclavista, pero Cuba, que fue colonia española hasta 1902, les superó con creces. "A Cuba llegaron 900.000 esclavos, y en Estados Unidos, un territorio mucho mayor, unos 390.000 en toda su historia -detalla Rodrigo-. En Cuba se morían mucho antes, y en Estados Unidos, en cambio, vivían más y tenían hijos". De hecho, Cuba, después de Brasil, fue el segundo mercado de esclavos del mundo: "Casi 600.000 esclavos llegaron a Cuba, entre 1861 y 1871, cuando el tráfico ya era ilegal; en Brasil, en cambio, a partir de 1821 ya no llegaron más esclavos", dice Rodrigo.

En Cuba, hasta el 1886 se podían comprar y vender esclavos pero no traídos de África. Fue precisamente cuando estaba prohibido, entre el 1821 y el 1886, cuando el negocio fue más lucrativo, gracias a la implicación de hombres de negocios, funcionarios corruptos, marineros, capitanes de barco... "A veces era bastante descarado, algún barco negrero llegó a atracar en el puerto de la Habana pero la mayoría entraban a escondidas y después incluso se quemaba el barco y los papeles", detalla el historiador, que calcula que en los puertos de la isla llegaron unos 1.500 barcos cargados de africanos.

La corrupción de los funcionarios españoles

Hasta ahora, cuando se hablaba del pasado negrero de López se citaba todo La verdadera vida de Antonio López, el libro que escribió su cuñado, Pancho Bru. "¿Quiere saberse ahora el comercio que el insigne D. Antonio López hacía? Traficaba en carne humana; sí, lectores míos. Era comerciante negrero", escribe Bru. Rodrigo dice que las afirmaciones que hace el cuñado son verosímiles porque los pleitos que menciona son los archivos notariales de Santiago de Cuba. Rodrigo consultó la documentación de este archivo hace 21 años, cuando escribió la primera biografía de Antonio López. Entonces, sin embargo, no utilizó este material. En el nuevo libro hay más pruebas, como los informes de los británicos. En octubre de 1850, el cónsul británico en Santiago de Cuba, James Forbes, denunció que la goleta española Deseada había desembarcado clandestinamente a unos 280 esclavos en Juragua, un pequeño puerto natural. Los británicos, que tenían una potente red de espías, sabían que llevaban cautivos procedentes de África porque antes de llegar a Cuba la goleta había hecho parada en la isla holandesa de Curaçao para coger agua y comida. Se abrieron investigaciones y expedientes y se tomó declaración a los dos principales sospechosos, la compañía Vinent Hermanos y Antonio López López, que afirmó que desconocía este desembarco. Sin embargo, reconoció haber enviado "no 15 sino 79 negros a Batabanó, los cuales no eran bozales [provenientes de África] sino criollos [el nombre que recibían entonces los esclavos que ya estaban regularizados en la isla]". López admitía que se dedicaba al tráfico de "negros" desde 1846 enviándolos a aquellas partes de la isla donde sacaba más provecho. Esto, sin embargo, era legal en ese momento porque no implicaba el tráfico con África.

Los británicos continuaron investigando, si bien los funcionarios españoles frustraban cualquier avance. El 10 de abril de 1851 el cónsul general británico en Cuba, Jos T. Crawford, denunciaba la pasividad de los funcionarios y militares españoles dedicados a la represión del tráfico de esclavos. La Deseada volvió a zarpar desde Cuba rumbo a África el 25 de enero de 1851 y esta vez fue capturada en las costas de Nuevo Calabar, en el sureste de Nigeria. Los tripulantes habían huido y se habían llevado la bandera y los papeles. Dentro solo quedaban diez africanos, pero la nave estaba equipada para meter a 300.

Un matrimonio que le cambió la vida

La sombra de Antonio López acompaña desde hace años el profesor de historia de la Universidad Pompeu Fabra. Rodrigo, que ha investigado sobre todo los intereses económicos españoles en Cuba y Filipinas, ya le dedicó su tesis doctoral y participó en la edición de Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atlántica (XVI-XIX) (Icaria, 2017), donde detallaba el pasado negrero de algunos de los grandes apellidos catalanes. Al historiador le gusta describir a López como un hombre de negocios, más que empresario o emprendedor. "Fue comerciante, naviero, banquero, se implicó en el desarrollo de ferrocarril...", dice Rodrigo. Tuvo una dimensión política y pública muy importante pero nunca estuvo en primera fila sino que sobre todo actuó en el marco de los grupos de presión. Hizo crecer su fortuna prácticamente partiendo de la nada.

Rodrigo ha podido acceder a la biografía inédita que escribió el bisnieto de López, Ramón de San Pedro, donde se apunta hacia una información hasta ahora desconocida. López, antes de ir a Cuba, pasó por México. Abandonó España a los 17 años porque temía que le llamaran a filas. A Cuba llegó en 1838, justo cuando la colonia española era la principal productora de azúcar del mundo gracias al trabajo esclavo. López comenzó trabajando para otros hasta que pudo tener su propio negocio. Rodrigo aporta otro dato que se desconocía y es que, durante aquellos primeros años en Cuba, el esclavista tuvo una hija que reconoció pero que nunca legitimó: Consuelo López López. La actividad de López en Cuba era frenética y alcanzó el capital para hacer posible muchos de sus negocios aliándose con los principales empresarios de Cuba, la mayoría de origen catalán. Domingo Antonio Valdés o Andrés Moreno fueron algunos de sus financiadores. López presionó para acelerar su boda con la hija de Moreno, Luisa. El motivo de las prisas no era la pasión sino que el matrimonio, económicamente, le cambió la vida. Ahora bien, no sabemos qué pensaba el controvertido hombre de negocios, cuya estatua ahora reposa en el Centro de Colecciones de Zona Franca, el espacio donde el Museo de Historia de Barcelona guarda miles de objetos.

No existe ningún archivo personal o familiar con cartas que puedan dejar entrever sus pensamientos más íntimos. La familia vivía en el Palau Moja, pero cuando en 1980 la Generalitat compró el edificio, no había prácticamente papeles. Sigue, pues, siendo un personaje con muchos claroscuros.

Las buenas relaciones con Alfonso XII

Alfonso XII veraneó en 1881 y en 1882 en la finca que la familia López tenía en Comillas. El empresario siempre destacó a la hora cuidar de sus relaciones y también a la hora de casar a los hijos. Mientras el monarca estaba en la localidad cantábrica, López cerró algunos negocios. Por ejemplo, se firmó un Real Decreto que traspasaba el servicio de los vapores de correos de Cuba a la Navegación Transatlántica, fundada en Barcelona, ese mismo verano, por López. Un traspaso que incrementó notablemente su fortuna. Alfonso XII estaba tan agradecido que también le otorgó un nuevo título al marqués de Comillas, el de grande de España.

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