Crítica de series

'El reino': ¿por qué todas las Iglesias se han vuelto de derechas?

La miniserie argentina de Netflix plasma la infiltración del evangelismo en el poder político en Latinoamérica

3 min
El actor argentino Diego Peretti, protagonista de la serie 'El reino'

'El reino'

Marcelo Piñeyro y Claudia Piñeiro para Netflix. En emisión en Netflix.

En El ferrocarril subterráneo, la novela de Colson Whitehead convertida en serie por Barry Jenkins, se recuerda el papel clave que tuvieron metodistas y cuáqueros, entre otros, en la organización de esta red clandestina de ayuda a los esclavos fugitivos. Sobre todo durante la primera mitad del siglo XIX, muchas Iglesias protestantes del norte de los Estados Unidos luchaban por la abolición del esclavismo, por la igualdad entre mujeres y hombres y por los derechos laborales de los trabajadores. Esta militancia a favor del progreso por parte de sectores significativos del evangelismo ha ido mutando a lo largo de un siglo hasta desembocar en la alineación actual con posturas fundamentalistas que propagan la homofobia, el machismo y las doctrinas neoliberales. ¿Por qué se han vuelto de derechas la mayoría de Iglesias?

El reino no responde del todo a esta pregunta, pero sí que muestra la infiltración del evangelismo en la política contemporánea en Latinoamérica. A pesar de que estos grupos protestantes no tienen en Argentina el poder que han demostrado en Brasil o Colombia, la serie proyecta un escenario que se podría reproducir pronto reflejándose en lo que ha pasado en los países vecinos. Aquí un pastor evangélico muy popular, Emilio (Diego Peretti), se postula como vicepresidente del país. Cuando asesinan ante sus narices a su compañero de candidatura que aspiraba a presidente, él se convierte en la persona con más puntos para sustituirlo.

El reino es una creación de Marcelo Piñeyro, director de películas como Plata quemada y Kamchatka, y la escritora Claudia Piñeiro. La producción se enmarca dentro del modelo de la llamada "televisión de prestigio", en la que se transmiten características que se asocian a la calidad aunque la obra deje un poso final de insatisfacción. Nos encontramos ante una propuesta avalada por un equipo técnico y artístico de primer nivel que toma como referencias otras series de culto alrededor del poder, las familias y la política como House of cards y Succession. El reino remueve con conocimiento de causa los resortes dramáticos habituales en este género: tenemos al hombre carismático con una esposa, Elena (Mercedes Morán), que mueve los hilos más de lo que parece; el "bastardo", Julio (Chino Darín), con un reconocimiento mayor que los hijos de sangre; la fiscal, Roberta (Nancy Dupláa), que intenta descubrir la verdad cueste lo que cueste, y varios misterios que mantienen la tensión a lo largo de toda la trama.

La apertura del cuarto episodio remite al cine de los noventa de Martin Scorsese o Quentin Tarantino a partir de un montaje dinámico en pantalla partida sobre el que suena Jesus Christ Superstar. Con este prólogo, los creadores de la serie dejan clara la naturaleza de la Iglesia de El reino como organización mafiosa que saca réditos de la nueva concepción de la religiosidad como espectáculo de masas. En el arranque del episodio 6, por otro lado, siguen la trayectoria de otro personaje con poder en la sombra, Osorio (Joaquín Furriel), que sirve los intereses de los Estados Unidos, una potencia dedicada ya desde la Guerra Fría a introducir en Latinoamérica este evangelismo fundamentalista para contrarrestar el posicionamiento combativo, antiimperialista y de izquierdas de cierto catolicismo de base. El reino no profundiza mucho más en este aspecto, pero al menos apunta a dos temas interesantes que contrastan con el esquematismo de fórmula de la serie: la devoción con la que algunos fieles se entregan a la religión en entornos en los que ha sido su único salvavidas, y la posibilidad, en medio de tanto cinismo, de la existencia de un ser milagroso.

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