Música

Rigoberta Bandini te hace sentir el entusiasmo sin drogas

Paula Ribó sale ovacionada del concierto en el Palau de la Música

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Rigoberta Bandini al Palau de la Música

Rigoberta Bandini

Palau de la Música. 23 de febrero del 2022

"Ri-go-berta, Ri-go-berta!", gritaba el público del Palau de la Música justo antes de que Paula Ribó, alias Rigoberta Bandini, apareciera en el escenario. El descontrol pandémico provocado por ómicron obligó a cancelar el concierto de diciembre y ahora tocaba resarcir las expectativas a golpe de italo-house, pop y buen humor, con cuatro bailarinas y los cómplices habituales: la cantante Belén Barenys, Esteban Navarro a los teclados y Juan Barenys a la percusión electrónica. Misión conseguida, claro, porque, además de ser una intérprete que sabe vocalizar (que se note la experiencia como dobladora), Bandini tiene un show de una hora y cuarto si no impecable, sí que divertido y bien enlazado. Es cierto que en la aturdida versión de Qualsevol nit pot sortir el sol (Sisa) renuncia a la emoción de tanta prisa que tiene por acabarla. Tampoco funciona el humor de gala de Fin de Año en 8TV del villancico El camino que lleva a Belén. Y el exceso de indolencia hace que el Corazón contento que cantaba Marisol sea más bien un corazón dopado con ansiolíticos. Pero en general mandan los puntos fuertes gracias a una buena administración de los momentos álgidos y el viento a favor de la platea.

"Sois el público más heavy que he visto en la vida. ¡Cuánta intensidad! Necesito descansar", suplicó en un momento en el que tenía que recuperar el aliento. "Ri-go-berta, Ri-go-berta", volvió a gritar el Palau, esta vez para regalarle una pausa. Y es que conecta con el público con la naturalidad teatral de las divas, pero sin forzar la parodia; y, a pesar de que no puede renunciar a la ironía afectada de algunas canciones, entiende que la clave de todo es la intensidad. "No tenemos más canciones, y suerte, porque con tanta intensidad, si hago tres más, me desmayo", admitió hacia el final del concierto, cuando el Palau de la Música ya había satisfecho las ganas de euforia con el anhelo liberador de Perra, la marcialidad republicana de Ay, mamá y la descreída A ver qué pasa, y cuando solo faltaba entregarse al mantra espiritual de Too many drugs.

Bandini es cantante de canciones que se cantan gritando y bailando, y esto solo funciona defendiendo cada estrofa y cada ritmo con la intensidad con la que los vampiros rebañan las últimas gotas de sangre antes del amanecer. Siguiendo este código de conducta, ha conectado con jóvenes que tienen energía para cerrar el Apolo, pero sobre todo ha encontrado una autopista sin peajes para correr hasta el corazón de gente que ya no va de after, pero que quiere revivir la sensación de soltarse un rato en una fiesta de cumpleaños después de que el canguro se haya hecho cargo de sus hijos. Sabiendo cómo estaba buena parte del público del Palau de la Música, se puede decir que Bandini montó una fiesta para gente que ya no sale mucho de fiesta, pero que querrá bailar sí o sí después de una conga en el Luz de Gas y que agradecerá saber que no siempre hacen falta drogas para volver a sentir el entusiasmo, sobre todo si al día siguiente tienes que llevar a tus hijos a la escuela.

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