BarcelonaLa Diada empieza por todo lo alto con el discurso comprometido e incómodo del escritor invitado al Ayuntamiento de Barcelona, Pol Guasch, que señala la superficialidad “de actividades protocolarias como esta” y la búsqueda caníbal del “corte fresco”. “La literatura no es retórica, es desvío”, afirma, y defiende la literatura como “una tarea humilde de cura y acompañamiento” y no de “mercadeo”. Practicar el desvío en una Diada tan marcada por los tópicos es un ejercicio tan difícil como saludable. ¡Basta de metáforas de dragones! Subo las Ramblas con la idea de desviarme de la masa y pasear por la columna vertebral del Sant Jordi aC (antes del Covid).
Sin puestos de intrusos, en la Rambla dominan las floristas, que exhiben rosas exóticas éticamente peores que el cruce del hombre y el mono. Calle arriba están los quioscos y los souvenirs, y dos albañiles que han elegido el día ideal para hacer obras en el mosaico del suelo. Paso Plaça Catalunya rápido, esquivando a guiris y palomas, supero el atasco del tráfico en Gran Via, y llego a la Rambla de Catalunya, donde tampoco hay paradas, pero sí cervezas. Los restaurantes han extendido las mesas por la vía como si esto fuera un paseo marítimo y tuvieran que hacer el agosto. Si en el Passeig de Gràcia están los libros, aquí están las cervezas y los paseos de enamorados, en una compartimentación casi de ciencia-ficción. Se nota que añorábamos los libros, pero también los bares.
Yo intento desviarme, pero el capitalismo viene a mí. A las puertas de La Casa del Llibre encuentro a un glover que hace cola para entrar a buscar un libro. Me pregunto qué ser ha necesitado hacer esta compra. El ciclista, Mierco, me dice que va a buscar un libro que se titula La vida mola.
Huyo de los perímetros y encuentro colas incluso para comprar un donut-dragón. Pero ahí donde aC vería colas insoportables, hoy veo casi-normalidad. Lo que serían aglomeraciones hoy me parece orden y civismo. Nos hemos convertido en Suiza. Cuesta hacer bajar la euforia que sube, efervescente. Es que el año pasado hacíamos cola para comprar el pan y hoy la hacemos para comprar libros. Vamos mejorando. La vida mola.