Crítica de teatro

'Amnesia': con los años no nos recordaremos

La obra de Nelson Valente no brilla como es habitual, pese a la manada de estrellas invitadas

2 min
'Amnesia', en el Teatro Nacional.
  • Autor y director: Nelson Valente
  • Intérpretes: Mercè Arànega, Màrcia Cisteró, Míriam Iscla, Vicòria Pagès, Joan Negrié y Biel Rosell
  • TNC - Sala Pequeña
  • Hasta el 2 de junio

Nelson Valente es seguramente el autor y director argentino con mayor presencia en nuestros escenarios desde hace unos años. En concreto, desde el estreno deaquella fantástica El loco y la camisa que nos llegó en 2013 de la mano del tarraconense Joan Negrié, justamente el traductor al catalán y coprotagonista de la nueva obra de Valente, Amnesia.

El teatro de Valente se mueve en el terreno de la comedia naturalista de familias disfuncionales, como a él le gusta decir. Es decir, familias en las que uno de los individuos rompe la lógica de comportamientos, de pensamientos y de relaciones y se convierte en el detonador de las auténticas actitudes vitales del resto de la familia. Comedias con unidad de acción y espacio atravesadas por elementos dramáticos que a menudo hielan lo que hasta ese momento era un dinámico y entretenido encuentro familiar.

A Amnesia están todas las constantes del teatro del creador argentino: una familia, un espacio realista (que aquí tiene una extensión simbólica alrededor) y un elemento perturbador. La propuesta se deja ver, mejora en el último tramo, pero no sobresale como en otras ocasiones. Vamos, que seremos nosotros los que en unos años no nos recordaremos.

El personaje perturbador es la amnésica madre (Mercè Arànega) que de vez en cuando se descuelga con frases (en castellano) de La casa de Bernarda Alba de Lorca. Una madre que convive con una de sus hijas (Míriam Iscla), que quiere hacer realidad su sueño. Esto, claro, afectará a sus hermanos: la triunfadora Eulalia (Victòria Pagès) y el hipocondríaco Marcel (Joan Negrié), ambos bastante dispersos y egoístas. Menos mal que la aparición de la siempre magnífica Mercè Arànega neutraliza el aburrimiento de la larga presentación del resto de personajes. Diría que Joan Negrié desperdicia un perfil de enfermo imaginario que podía dar más juego; que al amante de la hermana le falta desarrollo; que Màrcia Cisteró podría atemperar la extraversión, aunque sabe clavar los gags, y que Míriam Iscla mejoraría con algo de arrebato. Pero, volviendo a la madre Aránea, la parte final es suya. Un final dramático nada risueño que pone a cada uno en su sitio porque, al fin y al cabo, la única que toca es la que dicen que no toca.

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