Crítica de teatro

El drama de unas expresidiarias argentinas amorosito por la música y el baile

'Los días afuera', de Lola Arias, un cóctel escénico que recibe el aplauso unánime del público del Teatre Lliure

2 min
Una imagen de 'Los días afuera'
  • Autoría y dirección: Lola Arias
  • Intérpretación: Yoseli Marlene Arias, Ignacio Amador Rodriguez, Estefanía del Luján Hardcastle, Noelia Luciana Pérez, Paulita Verónica Asturayme y Carla Romina Canteros

Los años fuera son como maderas de un puente colgante que me lleva al otro lado. ¿Pero qué encontraré? Ésta es la reflexión sobre el futuro de una de las expresidiarias de Los días fuera con la que se cierra la nueva creación de teatro documental de Lola Arias, segunda parte de un proyecto iniciado con la película Reas, que se vio en la última Berlinale y que reconstruía el tiempo pasado en prisión.

Son expresidiarias y también transexuales. Y esto, claro, es un doble obstáculo para insertarse laboralmente en la sociedad. En Los días fuera hablan de ellas antes, durante y después del encarcelamiento. Hijos e hijas de la pobreza y la exclusión explican quiénes eran y quiénes son y se enfrentan a los prejuicios de la sociedad. Una ficción sobre dramas reales. Nacho ha entrado y salido de la cárcel varias veces. Estudió algo de derecho en la cárcel y ve la vida sobre un coche. Es chófer. Noelia lo hace como trabajadora sexual (al igual que antes), porque algunas cosas han cambiado durante la estancia entre rejas, pero otras nunca cambian. Paula, peruana sin papeles, ha tirado hacia los trabajos clandestinos. Algunas consiguieron trabajos en el sector público. Hasta que cambió el gobierno de turno.

Seis dramas, recoge de muchos otros dramas en una Argentina donde hoy en día, según la Universidad Católica Argentina, el 54,6% de la población vive en la pobreza. Pero nuestras protagonistas lo hacen cantando, bailando y tocando cumbias y rock'n'roll (con el apoyo de una excelente profesional, Inés Copertino). La música envuelve el drama haciéndolo digerible e insufla vitalidad a las olvidadas que desprenden ternura cuando hablan de los hijos o de los perros, que valoran a la familia como el único reducto de seguridad y que comparten el miedo cotidiano de la cárcel con el de ahora cuando se les acerca un policía. El miedo es como los tatuajes, está ahí para siempre. En el escenario son actrices, son músicos, son bailarinas, y su vida parece haber cambiado… temporalmente, claro. Lo saben. Pero es cuando duermen que pueden soñar.

Pobreza, exclusión, resiliencia, energía, simpatía en un cóctel escénico que recibe el aplauso unánime de un público burgués en un teatro burgués de una sociedad burguesa que recompensa el esfuerzo de los olvidados con los que no querría tener muchos otros tratos. Una propuesta coproducida por una veintena de escenarios europeos que plantea reflexiones similares a las de los freak shows de los años veinte del pasado siglo.

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