María Dueñas: "Podría haber tenido una existencia más relajada, pero he preferido seguir escribiendo"
Escritora. Estreno 'El tiempo entre costuras, el musical'
BarcelonaMaría Dueñas (Puertollano, 1964) era una desconocida hasta que en el 2009 irrumpió en el panorama literario con El tiempo entre costuras (Planeta) y se convirtió en un fenómeno editorial con millones de libros vendidos y traducida a treinta y cinco lenguas, incluido el catalán (con traducción de Núria Garcia Caldés). Ahora la historia que la catapultó vuelve a entrar en escena porque la productora Beon. Entertainment le ha dado forma de musical, una superproducción multipremiada compuesta por Iván Macías y escrita por Félix Amador, y que puede verse hasta el 5 de noviembre en el Teatre Apolo de Barcelona. De hecho, la escritora nunca ha dejado de lado las aventuras de la protagonista y publicó el año pasado la secuela, Sira (Planeta).
¿Es como cuando los cantantes deben cantar el hit que les catapultó a la fama en todos los conciertos?
— Sí, pero nunca me he despegado de El tiempo entre costuras. Convivo con todas mis novelas. Siempre están vivas y no porque venga otra deja en el olvido la anterior.
¿Cómo ha participado en el proceso del musical?
— Me hace la propuesta Iván Macías, que es el compositor musical. Estábamos en pandemia, no sabíamos qué pasaría. Era una idea que ya estaba madurada y me pareció muy sólida. Me gustó que me alargara la mano a la participación en lo que yo quisiera. No pretendía comprar derechos y dejarme fuera, todo lo contrario. Acepté porque me pareció que existía seriedad.
¿Qué ha decidido?
— He tenido que intervenir muy poco porque lo han hecho muy bien, y eso que soy bastante crítica y controladora. A medida que iba componiendo la música me iba enviando audios y yo iba sabiendo tema a tema cómo iba trabajando. Me enviaron el libreto de Félix Amador, que hacía una síntesis de la novela y que me pareció excelente. Porque esto para mí es fundamental: respetar la novela.
¿Ha sido parecido a cuándo se trasladó al formato serie en Antena 3?
— Ha sido más sencillo porque esto es una función única, y la serie eran 10 capítulos de 70 minutos cada uno. Era más complicada la negociación con los guionistas, en buen sentido. La televisión busca que todo sea espectacular por llamativo, emotivo, inquietante, y es complejo. Y todo cuesta dinero y está muy medido, existe un número de escenas y ambientaciones concretas. Estuvimos meses con los guiones, fue un proceso largo. Pero bueno, ahora haremos Sira con la propia productora, y probablemente habrá una pareja de baile de alguna plataforma. Los protagonistas en la medida de lo posible serán los mismos.
Han condensado la novela en dos horas y media de musical.
— Está toda en esencia. Es algo que dicen mucho los espectadores que le han leído.
¿Qué es lo que más le gusta? El vestuario y la escenografía son impactantes.
— El vestuario es maravilloso. Lorenzo Caprile y Marietta Calderón han hecho un trabajo, porque solo Sira tiene como veinte cambios, y la magia es hacerlo en segundos. La música es muy bonita y la historia está muy bien hilada. Al principio, la escenografía me chocaba. Yo decía: más palmeras, más Marruecos. Pero estéticamente es muy bonito lo que han hecho.
Está de gira.
— Hemos empezado en Málaga y Cádiz, y ha sido un exitazo. La gente protesta porque se queda sin entradas. Sold out absoluto.
Luego el musical sigue viajando, incluso a Canarias, pero usted no irá, y a Barcelona, sí.
— Me encanta Barcelona. Para empezar ni El tiempo entre costuras ni ninguno de mis libros existiría sin Barcelona porque de Barcelona era mi agente, Antonia Kerrigan, que fue la primera que apostó por la novela, y ahí está Planeta, mi editorial. Barcelona es la ciudad mítica del libro en España. Las grandes editoriales, los mitos de la industria literaria, están aquí. Vengo mucho, es muy viva y muy grata en todos los sentidos. Es una alegría que el musical esté ahí y, además, con el reto que me dicen que Barcelona no es una ciudad de musicales.
¿Cuál es la clave del éxito de El tiempo entre costuras?
— No tengo una fórmula, sé lo que me cuentan los lectores, y no existe una razón única. Existe un ambiente de Madrid de preguerra, de Segunda Guerra Mundial, Marruecos, presencia europea, española y marroquí, de los años de administración internacional, que le da un carácter atractivo y estético. El glamour y la guerra mezclados con conspiraciones y espionaje es una atmósfera que gusta mucho y, después, está la protagonista, que es casi una antiheroína, una chica muy humana, vulnerable e inocente a la que la vida empuja a hacer cosas que nunca estuvieron entre sus objetivos. Esto desarrolla en lectores y espectadores una sensación de empatía.
Lideró las listas de más vendidos durante años, pero escribió otras cuatro novelas y sigue siendo profesora.
— Hombre, no me da para vivir de las rentas.
¿No?
— Nunca me he parado a pensarlo, pero no creo. Pero es que tampoco me apetece dejar de escribir. Podría haber tenido una existencia más relajada, pero he preferido seguir escribiendo. Es muy gratificante.
No hay muchos fenómenos literarios de ese tamaño.
— Es un privilegio absoluto y, además, con el buen sabor de boca que te deja saber que han sido los lectores quienes lo han hecho posible, porque cuando yo publiqué la novela, la crisis estaba asomada y había otras tendencias en literatura. Se llevaba la novela negra nórdica, que nada tiene que ver con lo que yo escribo. Yo era una total desconocida y fue el eco contagioso de los lectores el que hizo crecer el libro.
Desde una sociedad polarizada como la actual es fácil fijarse en que en la obra no se habla ni de buenos ni de malos.
— No he querido incidir en esta polarización porque todo el mundo sufrió de algún modo la guerra en ese momento. Fue una tragedia para todos, aunque después hubo unas connotaciones políticas. La madre de Sira habla del horror de no tener para comer, del miedo a no saber si puedes ir por la calle para que, seas de uno u otro bando, te puede caer una bomba encima.
¿Existe algún hecho autobiográfico?
— No, hay mucho histórico: Beigbeder, Rosalinda Fox y la visita de Serrano Suñer a Tetuán. Todo es veraz, documentado, investigado y tratado rigurosamente.
¿Cómo se vivió en Tetuán?
— Fue un territorio muy entrañable para mucha gente. Junto a una España muy pobre y austera, allí se vivió algo mejor, con mayores comodidades y mejores sueldos porque había muchos funcionarios y militares. La gente trabajaba y los niños iban a la escuela, era una vida normal. Así como Tánger era más glamuroso porque había mucha banca y empresa privada, Tetuán era más castizo.
Incorporando una mirada feminista tal y como la entendemos en la actualidad, dan ganas de sacudir a Sira, que al principio se deja llevar por la decisión de un hombre.
— Totalmente. En la segunda parte, la novela Sira, la aprieto un poco más. Lo que quería era mostrar la vida como era entonces. La palabra feminismo no estaba en boca de nadie, quizá de las feministas, pero eran un grupo muy concreto y muy significado, y se las veía como unas exageradas y unas locas, casi. El mundo no tenía la apertura que tiene ahora, por desgracia, pero aun así he querido crear un personaje que crece constantemente.
De hecho, es una emprendedora soltera que vive varias historias de amor, seguramente una mujer excepcional para esa época.
— Por eso escogí el mundo de la costura, porque era uno de los pocos que podía darme credibilidad para que ella ascendiera profesionalmente, porque sí había modistas y tenían sus negocios. La vida la va arrastrando hasta el final, cuando vemos a una mujer solvente, segura de sí misma.
¿Nos representa como mujeres?
— Sí, lo que ocurre es que ahora partimos de una posición mejor, aunque nos queda mucho por ganar.