La trampa de los falsos castings

Varias actrices explican los engaños y abusos que vivieron en los primeros años de su carrera

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Una chica de espaldas a un escenario

BarcelonaIrene acababa de cumplir 18 años cuando la llamaron para hacer un casting para un cortometraje. La citaron en el Centre Cívic de Premià de Mar y fue con sus padres, a pesar de que ellos se quedaron afuera. Adentro la esperaba un chico con una cámara. Primero le hizo interpretar una escena sin texto y después le pidió que se quitara la camiseta. Ella se negó. Él le preguntó: “¿Tendrías problemas para darte un beso conmigo?”, se levantó y la besuqueó. Al acabar, le dijo que la cogería para el papel. “Primero salí contenta, pero después tuve la sensación de que todo era mentira”. El chico volvió a contactar para pedirle fotografías en las que saliera desnuda de cintura para arriba, pero ella ya vio que la estaba engañando, que no había ningún proyecto detrás, y lo amenazó con denunciarlo. “A partir de entonces miro muy bien quién hace los castings”, explica Irene.

Su experiencia no es un hecho aislado. Son muchas las actrices que a lo largo de su trayectoria se han encontrado con supuestos directores y productores que les pedían que se desnudaran o que los sedujeran bajo la falsa promesa de un proyecto audiovisual o teatral. Algunos también les han tocado los pechos por debajo de la ropa sin su permiso. La mayoría de ellas lo han vivido durante los primeros años de la carrera, cuando todavía no tenían mucho experiencia profesional y no podían rechazar un posible proyecto porque necesitaban hacer currículum. 

Núria recuerda que en 2015 un actor y guionista la citó para un casting en Barcelona para una obra de teatro. “Estaba él solo, me dijo que los directores no podían estar. Había una cámara en la sala, pero no la puso en marcha”, explica Núria. El hombre le pidió que interpretara el papel de una mujer seductora y que ligara con él. “Me senté encima de él y me quité una camiseta –llevaba otra debajo–. Entonces me puso la mano bajo el sujetador y me tocó el pecho”, explica la actriz, que lo frenó. “Me acusó de provocarlo y me dijo que no servía para el papel. Era una contradicción. Lloré mucho”, explica. Más tarde Núria contactó con los directores del espectáculo y le dijeron que ya tenían a la actriz elegida y que no sabían nada de ese casting. 

Laura vivió una situación similar con un fotógrafo cuando tenía 19 años. El hombre la citó en el centro de Barcelona, pero después le dijo de ir a su casa para que le hiciera de modelo para unas fotos, teóricamente para una exposición. “Me hizo dos fotos con una cámara pequeña y dijo que ya lo tenía. Entonces me empezó a hacer un masaje, me quitó la camiseta, se acercó mucho y me intentó desabrochar el sujetador. Noté que tenía una erección y empecé a sentir miedo. No sabía qué hacer”, explica. Esa experiencia le dejó una marca psicológica que no ha podido borrar. “Sentía asco, no quería saber nada de mi cuerpo”, explica.

Los falsos castings son una práctica que existe en el mundo de las artes escénicas, si bien el propio sector la intenta combatir. Cuando se han encontrado en alguno, algunas de las actrices han alertado a través de la Associació d'Actors i Directors Professionals de Catalunya. 

“Cuando lo vives, te das cuenta de que los actores y las actrices somos un colectivo vulnerable. Tenemos muy poca información previa de los castings a los que vamos, salvo que haya una productora grande detrás”, dice Maite. La ilusión y el entusiasmo intrínsecos en la profesión también les pueden jugar en contra. “Somos un sector en el que hay poco trabajo y muchas ganas de trabajar, y hay personas que se aprovechan de ello. Cuando te ponen delante un supuesto proyecto que parece potente, puede costar ser frío y analizar lo que está pasando realmente”, añade.  

Productores y directores

Pero algunas actrices también han sufrido abusos de carácter sexual en los castings con un proyecto real detrás. A Garazi la citó un productor en su despacho para hacer una prueba para un anuncio. La hizo sentarse en el escritorio y le habló de una escena con un pintor que pinta a una chica desnuda. Le preguntó si ella sería capaz de hacerlo y le pidió un vídeo desnuda. La actriz se negó y él se le acercó y le acarició el muslo. “Era una productora de verdad. Esto lo hacía todo más extraño”, subraya Garazi, que consiguió frenar al productor. Más adelante la volvió a llamar para pedirle que improvisaran la escena. “Me dijo que lo tendría que hacer en ropa interior, o irme quitando la ropa. Aquí dije basta”, señala la actriz. Al final el anuncio no se hizo y ella se sintió “engañada”. 

Ariadna lo sufrió con un director europeo de más de 50 años. La hizo ir a Londres y, después de un primer encuentro, él le sugirió verse al día siguiente en su habitación de hotel. “Y te hago un masaje”, le dijo. A partir de aquí, y jugando con la incógnita de si el proyecto salía adelante, le enviaba mensajes diciéndole que le gustaba. Otro día, un productor, en una discoteca, le soltó: “Yo para saber si una chica es buena actriz, necesito darle un beso: así veo cómo se expresa”. Ella le respondió con ironía: “¿Con los hombres también necesitas hacerlo?”.

Ann consiguió un casting para un proyecto audiovisual con un director. “Me dijo que rodaríamos y ensayamos solo en su casa. Era una escena de violación. Él se puso en el lugar del actor y hubo contacto. Fue muy incómodo, me estaba engañando”, recuerda la actriz. Después el director le pidió recurrentemente que se grabara desnuda. “¿Qué ha hecho con esos vídeos?”, se pregunta ahora Ann. Entonces tenía 19 años. “Cuando pasaba no sabía si era normal o no, pero después me sentí muy frágil. Ahora este director me da asco”, dice.

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