Literatura

Maria Barbal: "Tuve una niñez feliz y ahora quiero recuperar la luz"

Escritora. Publica la novela 'Al llac'

4 min
Maria Barbal

BarcelonaLírica, breve y reflexiva. Así se puede describir Al llac, la última novela de Maria Barbal (Tremp, 1949), en la que la escritora rescata un paisaje de niñez, el pantano de Sant Antoni, donde se bañaba los días de verano con su familia y sus amigos. Un recorte de vida vivida le permite imaginar el periplo de siete personajes que pasan un domingo en la orilla del agua: entre ellos hay mujeres decididas como Lídia, Milagros y Marieta, hombres torturados como Toni y Joaquim y dos criaturas, Nora y Quim. La jornada transcurre relajadamente –a pesar de que con alguna tensión medio sepultada– hasta que un accidente hace tambalear los protagonistas. Con Al llac (Columna, 2022), Barbal confirma el buen momento creativo por el cual pasa: Tàndem, la novela anterior, recibió el premio Josep Pla 2021, y poco después la trayectoria de la autora de Pedra de tartera fue reconocida con el premio de Honor de las Letras Catalanas.

Tàndem explicaba la historia de un hombre y una mujer maduros que se enamoraban. En esta nueva novela, Al llac, hay una mirada a la niñez a través de una niña de 12 años, Nora. ¿Por qué?

— Este libro persigue, de alguna manera, la luz de la niñez. Lo hago a partir de un personaje, Nora, que empieza a sentirse libre y que está un poco distanciada de sus padres. La historia central pasa un domingo, el día que ella hace una actividad que la ilusiona: va al lago, o pantano, de Sant Antoni con Lídia, una amiga de su madre; Joaquim, que trabaja en la zapatería del marido de Lídia, y su familia.

Transcurre a principios de la década de los 60. En aquellos momentos, usted tenía la edad de Nora.

— En Tremp era muy normal que pasáramos los días de fiesta en el lago. En los años 60 era una actividad más esplendorosa que ahora: se tenía que preparar la comida, coger el tren... se llegaba poco a poco. En aquella época, cuando yo iba al lago me lo pasaba bien. Aprendí a nadar, pero nunca viví nada tan determinante como lo que pasa en la novela. Mientras escribía el libro, el interior de los personajes me fue llamando la atención cada vez más. Son hombres y mujeres corrientes, no son meditativos ni tienen trabajos muy interesantes. Pero esconden ilusiones y sombras. Tienen cosas que decir.

Esta novela es una manera de volver al pasado a través de la ficción.

— Una novela te permite reelaborar un momento y un lugar en los cuales viviste y darles una forma y un relevo diferentes. Mientras vives, el paisaje es plano. Cuando lo vuelves a mirar a través de las palabras marcas unos detalles y unos pensamientos. Gracias al ejercicio de escribir añades una mirada diferente de la realidad que habías conocido.

¿Habría escrito Al llac si su niñez hubiera sido desafortunada?

— No lo creo. Tuve una niñez feliz y ahora he querido recuperar la luz.

El libro combina esta luz con algunas tensiones. ¿Estas tensiones unen a los personajes?

— No los unen: las tensiones los vinculan, eso seguro. La historia que explico parece muy fácil de entender, es el intento de escribir unos hechos en positivo, transcurre un día de fiesta y diversión que tiene un final inesperado. Una sola jornada puede contener todos los ingredientes del ser humano, las alegrías y los deseos, pero también las dificultades para ser feliz.

Nora es la hija que Lídia no tiene. Al llac nos muestra varias maneras de ser madre y padre.

— Toni, el marido de Lídia, tiene un deseo de paternidad muy subrayado, pero no tiene hijos biológicos con Lídia. Cuando adoptan a un niño más adelante tampoco aciertan. Entonces te das cuenta de que a él le gustaban los niños pequeños: solo cuando los podía dominar. Lídia, en cambio, sí que se entiende con la criatura.

En el libro no hay una idealización de los hijos. Joaquim y Marieta tienen a Quim y recuerdan el pequeño infierno por el cual han pasado.

— El niño habría podido ser un motivo de felicidad, pero se convierte en un conflicto entre ellos dos.

Este niño es lo que hace madurar de golpe a Nora.

Al llac es un intento de explicar la ruptura con la niñez.

A partir de aquel día, el sentimiento de culpa la acompañará, pero no por nada que haya hecho, sino por un pensamiento.

— El pensamiento que tiene la desatina completamente. Se dice que, si fuera por ella, Quim ya se podría ahogar... Más tarde, después del accidente, los adultos la aplauden porque ha salvado al niño, pero ella está llena de desazón y de culpa, porque justamente había deseado lo contrario.

El título es un guiño a la novela Al faro, de Virginia Woolf. ¿Ha sido importante para usted?

— La idea del libro fue muy libre y personal. En paralelo hubo la lectura de la novela de Woolf, quizás la que más me interesa de ella. Los personajes tienen una intensidad especial que te desconcierta. Como lector no los llegas a captar nunca. Creo que la intriga no es voluntaria, sino que la mente de la autora funcionaba de este modo tan especial. La niñez y la idea de crecer está presente tanto en la novela de Woolf como en la mía.

La manera de jugar con el tiempo dentro del relato y la importancia de la interioridad de los personajes me ha recordado a Alice Munro.

— La he leído mucho, también. Y me gusta. Otra autora que he tenido presente estos últimos años es Elizabeth Strout. Olive Kitteridge y Luz de febrero me impresionaron.

Tàndem transcurría en Barcelona. Al llac vuelve a Tremp, escenario del ciclo del Pallars.

— Al ciclo del Pallars estaba Pedra de tartera [1985], Mel y metzines [1990] y Càmfora [1992]. Después se añadieron País íntim [2005] y A l'amic escocès  [2019]. Para mí, Al llac no forma parte. Solo coge aquel escenario para explicar otra historia.

Quizás algún lector se sentirá identificado con los personajes, como pasaba con Pedra de tartera.

— Es posible. A veces se ha dado que algunos lectores se sentían interpelados o relacionados con algunos de mis personajes y cuando me lo vienen a decir tiene un punto angustioso. No sé muy bien cómo reaccionar, porque esperan que dé una respuesta real a una cuestión que para mí es prácticamente ficticia. Aunque escribamos desde la experiencia y el conocimiento, transformamos los personajes, con la intención de que la literatura sea más interesante que la vida.

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