'La vampira de Barcelona' no se come a 'Las niñas' en los premios Gaudí
Las películas de Lluís Danés y Pilar Palomero triunfan en una gala ágil y ligera
BarcelonaLas niñas hacen frente a La vampira de Barcelona. Con cuatro premios, incluidos el de mejor film en lengua no catalana y dirección, la película de Pilar Palomero sobre el difícil tránsito a la edad adulta de una niña de colegio de monjas en la Zaragoza del 1992 ha resistido el impulso inicial del film de Lluís Danés, que en mitad de la gala de los Gaudí –celebrada este domingo en el Auditori del Fòrum– había ganado cuatro premios por solo uno de Las niñas. Finalmente, el retrato desmitificador sobre Enriqueta Martí, figura tétrica de la crónica negra de la Barcelona modernista, ha obtenido cinco premios, cuatro técnicos y el de mejor película. Martí fue acusada por la prensa de la época –injustamente, según Danés– de haber secuestrado y asesinado a una docena de niños, así que hay cierta justicia poética en que Las niñas de Palomero escapen a su mordisco.
En realidad, el empate técnico entre los films de Danés y Palomero se decanta a favor de la directora aragonesa por la relevancia del Gaudí a la mejor dirección. Ella es la quinta mujer que lo gana por ocho victorias masculinas. En este sentido, los Gaudí deben de ser unos de los premios más paritarios de Europa, si no del mundo. Palomero ha obtenido en los Gaudí un éxito que redondea un año casi perfecto, con triunfos en el Festival de Málaga, los Feroz, los Forqué y los Goya. Para La vampira de Barcelona, en cambio, el éxito en los Gaudí representa un empujón necesario para una propuesta muy a la contra dentro del cine de autor catalán, que se desmarca del naturalismo imperante con una apuesta por el artificio y la teatralidad.
Los documentales rompen el techo
Pero en esta edición tan extraña y pandémica, el triunfo en los Gaudí no ha sido exclusivo de Las niñas y La vampira de Barcelona, sino que lleva también el nombre de Nuria Giménez Lorang, la directora del documental de creación My mexican bretzel, que ha hecho historia al ganar el premio a mejor documental pero también el de montaje y guion, los dos para Giménez Lorang –el de montaje compartido con Cristóbal Fernández–. Garbo, l'home que va salvar el món ya ganó el premio de guion en 2010, pero es la primera vez que un documental gana tres premios en los Gaudí. El premio a la música original también ha sido para un documental, Niños somos todos, sobre el Niño de Elche. Todo ello obliga a preguntarse qué habría pasado si se hubiera inscrito My mexican bretzel en los premios como película de ficción, una posibilidad que habría permitido su naturaleza híbrida: las imágenes del film son reales –de los abuelos de la directora–, pero la historia que explican los subtítulos es una construcción ficticia. Lo que está claro es que el techo de cristal de los documentales tiembla con estos premios, que no son un caso excepcional, sino que llegan después de los dos del año del descubrimiento en los Goya y los tres de Adolescentes en los César.
La noche ha arrancado con mal pie cuando un presunto Josep Maria Mainat ha sido asesinado por lanzamiento de butaca que ha dejado la gala huérfana de presentador y ha obligado a un regidor a hacer los honores. El gag ha funcionado de aquella manera, pero la ausencia de presentador ha hecho que la ceremonia fuera como una bala. Tanto, que en veinte minutos ya se habían entregado cinco premios y Rigoberta Bandini había reinventado el Qualsevol nit pot sortir el sol de Jaume Sisa en una actuación de un barroquismo escénico muy adecuado para una gala de premios. Como se había anunciado, no ha sido una gala solemne y las reivindicaciones habituales se han mezclado con el humor en el vídeo inicial de Enric Auquer, el número de las cómicas Elisenda Pineda, Elisenda Carod y Charlie Pee y un Andreu Buenafuente menos arriesgado en el monólogo que en su adaptación del famoso gag de las onomatopeyas de Pepe Rubianes. La sombra de la pandemia se ha colado solo en alguna dedicatoria sentida a familiares muertos por covid el año pasado, como la de Lluís Danés y la de Mercé Paloma, que ha recogido su quinto Gaudí por el vestuario de La vampira de Barcelona. Y estilosa como siempre, Carme Elias ha agradecido el Gaudí de Honor con un discurso sobre el oficio de actor y sus retos, regalos y tesoros. Lo ha dedicado a toda la gente del cine, al público y “a las personas encarceladas injustamente por expresar sus opiniones”.
Uno de los riesgos asumidos por la Academia a la hora de sacar adelante unos premios presenciales en medio de una pandemia era no poder contar con todos los nominados en la gala. Esto ha pasado con tres de los cuatro intérpretes premiados, que no han podido recoger su premio: Verónica Echegui por su papel en el triángulo de culpa, amor y perdón de L'ofrena; Antonio San Juan por el vecino desinhibido y poliamoroso que interpreta en Sentimental –y por el que ya ganó el Goya–, y Mario Casas, que con su primero Gaudí por el descarnado thriller No matarás confirma el reconocimiento de la profesión a un actor que se ha ganado a pulso el respeto artístico que sus inicios como ídolo juvenil parecían negarle. ¿Es demasiado temprano para empezar a hablar de él como nuestro Robert Pattinson? Casas y Echegui han enviado un vídeo para agradecer el premio, pero el Gaudí de San Juan lo han recogido entre risas Javier Cámara y Willy Toledo, que haciendo broma ha recordado que "los actores que no han venido son los españoles”. Quien sí estaba en el Auditori del Fòrum era Candela Peña, que ha roto el protocolo repartiendo abrazos a diestro y siniestro en su explosivo ascenso al escenario para recoger el premio a mejor actriz por La boda de Rosa. "Gracias a todas las mujeres que nos responsabilizamos de nuestras vidas –ha dicho la de Gavà–. Asumimos la responsabilidad como yo asumo que el premio es mío y me lo llevo".