"En Venecia puedes comprar pizza pero no ropa interior"
Donna Leon celebra 30 años del comisario Brunetti con 'Dad y se os dará'
Donna Leon cumplirá 80 años el 28 de septiembre y está pletórica . Es feliz en su "matrimonio" con el comisario veneciano Guido Brunetti y se lo pasa muy bien escribiendo y siendo libre: "Lo mejor del éxito es que te permite pasártelo muy bien y hacer lo que quieres", dice telemáticamente desde su casa, en un pequeño pueblo de Suiza, donde marchó después de años de vivir en Venecia. La escritora publicó el primer caso de Brunetti, Muerte en La Fenice (Edicions 62/Seix Barral), en 1992, y treinta años después ha llegado a las librerías el 31º caso del comisario veneciano: Dad y se os dará (Edicions 62/Seix Barral), con traducción al catalán de Núria Parés Sellarés y al castellano de Pilar de Peña Minguell.
"El nuestro es un matrimonio feliz", dice con la socarronería habitual. Leon pide a los periodistas que se imaginen que a una mujer le proponen volver treinta años atrás y cambiar lo que quiera de su marido o compañero. "Yo tuve la opción de hacer con él lo que me dio la santa gana, decidir características, personalidad, gustos, si era amable con los niños, qué familia tenía... y lo hice bien, porque 32 libros después [ha acabado el 32º pero todavía no lo ha publicado y ya tiene una idea para el 33º, que saldrá en 2024] no le encuentro ningún error, no hay nada que no me guste, lo adoro, me podría enamorar". Tan solo le encuentra un defecto, pero lo arregló en Esclavos del deseo (2021): "Él tenía perjuicios con los italianos del sur, ha sido racista novela tras novela, pero lo hice reflexionar sobre su racismo en la anterior novela".
En Dad y se os dará, el comisario, casado con una profesora de literatura inglesa y con dos hijos, continúa sacando a la superficie todo lo que se mueve en el alcantarillado de la aparentemente idílica Venecia. En este caso se adentra en el mundo de las fundaciones y de las ONG que esconden no muy buenas intenciones. Es una Venecia pandémica, sin turistas, donde bares y restaurantes han sufrido por culpa de las restricciones, y donde se mantienen las distancias sociales. "No creo que la pandemia nos haga mejores personas. Las cosas malas no acostumbran a mejorar las personas, en todo caso lo hacen las buenas", opina la autora.
Leon marchó de Venecia, donde vivía desde 1981, porque ya no podía más con el turismo de masas. "Son 50.000 habitantes en el centro histórico y 3 millones de turistas, los residentes están sobrepasados y tienen siempre las de perder", reflexiona, y enumera todo aquello que la expulsó de la ciudad italiana. "El turismo ha transformado la ciudad, como también se ha cargado la Rambla de Barcelona, pero no Barcelona –dice–. En Venecia no es fácil conseguir mesa en un restaurante o encontrar un zapatero, necesitas un botón y no sabes donde irlo a comprar. Ha perdido todas aquellas cosas que mantienen una ciudad viva. Venecia se va muriendo porque es como ir de compras a Disneyland: puedes comprar un helado, espaguetis de aquellos que te puedes comer por la calle, una pizza... pero no puedes comprar ropa interior", añade.
Sin móvil y desconectada de la vida moderna
En esta nueva novela aparece a menudo la infancia de Brunetti y sus orígenes humildes. Leon cree que en cierto modo puede ser verdad el sueño americano de hacer mucho dinero vengas de donde vengas, pero lo que no es tan fácil es ser feliz si se viene de una familia violenta o infeliz: "Si nacemos y crecemos en una familia donde no hay afecto, tenemos desventaja; esto tiene un impacto tremebundo", asegura. En Dad y se os dará, la escritora habla de la Orestíada, la trilogía de obras dramáticas de la Grecia antigua de Esquilo que narran el regreso de Agamenón en Argos, después de la Guerra de Troya. En el palacio se encuentra a su esposa, Clitemnestra, que ha planeado matarlo como venganza por el sacrificio de su hija, Ifigenia. Si en una página habla de Clitemnestra, un personaje que Leon adora, en la siguiente aflora Netflix. Pero la escritora prefiere claramente las tragedias griegas; ni siquiera tiene móvil: "Estoy en desventaja, porque estoy desconectada de la vida moderna. Sé qué son el Facebook, el Instagram o el TikTok, pero no tengo, desconozco mucho los hábitos, los gustos y el argot de la vida moderna. Talvez hay cosas que me gustarían, pero las desconozco, soy una ignorante; es como si viviera en el siglo XIX".
Leon tiene una gran capacidad para indignarse y esto acaba estallando a su literatura. En cada novela aparece alguna injusticia. Brunetti se asemeja a su creadora: se exaspera con las injusticias. No soporta quienes abusan, quienes se aprovechan de su fuerza para obligar a los más vulnerables a hacer cosas que no quieren hacer, esto le enfurece. De hecho, Dona Leon entiende mucho mejor a quienes roban que a quienes abusan: "Talvez es porque siempre he sido pequeñita. A quienes somos más bajitos a veces nos cuesta más que nos hagan caso. No soporto a quienes abusan, me enfurece –explica–. Si hubiera sido más alta, seguramente no habría hecho carrera como escritora".