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El Barça tampoco encuentra la felicidad en el purgatorio de la Europa League y se complica la vida contra el Nápoles (1-1)

Dominio sin puntería de un equipo que necesita un polémico penalti para evitar caer contra los italianos en casa

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Ferran Torres, celebrando el gol del empate del Barça contra el Nápoles

BarcelonaEl purgatorio del Europa League no ha recibido con los brazos abiertos al Barça. El equipo de Xavi, sin puntería y un poco revolucionado, topó con un Nápoles con mucho oficio complicándose la vida ya en el partido de ida (1-1). Tocará remar contra corriente en el Diego Armando Maradona, si se quiere purificar el alma, si se quieren expiar los pecados después de tantos años de ir perdiendo el crédito en la Champions. A Xavi le toca recuperar la dignidad azulgrana, empezar de nuevo. Pero sin red de seguridad todo cuesta demasiado y su equipo todavía se encuentra en aquella fase de las insinuaciones, de los detalles. Todavía es un proyecto, justo cuando el calendario se vuelve exigente.

El Barça no se siente cómodo en la Europa League. Todo parecía extraño: El horario y este himno que parece propio de un desfile de moda. En el fondo nadie quería estar aquí. Después de tantos años en la Champions, este torneo parecía como ir a un curso de verano para recuperar las asignaturas pendientes, cuando tus amigos están de vacaciones. Pero el equipo de Xavi no tuvo suerte en el sorteo. Si en el Camp Nou había algo de Champions, era el rival. Un Nápoles que lucha para ganar la liga italiana con las ideas muy claras. El equipo de Spalletti es de aquellos que sabe sufrir cuando toca, pero te pincha cuando te despistas. Tienen las armas para hacerlo, con Fabian cuidando la pelota en medio del campo, Zielinski a una banda e Insigne, que parece jugar a fútbol como si estuviera haciendo toques con una naranja por las calles de los quartieri spagnoli de Nápoles. Un buen equipo, que acabó sufriendo mucho contra un Barça con mucho corazón, pero poco acierto.

Xavi removió un poco el equipo, después de dolor de estómago del derbi. Situó a un Aubameyang bastante gris por el medio, abriendo el campo con Ferran Torres y Adama Traoré. Con Busquets y Gavi descansando en el banquillo, en medio del campo les tocaba mandar a Frenkie de Jong, Nico y Pedri. No acabó de funcionar, a pesar de que Nico siempre deja regalos a la vista de los aficionados. La pelota era siempre azulgrana, pero las piernas de los futbolistas azulgranas parecían rígidas, sin magia. No, el equipo no se sentía cómodo, buscando una y otra vez a Adama, defendido siempre por dos italianos que parecían guardaespaldas. Y cuando los napolitanos cometieron algún error, Ferran Torres controló mal la pelota, chutando a las nubes. Un mal control, la pelota que rueda algo más de lo que toca... y se pasa del cielo al infierno, puesto que del posible gol local se pasó al gol partenopeo, cuando Zielinski aprovechó la banda de Jordi Alba para batir a Ter Stegen. Pudo chutar dos veces, el polaco. En la primera Ter Stegen le ganó el duelo, en la segunda no. El Nápoles ya tenía su gol y el Barça, más presión sobre sus espaldas. No ayudaba el arbitraje de Kovacs, muy permisivo. El equipo de Xavi, de repente, veía enemigos en todas partes. En los rivales, en el arbitraje, en el cronómetro y también en casa, tendiendo a cierto desorden cada vez que Frenkie De Jong iba arriba y abajo, un poco perdido. No, el Barça no tenía el día.

Xavi, con Aubameyang durante el Barça-Nápoles

Durante la primera parte, los pies de los jugadores parecían estar en huelga, como si se negaran a jugar nada que no sea la Champions. Lástima que en la Champions, ya se encadenan unos cuántos años de decepciones. Y ahora que tocaba bajar al piso de abajo, el equipo tampoco se salía con uno de aquellos guiones que se ha visto tantas veces: posesiones largas y los guantes de Meret, portero italiano, muy limpios. Bien cierto es que el Nápoles, más allá de alguna carrera de Osimhen donde sacaba de quicio a Eric Garcia, tampoco llevaba peligro. Pero los hombres de Spalletti ya habían hecho el trabajo y el Barça, no.

Luuk de Jong, más querido que Dembélé

Herido, el Barça se enchufó en la segunda parte. Unas gotas de Pedri, los primeros detalles de Aubameyang y el Nápoles entendió que le tocaría sufrir. Lo que seguramente no esperaban es que sería por unas manos que casi nadie vio, en directo. Una centrada de Adama tocó en la punta de los dedos de Juan Jesús. La pelota ni se desvió de su trayectoria, pero reglamento en mano, era penal. Y Ferran Torres se sacó la espinilla de la ocasión fallada en la primera parte convirtiendo a Meret en una estatua de mármol. Y Xavi entendió que era el momento de apretar más. De collar a los napolitanos, haciendo entrar a Busquets, Gavi y un Dembélé que se llevó un buen silbato, el día que volvía a jugar en el Camp Nou por primera vez después del serial sobre su posible salida del club. La afición se dividió, entre quien aplaudía para ayudar al equipo y quien se cobraba facturas con el extremo. Y el Nápoles iba ganando tiempo, conscientes de que el empate también les iba bastante bien, mientras el Camp Nou se dividía cada vez que Dembélé tocaba la pelota. Más de un italiano no debería de entender que hacía medio estadio silbado a un jugador del Barça, a pesar de que Dembélé silenció a los críticos con dos jugadas al final que casi acaban en gol. Cosas del Barça.

Pero no, el camino se complicaba. En unos 10 últimos minutos magníficos, el Barça siguió precipitándose contra una defensa muy ordenada donde la anarquía de Dembélé sabía encontrar huecos. Pero Luuk De Jong, ovacionado como si fuera un santo a quien encomendarse para pedir un milagro, pudo repetir su hito del derbi a pesar de intentarlo con una chilena espectacular cuando llevaba cinco minutos en el césped. Tampoco atinó Ferran, chutando al cielo solo ante Meret. Sigue sin puntería, el valenciano. Y el Barça, en general. Tocará picar piedra en Nápoles. Un escenario de Champions, para la procesión de la Europa League.

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