Peligro de contagio en el Barça

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Patri Guijarro atendiendo a los medios de comunicación antes del clásico.

No es esto, compañeros, no es esto. Cuando hablamos de paridad entre fútbol femenino y fútbol masculino queremos que ellas cobren un buen sueldo, como lo cobran ellos. Que ellas logren los mismos derechos que han alcanzado ellos. Que ellas puedan decidir como ellos. Que ellas tengan al alcance la misma tecnología que tienen ellos (¿cómo es posible que no haya VAR en el fútbol femenino?). Que a ellas se les dé el eco y la campaña de marketing y publicidad que se les da a ellos. Que a ellas se les contrate la seguridad y protección que se les contrata a ellos. En definitiva, que ellas sean ellos en todos estos aspectos, pero no en los vicios y malas praxis que les asociamos a ellos.

En el Barça, en cambio, parece que se haya extendido la paridad en un solo aspecto: se está blindando a las jugadoras. Se las está haciendo inaccesibles. Las aíslan. Las están deshumanizando, como si los ídolos no pudieran ser personas de carne y hueso. Ya hace años que los jugadores son inalcanzables y esta coraza se ha contagiado como una nueva variante del coronavirus al femenino. Para tener una entrevista con alguna de las jugadoras del primer equipo deben hacerse más instancias que para pedir una ayuda a la Generalitat. Y, como le ayuda, la entrevista rara vez llega.

Basta con analizar la actitud de Aitana Bonmatí, Mapi León, Claudia Pina, Salma Paralluelo, Fridolina Rolfö, Ingrid Engen y todas sus compañeras para comprobar que esto no es cosa suya. Cuando acaba un partido son las primeras en ponerse a firmar camisetas que les echan (muy a menudo chiquillos) desde las gradas del Johan Cruyff. Cuando ganan un clásico o un gran enfrentamiento no salen disparadas al vestuario; se quedan el rato necesario para agradecer el apoyo de los aficionados y hacen que su victoria sea también la nuestra. Cuando tienen día libre todavía te las puedes encontrar paseando como si nada por las mismas calles y comercios que pisas tú. Cuando las invitan a una gala llegan solas y cuando cruzan la mirada con un periodista no tienen problemas para contestar a preguntas, siempre que no tengan cerca a alguien que se lo prohíba.

¿Por qué, pues, la estrategia de comunicación del Barça va en contra de todo esto? ¿Qué le da miedo al club? ¿Que digan cosas que no han de decir? ¿Que levanten la voz para reclamar lo suyo? ¿Que realmente se las acabe valorando cómo se les valora a ellos? No entiendo el problema ni la actitud. Se está perdiendo una oportunidad para corregir lo que se ha hecho mal con el fútbol masculino. Los han puesto dentro de tal burbuja que parecen dioses y no jugadores. El Barça femenino ha conseguido que gente que no seguíamos el fútbol nos empezamos a aficionar, y es gracias a su talento y esfuerzo. La táctica en el terreno de juego es impecable. Que no lo estropee ahora la táctica comunicativa.

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