Un Barça con pies de barro queda contra las cuerdas en la Copa (2-0)
El Sevilla, calculador, supera dos veces a una defensa llena de bajas en el partido de ida de las semifinales
Enviat especial en SevillaEl Barça tiene los pies de barro. El equipo de Ronald Koeman queda contra las cuerdas en la Copa del Rey, el torneo en el que había depositado tantas ilusiones, obligado a quitar el polvo a los viejos manuales de remontadas en el estadio si quiere estar en la final. Sin hacer nada del otro mundo, el Sevilla dejó la eliminatoria muy complicada aprovechando las bajas en defensa de un Barça que habría merecido una mejor suerte. Pero sus ataques no pudieron con la defensa del equipo de Julen Lopetegui, que planificó el partido como si fuera una hoja de Excel, con la calculadora, dosificando los ataques y priorizando no recibir goles. Le salió bien al técnico vasco (2-0).
Mirando la defensa, cogida con pinzas, a buen seguro que Koeman tuvo la tentación de plantear el partido como si fuera un acto de supervivencia; intentando que la pelota estuviera bien lejos de Ter Stegen la mayor parte del partido, sin que pasaran muchas cosas. Pero echando un vistazo a los delanteros, con Messi y Pedri mirándose traviesos, el técnico neerlandés debía de tener tentaciones de ser más valiente. Al final, si marcas un gol fuera de casa en una eliminatoria, tienes el doble de premio. Tampoco Lopetegui lo tenía fácil. El cuerpo le pedía fiesta para poner en evidencia la línea defensiva catalana. Pero la cabeza le decía que era importante no recibir ningún gol en casa. Y, al final, el partido tuvo un poco de todo, diferentes fases y escenarios. Ahora la tocaba el Sevilla, un equipo con muy buen gusto futbolístico, ahora lo hacía un Barça que reclamó un penalti en la segunda parte. Y tal como quería Lopetegui, su Sevilla no recibió goles. El Barça, en cambio, se quedó con un palmo de narices, y recibió el 2-0 cuando parecía que volvería vivo al Camp Nou. Y todo cuando faltan pocos días para recibir al PSG.
Durante muchos años, los barcelonistas miraban la alineación del rival sin detectar a ningún futbolista con suficiente nivel como para ser titular en el Barça. Recuerdos del pasado. Entre las bajas y la mala planificación deportiva, la defensa que salió a jugar en el Sánchez Pizjuán, con Mingueza y Umtiti de centrales, y Junior Firpo en una banda, provocaba cierta desazón. En cambio, el Sevilla sale a jugar con un par de centrales, Koundé y Diego Carlos, destinados a ser vendidos a clubes más grandes los próximos años a cambio de mucho dinero. Y fue Koundé, descubierto por Monchi en el Girondins de Burdeos, quién batió al Barça en la primera parte. Después de robarle la pelota a Griezmann, burló a Busquets y, a continuación, en un gesto de calidad cruel, dejó en evidencia a Umtiti. Su chut no lo pudo parar Ter Stegen. Y Koundé fue mortificando a la defensa azulgrana con sus incorporaciones en ataque, puntuales como un reloj. Cada cinco minutos, se animaba a generar superioridades, inquietando a un Barça que sufría en defensa pero mordía en ataque. De hecho, Messi tuvo el 0-1 en las botas, pero por una vez no pudo batir a uno de los clubes a los que más veces ha dejado con un palmo de narices. El destino, travieso, quería que fuera Koundé, un defensa, el encargado de poner en evidencia la última línea azulgrana.
Después de vivir al límite en Cornellà, Vallecas y Granada, saltando al vacío sin red en eliminatorias a partido único, el duelo del Sánchez Pizjuán fue una batalla táctica que no acababa de estallar. El Sevilla no se animaba a someter a juicio a Umtiti y a un Mingueza muy serio. El Barça lo buscaba, pero sin perder la cordura, especialmente después de ver cómo En-Nesyri perdonaba el 2-0 en una acción en la que Umtiti demostró la sangre fría que no había tenido contra Koundé. La partida no se decidiría por jaque mate. Se trataba de zamparse peones. Solo Messi y un Dembélé incapaz de tomarse las cosas con calma, porque ha nacido para correr, intentaban romper la dinámica del partido. Griezmann, en cambio, no estaba.
El golpe de gracia de Rakitic
Pero a medida que iba pasando el partido, el Sevilla pareció dar por bueno el resultado, y se cerró en su área, de forma que cedió unos metros a la frontal que eran un regalo del cielo para Messi y compañía. De nuevo, Alba aparecía hasta la línea de fondo. Y De Jong iba moviéndose por la frontal, husmeando por si había alguna puerta abierta para hacer una de sus aventuras. Pedri, por una vez, fue desapareciendo, mientras Koeman no se atrevía a hacer cambios ofensivos. El Sevilla, de hecho, parecía renunciar a conseguir un mejor resultado. Una vez el catalán Joan Jordán se cansó, el Sevilla pareció no querer aspirar a terminar la eliminatoria en el Sánchez Pizjuán. En lugar de animarse al ver las bajas defensivas del Barça, temía a Messi. Pero era una trampa. Cuando parecía que el gol de Koundé sería el único en perforar una portería, el Barça chocó con la realidad. Con esta defensa, no puedes ir muy lejos. Y fue Rakitic, el ex jugador de turno, quien se encargó de acercar al Sevilla a la final con el segundo gol. El croata no lo celebró. Y al Barça le queda la épica. Le queda el retorno, cuando habrá recuperado efectivos, especialmente en defensa. La eliminatoria todavía no ha acabado. Con Messi, todo es posible.