Waterpolo

El brasileño que cambió Copacabana por la Barceloneta: "Con 15 años vine a Catalunya para cumplir un sueño"

Felipe Perrone, jugador del Club Natació Atlètic Barceloneta, conversa con el ARA sobre su trayectoria deportiva

Felipe Perrone durante la conversación con el ARA.
05/05/2025
4 min

BarcelonaLas playas de Río de Janeiro fueron su patio durante la infancia, su oficina actual tiene vistas al mar, su hijo nació en el Hospital del Mar de Barcelona y cuando tiene vacaciones sube a un velero para relajarse con su esposa en otro lugar que tenga mar. Felipe Perrone (Rio de Janeiro, 1986) és un hombre de mar que un día, con solamente 15 años, decidió cambiar el océano Atlántico por el mar Mediterráneo siguiendo los pasos de su hermano Kiko para regresar a la tierra de su abuela, Catalunya. Él tenía un sueño. "He conseguido mucho más de lo que esperaba ese adolescente", asegura Perrone, con 39 años, en una conversación con el ARA en una sala del Club Natació Atlètic Barceloneta (CNAB). Evidentemente, tiene vistas al mar.

"Mi abuela nos ha dado un legado muy fuerte de la cultura catalana, que la vivíamos en casa. Es una abuela que ha sido siempre la matriarca de la familia", explica Perrone en un perfecto catalán. La familia vivió en Gironella hasta 1950, cuando la pobreza producto del régimen franquista les hizo tomar la decisión de irse a Brasil. Pero jamás olvidaron su pasado. Con poco tiempo de diferencia, Perrone y su hermano regresaron a Catalunya en 2001, medio siglo después de que sus antepasados hubieran hecho las maletas. "Barcelona es mi casa. La cultura catalana es la que más me gusta y me atraen muchos aspectos de este estilo de vida", asegura.

El Felipe adolescente, que en Rio de Janeiro surfeaba cuando había olas y se dedicaba a la pesca submarina cuando no las había, también tenía tiempo para ver partidos de waterpolo de la selección española por el canal Teledeporte, que entonces ya había llegado a Brasil. Aquella selección había ganado el Mundial de Fukuoka en el 2001 y había quedado cuarta en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Era la selección de Jesús Rollán, Iván Pérez, Dani Ballart y compañía. "Yo quería vivir aquello en primera persona", recuerda. Ése era el sueño.

Perrone atiende al ARA con albornoz y bañador justo después de haber terminado el entrenamiento matinal con el Atlètic Barceloneta. Los alrededores de las piscinas al aire libre del club marinero, donde el fotógrafo le pide que pose, están llenos de hamacas azules con personas tomando el sol como si fuera verano. "El CNAB ha pasado de ser un club de barrio cuando llegué en 2005 a ser un referente internacional en el waterpolo. Además, es un club que tiene el mar a 10 metros [ríe]. Hoy he llegado y he dicho «Esta es mi oficina». Poder entrenar mirando al mar es muy especial". El Atlètic Barceloneta y Perrone tienen el billete para disputar en Malta a partir del 30 de mayo la Final Four de la Champions League, un título que ya levantaron juntos en 2014.

Felipe Perrone en las instalaciones del Club Natació Atlètic Barceloneta.

Este curso, precisamente, Perrone ha escogido jugar solamente los partidos de competición europea después de volver a quedarse sin medalla en unos Juegos Olímpicos –una decepción que le supuso "una resaca emocional"–. "Llevo seis años pensando que es el último. He disfrutado estos últimos seis años como un niño", relata con una sonrisa juguetona. "Pero este año tiene mucha más pinta que será el último", reconoce.

El acto de renunciar

¿Qué le ha hecho ir alargando su carrera, de momento, seis años? "Dos cosas: disfrutar del proceso, de cada entrenamiento, no solamente del partido, y el nivel que doy. Si eres feliz con el nivel que estás dando, es más fácil todo". En esto le ha ayudado la mejora en la preparación deportiva. "Ahora en el deporte de alto nivel te cuidas más. La alimentación, el descanso y el trabajo con los psicólogos. Esto me ha dado este plus para poder continuar. Antes salías de entrenar y hacías vida de persona normal. Ahora lo cuidas mucho más todo".

Felipe Perrone puede conseguir una nueva Champions League antes de retirarse.

El trabajo con los psicólogos, prácticamente inexistente en el mundo del deporte cuando Perrone empezó su carrera, ha sido una barandilla a la que agarrarse. "Lo diferente del deporte de alto nivel respecto a los demás trabajos es que estás totalmente expuesto a la gente cada fin de semana, y cuando hay una gran competición aún más. Esto supone una presión que no es fácil de gestionar", explica Perrone. "Yo tengo hijos y muchas veces la cabeza está aquí [señala la piscina]. Hay gente que constantemente está observando tu rendimiento, quizás en el teatro ocurre algo similar. Si con la edad empiezas a caer la gente dirá «este ya no es lo mismo, mira como ya no juega, mira como ya no puede». No es fácil".

Perrone no solamente ha tenido que renunciar a vivir más momentos con sus hijos. "La presión provoca que te cueste separar las cosas. Eres deportista las 24 horas. Yo estudié una carrera universitaria [Administración y Dirección de Empresas], pero no tuve vida universitaria. Hacía los exámenes y ya está. Y llega el verano y pocas veces puedes hacer viajes de ocio porque tienes competiciones. Hay cosas que te pierdes", explica. Tampoco puede practicar jiujitsu, otra de sus aficiones, debido al alto riesgo de lesión que conlleva esta arte marcial. Pero no se arrepiente de nada, al contrario. "El deporte de alto nivel te hace vivir cosas muy guapas. Hay pocas cosas en la vida que te den esta intensidad", sentencia. Ya llegará el momento para volver a ser ese adolescente que disfrutaba surfeando o se tomaba la pesca submarina como una meditación.

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