El bandido más buscado del país que soñaba con competir en el Giro de Italia
Hace un siglo, dos de los hombres más famosos de Italia eran amigos de infancia, el ciclista Girardengo y el ladrón Pollastri
BarcelonaEra en 1922. Hace ahora un siglo. Y el Giro era una de las pocas cosas que conseguía unir un país roto, Italia. Las calles de las ciudades se llenaban de camisas negras fascistas que subían a camiones para ir a los pueblecitos donde mandaban los comunistas, para imponer por la fuerza sus ideas, ya que por la razón no podían. Cada noche aparecía algún cadáver. De un campesino, de un profesor, de un obrero a quien habían asesinado. Pero la pasión por el ciclismo los unía a todos. Ricos y pobres, comunistas, anarquistas y fascistas. Criminales y policías. Tanto, que hace un siglo, uno de los ladrones más buscados de Italia aparecía en las carreteras por donde pasaba el Giro para animar a uno de sus mejores amigos. Esta historia no parece posible, a medio camino entre la leyenda y la realidad.
Aquel 1922 Giovanni Brunero, un corredor piamontés, buscaba ganar por segunda vez consecutiva el Giro de Italia aprovechando que el gran campeón, Costante Girardengo, no pasaba por un buen momento. Nada le salía bien, a Girardengo. En la Milán-San Remo, justo cuando luchaba con Brunero para levantarse con el triunfo, había chocado con un espectador que se le había echado encima. Cuando se levantó, Brunero ya enfilaba la línea de meta. En el Giro, Girardengo consiguió ganar la segunda etapa, pero a mitad del calendario de la carrera se le veía fuera de forma. No pudo ni competir por el triunfo final, y aparecía en las imágenes con la cara muy triste. El ciclismo era duro entonces, con el polvo manchándote la cara, las piernas llenas de barro y los recambios por si pinchabas colgados de la espalda.
Costante Girardengo fue el primer gran ídolo de masas del ciclismo italiano, pero aquel año 1922 no tuvo suerte. Hay quien dice que le había afectado saber que uno de sus amigos de la infancia, Sante Pollastri, se había convertido en uno de los hombres más buscados del país. Justo cuando Girardengo entrenaba para la Milán-San Remo, Pollastri participó en el atraco a un trabajador de la Banca Agricola, Achille Casalegno, que iba hacia la sede del banco con un montón de dinero encima. Casalegno perdió la vida en aquella acción. Un disparo al corazón. Casalegno iba en bicicleta. Los bandidos, también. Toda esta historia no se podría entender sin la bicicleta. De hecho, como Pollastri huía sobre dos ruedas después de cometer los delitos era conocido como "el bandido de la bicicleta". Convertido en el enemigo número 1 de la justicia, Pollastri atemorizó a todos los policías del norte de Italia durante los años 20, mientras crecía la leyenda que decía que cuando llegaba a una fonda, lo primero que hacía, antes de pedir el menú, era preguntar si tenían algún diario para ver los resultados del Giro. De Pollastri siempre se explicaría que seguía los resultados de su amigo, y a menudo se acercó a las carreteras para verlo pasar. Aprovechando que las etapas eran muy largas, siempre encontraba un rincón solitario para ver pasar la carrera y recordar cuando él aspiraba a ser ciclista.
Los dos amigos habían nacido en un pueblecito de Piamonte, Novi Ligure, no muy lejos de donde nacería Fausto Coppi años más tarde. Una zona rural de inviernos fríos, con niebla, donde los niños aspiraban a tener una bicicleta, convertida en un símbolo de libertad. Pedalear te hacía libre, te permitía ir más lejos solo, sin depender de nadie. Y los jóvenes Girardengo y Pollastri salían del pueblo y hacían travesuras. El primero empezó a ganar carreras, pero el segundo, no. La bicicleta le serviría para huir de las autoridades. Novi Ligure era un lugar ideal para entrenar, puesto que con cuatro pedaladas se llega a las cumbres que separan el Piamonte del mar, por unas carreteras donde se han forjado varias alcurnias de campeones.
Los primeros éxitos del campeón
Girardengo ganaría su primer campeonato italiano en 1913, con 20 años, después de escaparse del cuartel militar de Verona donde hacía el servicio militar. Un triunfo amargo, puesto que estuvo 45 días detenido. Aquel mismo año debutaría en el Giro y ganaría su primera etapa un año más tarde, el 1914. Aquella fue la primera de las 30 etapas que ganó un ciclista a quien la Primera Guerra Mundial dejó sin poder seguir disfrutando de sus mejores años. Además, pasó la famosa gripe española en 1918, cuando casi perdió la vida. Salió tan debilitado de la enfermedad que la gente de su pueblo daba por hecho que ya no competiría más. No lo conocían bastante: en el Giro de 1919 ganó la general sin dejar el liderazgo del primero al último día. Era un ciclista menudo, de los más bajitos, muy fuerte en llegadas al esprint pero lo bastante buen escalador para poder competir cuando la carretera subía. Su risa de chico de pueblo, con los ojos vivos, sumada a su capacidad de sacrificio lo convirtieron en un héroe de masas en una época en que la radio ayudaba a convertir en figuras populares a los deportistas. De hecho, lo invitaron a hacer carreras en velódromos por media Europa. Incluso le pagaron el billete para competir en Nueva York ante miles de inmigrantes italianos. Girardengo acabó utilizado por un fascismo que buscaba caras que explicaran al mundo cómo era la nueva Italia que querían construir y sacó pecho cuando derrotó al campeón francés en el velódromo de París, en una carrera politizada después de que la prensa francesa se burlara de Girardengo, puesto que nunca quería ir al Tour. Desafiado a demostrar su talento, lo hizo en aquel velódromo de París. Lo ayudaban los consejos de su entrenador, Biagio Cavanna, que también haría de Coppi un campeón. Girardengo ganaría el Giro dos veces, en 1919 y en 1923, cuando devolvió el golpe a Giovanni Brunero. Girardengo vivió siempre vinculado al ciclismo, creó su propia marca de bicicletas e hizo de entrenador. Él lideraba el equipo italiano cuando Gino Bartali ganó en el Tour de 1938, por ejemplo.
Reencuentro en Francia
La vida es así. Sonríe a algunos, pero gira la cara a otros. Girardengo triunfaría mientras que Pollastri tendría que volverse un héroe para los perdedores, los parias de la tierra. Para los fascistas era un criminal, pero para miles de personas sería un héroe, un anarquista que robaba a los ricos y a veces dejaba dinero a los campesinos que encontraba mientras se escondía de los carabineros. Se explica que Pollastri odiaba a los policías porque, según parece, un policía habría violado a una chica de quien él estaba enamorado. A los fascistas los odiaba después de recibir una paliza, cuando habría escupido un hueso de oliva a los pies de dos camisas negras. Fuera como fuera, odiaba el poder, y en cada nuevo delito era más atrevido. Hasta 1922, año en que todo cambió. Mientras Girardengo sufría en el Giro, Pollastri se hundía a los infiernos con sus primeros crímenes de sangre. En 1926, acabó con la vida de dos policías milaneses que se habían disfrazado de obreros y lo esperaban en un bar donde solía dejarse ver. Fue un golpe muy fuerte para la policía italiana, que encargó al inspector Giovanni Rizzo pillar a Pollastri. Rizzo había conseguido detener a los anarquistas que habían puesto una bomba en el Teatro Diana de Milán en 1923, así que tenía bastante experiencia para encarar el caso.
Seria Rizzo quien descubriría los vínculos entre el bandido y el campeón. Fue él quién descubrió que Pollastri se había dejado caer en algunas etapas del Giro para poder ver de lejos a su amigo de infancia. El círculo sobre Pollastri se cerraba, de forma que, acompañado por su banda, huyó a Francia, donde uno de sus compañeros de fechorías, Giacomo Massari, se quitó la vida al verse acorralado por la policía. La banda esparció el rumor de que el muerto era Pollastri (con la documentación de Massari) para intentar que las autoridades lo dejaran de perseguir. Fue en ese momento cuando Girardengo explicó por primera vez a la prensa que efectivamente, conocía personalmente a Pollastri. En 1925 por ejemplo, un equipo de tres corredores italianos formado por el mismo Girardengo, Alfredo Binda y Ottavio Bottecchia había derrotado a los tres hermanos franceses Pélissier en un velódromo de París. Durante las celebraciones el entrenador Biagio Cavanna reconoció a Pollastri en la grada, que aquel día se encontró con Girardengo y durante unas horas se explicaron la vida.
Pollastri sería detenido en 1927 en París en una operación donde fue traicionado por una amante, contactada por el comisario francés Guillaume –que inspiraría al personaje del inspector Maigret de los libros de Georges Simenon–. Entre Rizzo y Guillaume pillaron a Pollastri en una estación de metro, según se explica, cuando iba a ver la última etapa del Tour. Parece que Pollastri creía que Girardengo estaba, cuando en realidad competía en Roma. En el juicio, las declaraciones de Girardengo a la prensa de unos años antes, el 1925, donde el campeón afirmaba que Pollastri había admitido haber cometido crímenes se usaron para condenarlo a cadena perpetua. Pollastri, sin embargo, saldría en libertad en 1959 gracias a una amnistía: se tuvo en cuenta que había salvado la vida de una funcionaria de prisiones durante un motín en 1940. El bandido volvería a su pueblo, Novi Ligure, donde había empezado todo y donde se reencontraría con Girardengo. Un día, se explica, los dos amigos se dieron la mano en un café del centro de la población. Con frialdad, el ciclista no habría mirado a los ojos el bandido. Pollastri sí que habría aguantado la mirada, en una historia que ha acabado tomando vida en novelas, obras de teatro o la canción Il bandito e il campione, escrita por Luigi Grechi y cantada por Francesco de Gregori.