Juegos reunidos

Un descenso vertiginoso por un antiguo volcán donde te juegas la piel casi desnudo

En la isla de Pascua han recuperado el 'haka pei', un deporte con una especie de trineo hecho con dos troncos de platanero

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El "Haka Pei", un descenso vertiginoso por un antiguo volcán donde te  juegas la piel casi desnudado

BarcelonaLos humanos llevamos siglos jugándonos la piel en actividades que otros consideran una sandez. Ha sido siempre así. Mucha gente mira ahora con incredulidad como los hay que quieren subir al K2, bajar a gran velocidad por cerros con una bicicleta o saltar en paracaídas. Dos formas de entender el mundo que nunca se ponen de acuerdo. Supongo que hace centenares de años más de un habitante de Rapa Nui, como se conoce en la lengua local la Isla de Pascua, hacía befa de los valientes que se atrevían a practicar un deporte local, el haka pei, una tradición que todavía sobrevive donde cada año más de un participante acaba con unos cuantos huesos rotos.

Cada primer domingo de febrero, un puñado de valientes se reúnen en la cumbre del Maunga Pu’y, un antiguo volcán extinguido en el centro de esta isla. Los jóvenes participantes van prácticamente desnudos, tal como manda la tradición, tal como hacían sus antepasados: solo llevan un pequeño trozo de tela para tapar los genitales y nada más. Ahora bien, se han pintado el cuerpo con pinturas después de un ritual donde también cantan canciones y que sirve para alejar el miedo, puesto que les toca afrontar un reto a prueba solo de los más valientes: bajar deslizando por el cerro subido a una especie de vehículo que construyen ellos mismos y que llega a velocidades de más de 80 kilómetros por hora. Se trata de una especie de trineos hechos con dos troncos de platanero que han unido de forma un poco rústica con cuerdas. La idea es hacerlo tal como se hacía hace siglos, así que no sería el deporte con más garantías de seguridad del planeta, todo lo contrario. Aquí, seguro que se habrían introducido cascos y seguros, pero en la isla de Pascua, de momento, no ha sido así. Esta práctica nació como ritual para demostrar el coraje de los jóvenes locales cuando les llegaba el momento de entrar a la vida adulta. Una especie de ritual de madurez, tal como hay otros en todo el planeta. Los habitantes de Rapa Nui escogieron hacerlo con este vertiginoso descenso por el cerro donde el ganador es quien llega más lejos sin caer.

Durante muchos años, sin embargo, el haka pei se dejó de hacer por diferentes razones. Una, que los rapanui casi acabaron con todos los árboles de la isla y provocaron, sin darse cuenta, una de las primeras crisis climáticas de la historia. La segunda, la llegada de los europeos, que convirtieron en esclavos a centenares de jóvenes locales y produjeron un descenso de población dramático. Pero los rapanui sobrevivieron y ahora hace unas décadas decidieron recuperar el haka pei como símbolo de resistencia. Después de años en que los españoles primero y las autoridades chilenas después los decían cómo tenían que hablar, vestir y vivir, los ciudadanos de Rapa Nui recuperan sus tradiciones a la vez que reclaman más autonomía. Y el haka pei es una de estas tradiciones. Los jóvenes construyen sus pequeños vehículos unos días antes, puesto que la tradición manda dejar el trineo arriba de la cumbre unas cuantas noches para que conecte con la energía del paraje.

Símbolo del paso de los tiempos, hoy en día el haka pei une creencias del pasado, como la ceremonia arriba de la cumbre donde se canta, se baila y se come, con otras nuevas, puesto que todos los participantes visitan la iglesia católica de Santa Cruz para pedir suerte la noche antes del descenso. Les hace falta, tener suerte. Es un descenso de unos 500 metros que llega a tener una pendiente del 45%. Además, bajas por el cerro, un terreno inestable que provoca muchas caídas. Algunos jóvenes se sitúan sobre los troncos con la cabeza adelante, otros prefieren estirarse a la inversa. También hay una modalidad por equipos, con dos jóvenes juntos, de una tradición que atrae a curiosos por su espectacularidad. Ahora bien, caer duele. Mucho.

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