Resulta apasionante entender el proceso por el que cada persona construye su identidad y las que amamos el fútbol sabemos que el fútbol es un excelente catalizador. Una es de un equipo porque de cría sus padres lo eran y lo mamó. Y eso te hace pertenecer inmediatamente y para siempre a una tribu con sus correspondientes códigos ancestrales. Si a eso le añades además el nacionalismo, la patria, la bandera, el himno, el resultado es un mejunje tan extraño como curioso de analizar.
Que en esta Eurocopa españoles que se emocionaban hasta las lágrimas tarareando el lo lo lo cuando sonaba el himno, y que viajaron miles de kilómetros para no perderse la final del Mundial en Sudáfrica, se desapegaran de la selección porque no la consideraban como propia, o que catalanes independentistas que renegaban de la roja -pese a que los mayores éxitos se lograran con Busquets, Xavi y Piqué junto al asimilado Iniesta - ahora estuvieran metidos desde el minuto uno porque no hay ningún jugador del Real Madrid, es de estudio sociológico. No tengo el título, los conocimientos ni pretendo sentar cátedra. Pero si yo los conozco, ustedes también. O al menos los habrán escuchado, leído o visto en los medios de comunicación.
El partido ante Suiza tuvo una audiencia del 58,4%, la prórroga de un 61,5% y los penaltis un 62,5%… En Catalunya. Son datos de Catalunya. En el resto de España en los penaltis, por ejemplo, la cuota de pantalla fue de un 68,7%. Al parecer tampoco estamos tan lejos los unos de los otros un viernes, ¿no? Y el conflicto a veces es el mejor pegamento. El rechazo y la adhesión sin fisuras que provoca la figura de Luis Enrique como seleccionador es el aglutinante común de una tarde de verano. El mismo Luis Enrique que en cuanto se terminó el partido, soltó: “Menos mal que las ocasiones las ha fallado Gerard Moreno, porque si las falla Morata, lo empaláis”. Y dejando a un lado que tiene toda la razón, la clave está en que el técnico no solamente no huye del conflicto, sino que acude en su busca; le va la marcha. Se siente cómodo en su papel, le han dibujado así y bajo esa carpa ha construido una selección que lleva su firma con chavales jóvenes que se sienten arropados y avalados. Una selección con una identidad innegable.
La figura del enemigo exterior no la ha inventado él. Eso es más viejo que la tos, pero sabe sacarle provecho y está a un paso, a un partido, de la final. Mientras, miren a su alrededor y no se lo pierdan, porque esto es un espectáculo.