El adiós de Gerard Piqué, el símbolo de una época en el Barça
El defensa pone punto final a una exitosa carrera de futbolista en el club que aprendió a querer gracias a su abuelo y sus padres
Barcelona“Soy un tío con suerte”, siempre ha defendido Gerard Piqué. Con 35 años, ese niño que perseguía la pelota en el patio de La Salle-Bonanova o en Sant Guim de Freixenet soñando triunfar en el Barça lo ha conseguido, ganador como es. Y ahora ha decidido colgar las botas antes de que los pitidos manchen un palmarés que impresiona, con un Mundial y cuatro Ligas de Campeones, entre muchos trofeos más. “A veces no valoro lo suficiente todo lo que he vivido o hago, porque vives deprisa”, admitía al ARA Gerard Piqué en una de esas entrevistas en las que dejaba claro que era una persona diferente: hiperactiva, curiosa y con una mentalidad ganadora global que no siempre se ha entendido en Barcelona. Envidiado y admirado, Piqué siempre ha sido un alma libre. “Yo lo que quiero es ser feliz”, suele decir un hombre que ha sido feliz como futbolista profesional. Y ha hecho feliz a mucha gente, de paso.
“Este sábado será mi último partido en el Camp Nou. Pasaré a ser un culé más, animaré al equipo y transmitiré el amor por el Barça a mis hijos tal como mi familia hizo conmigo”, explica en un emotivo vídeo en el que anunciaba que después del Mundial ya no volvería a jugar con el Barça. Un vídeo en el que ha digitalizado los viejos VHS que tenía por casa, donde se lo veía de pequeño vestido del Barça. Un símbolo de lo que es Gerard Piqué: coger un vídeo suyo con cuatro años pidiendo un autógrafo a Koeman antes de un Real Sociedad-Barça del 1991 para emocionar en las redes. Piqué une fotos con camisetas Meyba con la era de las redes sociales, el Dream Team con Guardiola. Es historia del barcelonismo y del Barça, donde se ha convertido en el quinto jugador de la historia con más partidos disputados, tan solo por detrás de Leo Messi (778), Xavi (767), Sergio Busquets (694) y Andrés Iniesta (674). “He decidido que es el momento de cerrar este ciclo. Siempre he dicho que después del Barça no habría ningún otro equipo. Y así será”, explica Piqué. El sábado contra el Almería será el último partido en el estadio, con homenaje incluido.
En total, Piqué habrá pasado catorce temporadas en el primer equipo del Barça desde que debutó el 13 de agosto de 2008 en un partido de previa de Champions contra el Wisla de Cracovia, con su abuelo Amador Bernabéu en la grada, una de las personas clave en su vida. “¿Un momento de la carrera de Gerard? El gol que marcó en el triunfo en el Bernabéu el día del 2-6”, recordaba Bernabéu, ex directivo del club, en referencia a una de las imágenes más icónicas de la carrera de Piqué, cuando mostró la camiseta azulgrana a todo el estadio madridista. “La gente ha sido cruel con él a veces porque es una persona única, al que le gusta jugar”, defiende Vicente del Bosque, que lo dirigió en la España campeona del mundo en 2010. “Cuando hay alguien tan único genera debate. Pero solo le puedo dedicar palabras buenas”, añade. El defensa, sin embargo, no ha hecho amigos con su sinceridad y ganas de pinchar tanto al Madrid como al Espanyol.
Piqué, titular hasta el año pasado, ha visto cómo uno de sus compañeros de aventuras durante muchos años, Xavi, lo mandaba al banquillo justo en una época en la que había costado mantener buenas relaciones con las últimas directivas cuando tocaba negociar la manera de cobrar el sueldo de un contrato renovado y diferido desde el 2020 y que finalizaba en junio de 2024. Ahora renuncia a cobrar lo que le quedaba. “Siempre será un símbolo. Hacía tiempo que hablábamos con él de su retirada y le dejábamos la decisión de cuándo hacerlo”, afirmaba Joan Laporta. Y el momento ha sido ahora, después de jugar 615 partidos y marcar 53 goles desde la temporada 2008-2009 en el debut con Guardiola. Sergio Busquets, pues, queda como el último superviviente de aquel equipo. “Nadie es imprescindible. Soy el primero que me ofrezco a irme si llega sangre nueva para cambiar esta dinámica. Hemos tocado fondo”, ya había avisado después del 2-8 contra el Bayern ahora hace dos temporadas. “Ya me conocéis, tarde o temprano volveré”, avisa en el vídeo de despedida un hombre que sueña con presidir el Barça.
Piqué entró en el club en 1997, cuando tenía 10 años. Y en el fútbol base coincidió con una generación de ensueño, denominada la generación del 87, que tuvo integrantes que más adelante inundaron de alegría a la afición azulgrana, sobre todo Messi y él mismo. En ese equipo también jugó Cesc Fàbregas. “Ya tenía el mismo carácter, bromista y ganador. El más divertido cuando toca, el más serio cuando era necesario. No llevaba bien perder, siempre quería ganar”, recuerda. El carácter competitivo de Piqué lo hizo pieza clave del equipo de Guardiola y de Vilanova, que lo había entrenado en el alevín. También confiaron en él Martino, Luis Enrique, Valverde, Setién y Koeman, al que él había pedido un autógrafo el lejano 1991. Piqué tocó el cielo vestido de azulgrana, pero ha sufrido en los últimos años, como socio y como jugador, mientras su vida empresarial lo situaba en el centro de debates morales.
La aventura inglesa
En 2004 se fue al Manchester United de Sir Alex Ferguson, donde jugó 23 partidos y marcó dos goles. “Ya veías que tenía carácter y talento, pero su corazón estaba en el Barça y no tenía la paciencia para esperar a jugar con nosotros”, explicaba hace tiempo el escocés sobre una aventura en la que Piqué, sin jugar la final, fue campeón de Europa por primera vez en 2008 en Moscú contra el Chelsea. Poco después, con 21 años, volvió al Barça llamado por Pep Guardiola, y rápidamente dejó imágenes icónicas como celebrar el 5-0 en el Madrid en 2011 enseñando los cinco dedos de la mano, la forma de celebrar las Champions o el último gol en el Bernabéu en el 2-6 del 2009. Pero la última fotografía fue el error en defensa contra el Inter. Era el momento de dejarlo. El Piqué futbolista se va, pero continuará el empresario y quién sabe si algún día tocará el momento de intentar llegar al palco del Camp Nou. La aventura continúa, pero ya sin las botas de futbolista.