Anatomía de una crisis cronificada en el Barça
El club se aproxima a una década sin jugar una final de la Champions, mientras el único relato válido es el que protagonizan los canteranos
BarcelonaEl Barça transita por una crisis que está a punto de durar una década. Desde el año 2015 no disputa una final de la Champions y la regeneración de un equipo que marcó época se ha convertido en una pesadilla que devora iconos en el banquillo. Con Valverde se ganaron Ligas con mano de hierro, pero fuera de las competiciones estatales el equipo presentó los primeros síntomas de gigante en decadencia. Con Koeman se intentó empezar a regenerar un vestuario que había tocado fondo con el 2-8 ante el Bayern. El neerlandés vivió los peores momentos económicos de la historia reciente de la entidad, pero ganó una Copa que fue un pequeño oasis en un club que fue incapaz de retener a Messi, principal estandarte de la campaña electoral de Joan Laporta.
El Barça de Koeman, al que el presidente aguantó por falta de alternativas mejores, estaba visto para sentencia. Los últimos meses del neerlandés, con un equipo que ya había perdido el astro argentino y también Griezmann (la última operación catastrófica de Bartomeu), fueron dantescos. En noviembre del 2021, Laporta cedió y aterrizó a Xavi. Una inyección de ilusión y un paraguas institucional necesario frente a una afición agotada.
El primer medio año del egarense fue de azúcar, fiado al único objetivo de clasificar al equipo para la Liga de Campeones (cuando llegó, el Barça era noveno en la Liga). El primer gran refuerzo fue Ferran Torres, procedente del City en enero del 2022. Ese también fue un período de gracia para Laporta, que había prometido reanimar al club, con frases llenas de pompa como que "perder tendrá consecuencias". El presidente, un orador dotado, tenía en la nefasta herencia de Bartomeu un escudo que ya ha caducado.
El verano de 2022 fue el de la gran inversión. A golpe de palanca, el club se gastó cerca de 200 millones con Lewandowski –su representante, Pini Zahavi, es amigo de Laporta–, Raphinha –representado entonces por Deco, igualmente amigo del presidente– y Jules Kounde, una concesión a Xavi. Impulsado por las caras nuevas en el vestuario –ahora todo está mucho más viciado–, el técnico logró armar a un equipo que, si bien nunca fue regular a la hora de hacer un fútbol vistoso, se hizo fuerte en las áreas. Lewandowski firmó una gran primera mitad de curso y fue decisivo para levantar el título, Ter Stegen hizo su mejor temporada, Kounde y Christensen rindieron a un alto nivel, Balde hizo olvidar todas las carencias de Jordi Alba y Busquets va aguantar el invento desde el pívot, probablemente la posición más difícil de ocupar en el Barça. También estaba Dembélé, la niña de los ojos del entrenador.
Laporta, Xavi y el Barça: esclavos de un relato adulterado
La Liga –y la Supercopa, donde barrió al Madrid en la final del 2023– fue un baño de autoestima, pero al mismo tiempo ha supuesto la construcción de un relato irreal. Aunque el propio Xavi admitía internamente que había sido "un milagro" ganar el campeonato, desde el club se destilaron mensajes, fruto de una ilusión efervescente, que el Barça "había vuelto" y que empezaba "una nueva era". En la presente temporada, la que iba a ser la de consolidación, se están viendo todas las costuras.
El Barça es un gigante con pies de barro, y lo peor de todo es que los síntomas de mejora están lejos. La entidad está endeudada, dependiendo de fondos de inversión y ya no quedan más palancas por activar, ya sean para reforzar el equipo, para cuadrar cuentas o para evitar los avales personales de Laporta y la directiva. La siguiente forma de hacer cajón será la más dolorosa: deshacerse de activos deportivos. El Bayern se frota las manos intentando Araujo.
Cuando apenas se llega a mitad de la temporada, parece lejano, cómico y doloroso a partes iguales el discurso de inicio de campaña en el que "este Barça debe aspirar a todos los títulos". Igual de hiriente es que, con Xavi, probablemente el mejor centrocampista de la historia no solo del Barça, sino de todo el fútbol español, el equipo justee en aspectos tan esenciales como la salida de balón o la presión pospérdida. En el reparto de culpas de la crisis del equipo, Xavi tiene su cuota, pero paga también los peajes de ser un hombre de club.
Xavi: los peajes de ser un hombre de club
El técnico, que se ha excusado en banalidades para realizar diagnósticos de las derrotas y ha prometido una autocrítica que parece que nunca llega, ha tenido que tragar varios sapos. Xavi trabajaba en un entorno de confianza con Mateu Alemany y Jordi Cruyff, que hacía de bisagra entre el vestuario y la directiva. Ninguno de los dos sigue en el club.
El técnico se esfuerza en mantener sintonía con Deco, con quien habla a menudo, así como con el presidente y el vicepresidente Rafa Yuste, pero la estructura deportiva ha quedado debilitada en esta "gran empresa familiar" en la que se ha convertido el Barça. El último en marcharse ha sido Franc Carbó, ejecutivo de perfil discreto pero hábil en la batalla del club con el fair play financiero, una carpeta que Deco no tiene tan apamada.
El director de fútbol es quien más ha remate para la llegada de Vitor Roque, mientras que la prioridad de Xavi siempre ha sido la de fichar a pívot. El club centró sus esfuerzos en gastarse 30 millones (más 30 más en variables) para fichar al joven ariete brasileño, mientras que para reforzar un eslabón imprescindible para el técnico llegó Oriol Romeu.
Recae Xavi, sin embargo, la responsabilidad de hacer jugar mejor a su equipo, donde se reúnen algunos de los mejores centrocampistas de Europa. Aterrizó a Gündogan, a quien el club ofreció unas condiciones económicas similares a las del City, pero los ingleses sólo le ofrecían renovar por un año y el Barça firmaba tres. También hay De Jong. Y, sobre todo, Pedri, pese a que las lesiones le han lastrado, como a Gavi, una de las bajas más sensibles del curso.
La política deportiva del Barça, fiada a Jorge Mendes
El último día de mercado vinieron Cancelo y Félix, el segundo sin que Xavi lo viera nada claro. Fue una producción de Laporta y Jorge Mendes, a quienes el presidente ha fiado buena parte de la política deportiva. El superagente portugués es un logrador. En él recae el poder de retener a Lamine Yamal en Barcelona, pero a cambio, se asegurará de que Félix no tenga que regresar al Atlético de Madrid. Mientras el portugués ha sido relegado al banquillo por Ferran (el único futbolista capaz de marcar un gol de falta y uno hat trick desde la despedida de Messi, un hecho sintomático), el extremo de 16 años –que se marchó entre lágrimas de San Mamés por sus errores– es quien abandera el único relato al que puede cogerse la entidad sin hacer volar palomas: el Barça de los jóvenes.
"Cuando se les necesita, los chicos de la casa son los que no te fallarán", comenta al ARA un exresponsable de la cantera azulgrana. Lamine Yamal, Fort, Cubarsí... y también Fermín y Guiu son buenos ejemplos. Brotes verdes frente a la inoperancia de futbolistas con sueldos millonarios. Crear un entorno prolífico para los jóvenes es el único discurso que parece genuino ahora mismo, aunque pese aceptar que, hoy en día, el Barça no llega a ser un club vencedor. Pero Xavi, esclavo de sus palabras, ha fiado su futuro a los trofeos a final de temporada.