Los buenos y malos según el Barça

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Xavi Hernández durante la rueda de prensa.

En teoría esta semana iba a ser de celebración. Clasificarse para los cuartos de final de la Champions, cuatro años después, en un partido en el que el MVP fue Pau Cubarsí –un sagal de 17 años de la casa– y con Lamine Yamal que, a los 16 años, ya se ha convertido en una estrella indiscutible, era motivo de celebración. Pues no, en modo alguno. Xavi Hernández salió a ajustar cuentas con la prensa esa misma noche y Eduard Romeu anunciaba la dimisión dos días después.

El técnico es incapaz de aparcar sus obsesiones personales y el club es incapaz de esconder la grave crisis institucional. A Xavi le persigue la sombra de Guardiola, ya Laporta, la de una gestión caótica. A uno parece que no se le valora lo suficiente y el otro va haciendo ver que todo va bien y afirma que la recuperación va viento en popa. Ambos viven en realidades paralelas, en lejanos universos rodeados de entornos acríticos que refuerzan sus convicciones, mientras exigen adhesiones sin fisuras, ya no a su afición, sino también a los medios de comunicación. Están los buenos, que son ellos. Y los malos, que son todos los demás. Además, estos últimos se resisten a comulgar ciegamente, ya no con sus ideas, sino con las de sus gentes, porque cualquier divergencia sobre sus obras, cualquier argumento razonado que analice los hechos queda reducido a una especie de cruzada , un ataque íntimo.

No ha sido la primera vez que un colega de profesión ha pedido disculpas públicamente por expresarse, por dar su opinión o publicar una información. Para hacer su trabajo, vaya. Y habiendo añadido, además –como si tuviera que justificarse–, que es barcelonista. El problema está en la presión que se intenta ejercer –y que se ejerce– sobre los periodistas. Pero también con el sentimiento de culpa con el que los periodistas reaccionan.

Quedar señalado para destapar el caso Negreira o para decir que el Barça lleva años haciendo el ridículo en Europa desnuda a Laporta y Xavi, y no al revés. Intentar controlar a la opinión pública y publicada no es una actitud éticamente aceptable para una institución que se enorgullece de ser más que un club. Urge aceptar el debate, la discrepancia, y dejar de hacer listas con amigos y enemigos entregados a la causa para centrarse en mejorar. Alcanzar objetivos deportivos, salir del pozo y dejar de estar acorralado por los acreedores y fondos de inversión. Todo esto es urgente y, lamentablemente, ya llegan tarde.

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