El Camp Nou: un templo desnaturalizado en la Barcelona turística
El escándalo contra el Eintracht, fruto de una política extractiva que apuesta por el culé visitante en vez del local
BarcelonaCamp Nou, Barcelona. Jueves 14 de abril a las once de la noche. Mientras los jugadores del Eintracht de Frankfurt celebran eufóricos la clasificación para las semis de la Europa League con casi 40.000 aficionados alemanes desplazados en masa, la plana mayor del Barça observa la escena desde la boca del palco del estadio. La llegada del jefe de seguridad del club, Lluís Venteo, rompe el silencio entre los dirigentes, que piden explicaciones al exmosso que sustituyó hace unos meses a Ferran López como jefe de área. Todo el mundo dice la suya en una conversación en caliente, rica en gesticulaciones y muy afectada por una invasión que deja en segundo plano la eliminación europea y abre una cascada de interrogantes sobre la gestión de las entradas y la consiguiente molestia de algunos socios, que en aquel instante transmiten su malestar por haberse sentido extraños en su casa. Incluso algunos expresan su perplejidad al asesor de la presidencia Enric Masip junto al palco. Minutos más tarde, el presidente Joan Laporta declara a los medios oficiales que lo que ha pasado es "una vergüenza", denuncia "cosas raras" en la distribución del papel, que ha ido a parar mayoritariamente a fans alemanes, y anuncia "medidas" para que no se repita la estampa. El día siguiente especifica una de ellas: entradas nominales para los partidos internacionales.
Días después de la pesadilla, y en la resaca de otra derrota en el césped contra el Cádiz, ayer la institución volvió a dar explicaciones. “Entendemos que el club no es culpable, aunque es el máximo responsable”, insistió Laporta, quien también señaló al socio de hacer beneficios aprovechando la altísima demanda de los seguidores del Eintracht. Acusó, por un lado, a 7.400 socios sin abono de conseguir entradas para revenderlas después a los alemanes y, por otro, unos 7.000 abonados de vender el carnet antes del partido. También denunció la existencia de "grupos organizados de reventas" y la mala praxis de un operador turístico que trabajaba con el club y que ya no volverá a hacerlo. El Barça se situó públicamente como víctima de un sistema de seguridad que se "desbordó" por la gran cantidad de aficionados visitantes dispuestos a rascarse el bolsillo y burlar los controles informáticos en connivencia con miles de culés. Así explicó que entraran en el Camp Nou 30.000 alemanes y no los 5.000 que le constaban después de las reuniones de operativa con la UEFA y el equipo rival. Los precios elevados y la llamada a última hora para que los abonados liberaran la entrada a cambio de nada eran, teniendo en cuenta el argumentario esgrimido, para que el estadio se llenara de culés, no para que el Eintracht viniera en masa.
Fuentes del club consultadas por el ARA contrastan con el discurso oficial y manifiestan sorpresa relativa con lo ocurrido el pasado jueves por la noche. "Hubo desconocimiento, un punto de incompetencia y una gran urgencia económica", aseguran desde Arístides Maillol, donde se pone el foco en la enorme necesidad de hacer caja con el estadio. El dinero es imprescindible a corto plazo para cumplir el presupuesto de ingresos, cifrado en 765 millones y afectado por la eliminación prematura en la Champions, entre otras cosas. "La diferencia no está en el número de entradas disponibles para extranjeros, sino en que esta vez llevaban la camiseta del Eintracht", añaden fuentes azulgranas en relación a la estrategia de ticketing que se impone en el Barça desde de la última década. Un plan de negocio que hace del estadio y del museo dos vías de ingreso vitales para generar dinero en el día a día. De hecho, el club acusó esta dependencia cuando tuvo que cerrar sus puertas a los visitantes a causa de la pandemia, ya que pasó de contar con 130 millones de museo, abonos y tiques, a cero. Ninguna otra gran entidad deportiva sufrió tanto la privación de presencialidad como la azulgrana, que se había acostumbrado a gastar alegremente gracias a esta capacidad para facturar, con los mismos socios motivados, a través del Seient Lliure, para que participaran en la fiesta. "Al Barça le interesa que el abonado libere porque así hace más dinero", dice al ARA un experto en ticketing con experiencia en varios clubs de la Liga.
Turismo de paso en vez de arraigo
Con la reapertura del Camp Nou después de la pandemia, y pese al cambio de junta, el Barça ha mantenido esta manera de actuar gracias a los casi 27.000 abonos en excedencia de que dispone para vender tiques mayoritariamente por vía telemática, con precios "dinámicos" en función de algoritmos similares a los que actúan en los buscadores de vuelos o alojamientos. Esta medida compensa la suspensión del Seient Lliure y asegura un contingente fijo de entradas para hacer negocio en cada encuentro. "Laporta está haciendo como la portera de Núñez, seguir con lo mismo de siempre pero más caro, sin aportar nada y con lógica cortoplacista", critica Marc Duch, uno de los promotores del voto de censura contra Bartomeu, miembro del Grupo Manifest Blaugrana y activo de la candidatura de Víctor Font en las últimas elecciones. Duch echa de menos estrategias para "volver a llenar el estadio de socios" y propone instaurar programas de fidelización, como un abono por puntos que evalúe el uso que se hace a través de variables como el rival, el horario y la climatología. "El Barça lleva demasiados años pensando poco para hacer sold out; es necesaria una gestión profesional en este sentido", añade. El club está inmerso en la búsqueda de un nuevo jefe de venue y ticketing, ya que el que había, Víctor Oliver, se fue antes del Eintracht.
El club azulgrana ha sabido exprimir a los culés (o futboleros) de paso a la turística Barcelona para aumentar sus ingresos. A cambio, sin embargo, ha permitido la desnaturalización de la gradería. En este sentido, el experto en comportamientos urbanos Vicent Molins hace la siguiente reflexión: "Más allá de la lectura económica a corto plazo, es necesario levantar la mirada y comprobar que el Barça está en el centro de la economía extractiva que toma la ciudad en las comunidades locales al igual que Airbnb o los fondos buitres. Y lo peor es que ahora no está preparado para hacer esta reflexión, porque depende demasiado de agentes financieros”. Según Molins, la estrategia pasaría por "ser sexy internamente" y "buscar el impacto exterior gracias a un arraigo sano en el entorno cercano". "Si nos fijamos, Frankfurt es una de las ciudades más despersonalizadas y más volcadas en el juego financiero de Alemania, pero el Eintracht no desplazaría a 30.000 aficionados si no generara arraigo. Es una lección, la verdad", dice. ¿Aprenderá el Barça en el camino para recuperar la esencia perdida en el Camp Nou? Por el momento no lo parece: hay más energías depositadas en buscar culpables que en encontrar soluciones.