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Lo que ya podemos decir sobre Nico Williams

Mural del artista TVBoy con Lamine Yamal y Nico Williams.
Periodista
2 min

Ahora que Nico Williams ha decidido renovar con el Athletic, ya podemos decir lo que pensamos sin que nos digan que queremos echar agua al vino. Ahora que el club vasco, convertido en un enemigo en los despachos del Barça de Joan Laporta, se ha asegurado una venta aún más provechosa en caso de que el extremo navarro siga progresando, ya nos podemos expresar. Ahora que el futbolista ha utilizada la ilusión de los culés ara ser más millonario, ya podemos expresar las incertidumbres que nos generaba su fichaje sin miedo a que nos acusen de querer dañar la entidad y a los que la dirigen.

Efectivamente, había varios motivos para dudar de la conveniencia de traer a Williams al vestuario azulgrana. De entrada, el criterio de Hansi Flick y Anderson Luís de Souza, Deco, partidarios ambos de reforzar la plantilla con Luis Díaz, un extremo más completo y experimentado que el atacante del Athletic, que ahora apenas cumplirá 23 años. Pese a la avanzada edad de Lewandowski, rejuvenecer la delantera no era la primera prioridad del entrenador y del director deportivo. Sin embargo, cuando llegó la oferta de Williams, lo vieron con buenos ojos al igual que Laporta, que en solo dos días pasó del enfado por las calabazas del 2024 a mover cielo y tierra para conseguir un fichaje que habría reforzado aún más su arrebatadora popularidad.

A partir de este pulgar hacia arriba por parte del presidente, todos los altavoces han reproducido la misma música celestial sobre un futbolista que la pasada temporada marcó solo cinco goles en la Liga. Con el Barça fuera de la norma 1:1 debido a un agujero económico solo reparado a golpe de palanca y ventas in extremis, se querían pagar más de 60 millones por un jugador que no era la primera opción de los técnicos. La inversión se sostenía más en la ilusión de gente enamorada de la idea de ver a Lamine Yamal con su compañero de aventuras predilecto, que en razones futbolísticas. Por no hablar de los peligros que precisamente esa camaradería podía generar en un vestuario que ha conocido la autocomplacencia en los últimos lustros.

Después de que Williams pidiera legítimamente protección por escrito en caso de no ser registrado y finalmente acabara renovando con el Athletic, de repente toda la ilusión por verlo de azulgrana se ha convertido en reproches hacia el futbolista por no confiar en los superpoderes de un Laporta que siempre gana aunque no sea así. Solo en este punto han emergido en la opinión publicada las dudas razonables sobre la operación. Antes de eso, cuando se decía que se iba a pagar la cláusula el 1 de julio, Williams era poco menos que el fichaje del siglo. Ahora, con la negativa todavía reciente, los mismos que aplaudían con las orejas la determinación del Barça dicen que el club ha esquivado una bala. Más coherencia y menos populismo.

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