BarcelonaCuentan en la Ciudad Deportiva Joan Gamper que, horas antes de la célebre noche del sushi, Hansi Flick envió un mensaje a Gündogan en el que le decía, ilusionado, que sería su nuevo entrenador. Al día siguiente se escenificaba la continuidad de Xavi hablando de una estabilidad inexistente. Lo que no sabíamos es que también se daba el pistoletazo de salida a una operación interna de desgaste sin piedad para derribar el de Terrassa. Los enemigos, algunos en la foto de unidad y otro (mucho más importante) en la sombra, harían el trabajo sucio. La derrota en Montilivi no ayudó, pero una victoria tampoco habría impedido el final de los puñales. En un club gobernado desde la visceralidad testosterónica, nada peor que la traición. Hay quien se encargó de ensuciar a Xavi ante los ojos emocionales del presidente y, también, ante pesos pesados del vestuario como Araújo. Sólo faltaba una cabeza de caballo.
Lo que ha condenado a Xavi no es la temporada decepcionante, sino el intento de imponer su criterio y dejar de tragar sapos que después ha tenido que defender como hombre de club. Atreverse a decir que ahorrándose el sueldo de Lewandowski podrían reforzarse con nuevos jugadores fue considerado una ofensa. Al igual que poner en cuestión la continuidad de João Félix. Fue demasiado atrevido: hay agentes de futbolistas más valiosos que un simple entrenador del Barça, aunque sea una leyenda. No sólo seguirá Lewandowski con una ficha que asciende a 32 millones, sino que lo hará bajo la batuta de un entrenador que tiene el mismo agente que él: el amigo del presidente, Pini Zahavi. Todo queda en casa. Flick ya se ha apresurado a decir que con este equipo "increíble" se pueden ganar títulos. Willkommen.
A quien no hemos oído todavía está en Laporta. Más allá de gritar, rojo como un pimiento, que ser presidente del Barça es muy difícil en la fiesta privada de la Champions femenina, no ha dicho ni pío: el último recuerdo que tenemos es llorar abrazado a Xavi de manera muy convincente . Tras dejarlo agonizando durante días y días, el presidente no tiene previsto ofrecer ninguna rueda de prensa para dar explicaciones. Escogerá cuándo y cómo le va mejor hablar de ello a los refundados medios del club: no vaya a ser que tuviera que enfrentarse a alguna pregunta incómoda. Tampoco se ha presentado en sociedad Flick, que necesita tiempo para aterrizar bien en un planeta tan tóxico como este: no le bastará con ser un astronauta de buen currículo, también tendrá que ser un bombero capaz de anticipar quien puede enviarlo a la hoguera.