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La "vía alemana" vuelve al Barça: una relación que no siempre ha funcionado

Los dos anteriores técnicos alemanes del Barça, Hennes Weisweiler y Udo Lattek, no pudieron terminar el contrato con el club

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Udo Lattek y Hennes Weisweiler

BarcelonaHansi Flick será el tercer técnico alemán que dirigirá al Barça. Su reto, recuperar la ilusión después de un año complicado y demostrar que la forma de entender el fútbol de los alemanes puede ir de la mano con la escuela barcelonista, más relacionada con los Países Bajos. Cuando ha tocado aprender de extranjeros, en el Barça se ha mirado a Hungría o Países Bajos. Con Alemania, la relación ha sido más complicada. Sus equipos, como el Bayern, han sido verdugos del Barça en muchos partidos y los dos únicos técnicos que vinieron, Hennes Weisweiler y Udo Lattek, no terminaron ni el contrato. Pero Joan Laporta creía que era el momento de recuperar la vía alemana, en parte porque el paso de Josep Guardiola por el Bayern cambió muchas cosas. Creó un puente de diálogo entre dos culturas futbolísticas en ocasiones alejadas.

Y eso a pesar de que el Barça no existiría como tal de no ser por algunos alemanes. La relación del Barça con el fútbol alemán es tan antigua como el club, porque un alemán formaba parte del grupo de los doce apóstoles, tal y como fueron bautizados los fundadores del club por el periodista Daniel Carbó, también conocido con el apodo de Corredisses. Se trata de Otto Maier. Bávaro de Heidenheim, había llegado a la ciudad en 1888 para trabajar en una empresa de material sanitario y ya no se marchó de una tierra que hizo suya. Maier también fue jugador del club, marcó algunos goles durante los primeros años de vida del Barça y también fue directivo. Incluso corrió el rumor de que fue él quien decidió los colores azulgranas del club, ya que eran los del club de Heidenheim. Maier, que podía hablar alemán con los suizos del Barça, como Gamper, encajaba en el perfil de sportsman de la época. Un joven de buena familia que quería practicar cuantos más deportes mejor, como el tenis, en el que sobresalió a su hijo Bubi Maier, que llegó a ser campeón en Wimbledon en dobles mixtos. Sin embargo, Maier no pudo jugar el primer partido de la historia del club, el del 8 de diciembre de 1899 contra un grupo de ingleses en el Velódromo de la Bonanova con todo judo 10 futbolistas, porque no se pudieron reunir 11 jugadores. Uno de esos 10 pioneros también era alemán: Eduardo María Schilling, que regentó una conocida tienda de armas en el centro de la ciudad. Schilling, miembro de una estirpe judía alemana que se había convertido al catolicismo, jugó apenas un partido con el Barça, el primero, ya que tenía 47 años. Un tercer alemán, el famoso Udo Steinberg, fue el autor del primer gol del Barça en el Real Madrid en 1902.

Hennes Weisweiler con Johan Cruyff y Johan Neeskens en Barcelona en agosto de 1975

Sin embargo, durante más de medio siglo, pocos alemanes jugaron en el Barça. Todo cambió en los años 70, cuando el neerlandés Rinus Michels, el técnico que había liderado la selección de los Países Bajos de Johan Cruyff en el Mundial de 1974, abandonaba el Camp Nou. La directiva de Agustí Montal escogió como relevo a Hennes Weisweiler, que acababa de realizar un trabajo excelente con el Borussia Mönchengladbach. Con jugadores como Günter Netzer, Berti Vogts o Jupp Heynckes, habían ganado ligas y títulos europeos. Si Michels era conocido como Míster Mármol, ya que nunca sonreía y pedía disciplina, Weisweiler aún era más rígido. Así que todo el mundo se preguntaba cómo se llevaría con Cruyff. ¿La respuesta? No muy bien. Al neerlandés no le hacía gracia recibir órdenes de un alemán en esa época, en la que la rivalidad futbolística entre neerlandeses y alemanes era fuerte. Weisweiler le pedía más rigor táctico, pero Cruyff solía ocupar la posición en el terreno de juego que más le convenía en función del rival. El técnico alemán le acusaba de no ser lo suficientemente ofensivo fuera de casa, para no recibir faltas duras, así que en un partido en el campo del Sevilla le sustituyó. La leyenda dice que Cruyff le escupió después de una pelea dialéctica en el vestuario al final del partido. Consciente de que los resultados eran malos y que la afición le amaba a él, el neerlandés dejó claro a la directiva que debía escoger entre uno de los dos.

El clima era insostenible, con pancartas contra Weisweiler en la grada. Por si fuera poco, tocaba jugar contra el potente Liverpool en la UEFA. Y los ingleses se impusieron por 0-1. "Cruyff tenía la misión de marcar a un futbolista y no cumplió", explicó el técnico en rueda de prensa, tensando la situación. Pero la directiva dejó claro con quien estaba, ya que poco después renovó a Cruyff una temporada más, lo que provocó la dimisión de Weisweiler el 2 de abril. Montal definió al alemán como alguien que supo "marchar como un señor", pero los jugadores le dieron la espalda cuando hizo las maletas. Cruyff le definió como "un niño que siempre llora" y la afición lo celebró. Cuando preguntaron a Weisweiler por su periplo catalán, dijo que "entrenar al Barça no era difícil; entrenar a Cruyff, sí".

Udo Lattek y Diego Armando Maradona / IMAGO

Si Weisweiler no se entendió con Cruyff, el segundo alemán de la historia del banquillo azulgrana no se entendió con Maradona. Fue Udo Lattek, que curiosamente había tomado el relevo de Weisweiler en el Borussia Mönchengladbach en 1975 y le había llevado a la final de la Copa de Europa. En 1981 llegaría al Barça fichado por Josep Lluís Núñez, que quería a alguien disciplinado para liderar un equipo en el que el presidente se había gastado dinero buscando ganar una liga que no llegaba desde 1974. "A mí no me pasará lo mismo que en Weisweiler ", dijo Lattek justo aterrizado. Parecía que iría mejor, puesto que Lattek hablaba castellano y tenía el precedente de Weisweiler. Pero el inicio fue malo: perdieron el trofeo Gamper ante el Colonia por 0-4. Sin embargo, poco a poco el Barça fue levantando el gol. Los futbolistas parecían seguir las órdenes de Lattek y la afición fue estimulando, pero justo entonces Bernd Schuster cayó lesionado en Bilbao y se perdió el resto de la temporada. El Barça siguió compitiendo, cuyo juego provocaba debates pero con buenos resultados. Parecía que ahora sí, la Liga llegaría, pero en las últimas seis jornadas solo se sumaron dos empates y la Liga se la llevó a la Real Sociedad. "Nunca había perdido una liga así", dijo el alemán, que logró borrar el mal sabor de la Liga ganando la Recopa en la final del Camp Nou contra el Standard de Lieja belga por 2 a 1, con goles de Simonsen y Quini. Núñez, con ese título, confiaba en Lattek. Así que decidió llevarle la guinda del pastel: Diego Armando Maradona.

El Barça llevaba años detrás del argentino, pero éste no llegó hasta el verano de 1982. Entonces los equipos sólo podían tener dos extranjeros, así que hizo las maletas el Simonet, como era conocido el danés Simonsen. Con Maradona y Schuster, el Barça aspiraba a todo. Pero el proyecto se resquebrajó, curiosamente, por una guerra interna entre los alemanes. Schuster se enfrentó con Lattek. Explicó que no entrenaba como era necesario y éste le envió a la grada. Schuster, con el apoyo de Maradona, fue a ver a Núñez para exigirle que tomara una decisión: o Schuster o Lattek. Los directivos se ponían de por medio en un clima difícil de aguantar. "En el Barça todo el mundo quiere mandar, todo el mundo dice la suya" explicaría Lattek.

Para colmo, la relación con el argentino tampoco era muy buena y cuando éste tardó un día, ordenó al conductor del bus no esperarle. Maradona le consideraba una cabeza cuadrada, no se entendían. Además, el argentino cayó enfermo –sufrió oficialmente una hepatitis–. Lattek acabó harto de todo, ya que la prensa también empezó a decir que el futuro del Barça sería fichar a un técnico que sí gustara a Maradona, como César Luis Menotti. Así que a finales de febrero anunció que dejaría al club a finales de temporada. No tuvo tiempo de marcharse, ya que le echaron pocos días después, cuando el colista, el Racing de Santander, se impuso por 0-2. Menotti, que se había reunido ya con la directiva, se anunció poco después. Y Lattek se marchó entre las miradas frías de Maradona y Schuster, afirmando, con ironía, que había "batido un récord: 18 meses en el Camp Nou". Éste es el récord que deberá superar Flick.

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