Los dos golpes de estado de Laporta

BarcelonaLaporta ha demostrado que puede sobresalir a la hora de escoger a los profesionales adecuados. El caso de Hansi Flick, que ha convertido una situación deportiva que se hacía bola en una alegría inmensa, es el exponente más claro. El fichaje del entrenador alemán es una decisión de Laporta que él ya habría llevado a la práctica mucho antes si el entorno no le hubiera presionado para apostar por Xavi. Si ponemos el retrovisor, nos encontramos con otros dos aciertos fabulosos del abogado. El de Frank Rijkaard y, sobre todo, el de Pep Guardiola. Quizás para que la situación económica del club recupere la salud tan rápidamente como la deportiva solamente es cuestión de que Laporta utilice los mismos criterios a la hora de apostar por los líderes que deben tomar las decisiones relacionadas con los números.

"El motivo principal por el que Laporta se está rodeando únicamente de gente de su confianza son los dos intentos de golpes de estado que sufrió", explica una fuente cercana al presidente del Barça para justificar los modos de empresa familiar que dominan desde hace tiempo la gestión del club en las oficinas de Arístides Maillol. El miedo a sufrir un tercero ha marcado desde el inicio su segundo mandato en el palco azulgrana. Laporta da por hecho que tiene enemigos en Madrid y en la oposición, pero es consciente de que seguramente quienes más daño le podrían hacer son sus enemigos internos potenciales. La estrategia para reducir las probabilidades de que esto ocurra se ha basado en tener a su lado a un buen grueso de personas que actualmente lo necesitan tanto como él a ellas.

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El resto, los nombres que no forman parte de esta guardia pretoriana bautizada por el exvicepresidente económico Eduard Romeu, han ido saliendo del club –o han ido rechazando entrar, como Jaume Giró– uno tras otro por varios motivos desde que empezó el segundo mandato: el propio Romeu, Ferran Reverter, Maribel Meléndez, Jordi Llauradó, Ramon Ramírez, entre otros. Sin voces internas con ganas, poder e intereses para levantar la voz y exponer que las cosas se podrían hacer de otra forma –salvo razonamientos puntuales de la vicepresidenta Maria Elena Fort–, es más sencillo evitar que se repitan los intentos de golpes de estado de 2005 y 2008 originados en las entrañas de la junta directiva.

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El primero lo capitaneó la dimisión de Sandro Rosell, que se marchó con otros cuatro directivos. El del 2008, en cuanto a nombres, lo lideró Ferran Soriano, con quien dimitieron otros siete directivos debido al resultado desfavorable a Laporta en el voto de censura, aunque no lo obligó a marcharse. Entonces, la presión para Laporta fue superior a la que sufrió antes de la asamblea de este año. Justo después de ese segundo intento de golpe de estado llegó el mejor año de la historia deportiva del Barça y ahora mismo nadie puede negar que la situación actual ilusiona a la culerada como ese otoño del 2008.