Gündogan contra el victimismo patológico

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Gündogan durante el clásico de este sábado.

BarcelonaLas declaraciones de Gündogan al final del clásico abren un debate interesante porque la crítica no viene de fuera, ni es madridismo sociológico, ni hay enemigo exterior ni conspiración. El capitán del Manchester City del triplete, de quien todo el mundo que lo conoce destaca su compromiso y honestidad profesional, está preocupado: "Vengo del vestuario y después de perder un partido tan importante me hubiera gustado ver más frustración, enfado y decepción. Y eso forma parte del problema".

En el Barça falla la autocrítica desde hace tiempo. Tras la mayoría de las derrotas, la lectura de Xavi es que ha faltado puntería, que han tenido mala suerte y percances variados, pero que el equipo crece, siempre crece. Fue el propio técnico quien se impuso a principio de temporada jugar mejor y, sin embargo, desde los partidos ante el Betis y el Amberes, agua. Tiene excusa, cierto, porque las bajas son importantes y no precisamente pocas: De Jong, Pedri, Raphinha, Lewandowski y Kounde, cinco titulares indiscutibles a los que hay que añadir a Sergi Roberto. Pero fue Gündogan quien salió del vestuario tras perder ante el Madrid y afirmó que hay algo dentro que no le gustó; que no se pueden conformar, que tiene que dolerles más la derrota, que la exigencia tiene que ser mayor. Y lo ha dicho después de que durante 60 minutos el Barça fuera superior al rival, con Gavi secando a Bellingham y Araujo borrando a Vinícius. Un Gavi al que las cámaras cazaron llorando mientras se despedía de la afición: lo que dijo el alemán, evidentemente, no iba por él.

En lo institucional, la semana previa del clásico también fue un ejemplo perfecto de contemporización. Empezando por el tuit de Mikel Camps -que no ha dimitido- y terminando por la cena de unos presidentes que pagaron una millonada a Negreira escondiéndoselo a los socios durante veinte años. Y ahí sí que no hay ni un solo Gündogan que los señale y están encantados de haberse conocido mientras apuntan a Madrid para justificar lo injustificable. Lo peor es que el victimismo patológico culé ha comprado el relato del madridismo sociológico de Laporta. Para crecer, en todo, es necesario dejar de mirar fuera y exigir respuestas, y responsabilidades, desde dentro.

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