"Habéis consumido la guerra en mi país como si fuera una serie de Netflix"
Danilo y Stanislav Didkovsky, entrenador y jugador del Barça de hockey hielo, explican al ARA cómo viven el conflicto ucraniano
BarcelonaJunto al Palau Blaugrana hay otra instalación igual de vieja, pero con el mismo carisma. Es el Palau de Gel, recinto que recibe patinadores amateurs (turistas y autóctonos) durante el otoño y el invierno y que acoge la actividad de una de las secciones no profesionales del Barça, la de hockey hielo. El primer equipo masculino lo entrena Danilo Didkovsky, un exjugador ucraniano que lleva viviendo 22 años en España. Habla castellano con un acento del Este de Europa que no puede ni quiere evitar y se muestra orgulloso de haber traspasado la pasión por el stick a su hijo Stanislav, integrante de la plantilla culé desde hace unos años. Ambos posan para el ARA en el vestuario principal del equipo, donde se respira hermandad y se amontonan camisetas, protecciones, cascos y patines con la hoja afilada. Una vez retratados, prefieren iniciar la conversación en el despacho del entrenador, un aposento diminuto que hay cerca y que homenajea el deporte humilde, aquel que no acapara foco y sobrevive gracias al simple amor por practicarlo.
"La verdad es que este año el hockey me habría ayudado mucho a desconectar", dice en este sentido Stanislav, que se ha pasado casi toda la temporada sin jugar por un corte en el tendón de Aquiles. Mientras muestra la cicatriz, se consuela diciendo que como mínimo ha podido hacer algún desplazamiento para animar a los compañeros, que a principios de abril se proclamaron campeones de Liga contra el Puigcerdà. Didkovsky júnior ha crecido en España (vive aquí desde los cuatro años), pero ha seguido la guerra de Ucrania, de la cual esta semana se cumplen cuatro meses, con la misma pena, rabia y resignación que transmite su padre. "Estuve en Kiev [donde nació en el 2000] visitando a mis abuelos diez días antes del ataque y nada hacía pensar que todo esto pasaría", recuerda. Ni él ni Danilo saben bien cuándo podrán volver. Pero da igual: ahora la prioridad es disuadir a los familiares que acogieron en Barcelona de vuelta a la capital ucraniana, aunque el conflicto se haya concentrado en otra parte del país. No siempre lo consiguen.
Periodistas letones y una furgoneta salvadora
"Mi tía ya ha regresado para allá", lamenta Didkovsky sénior, que sí que está consiguiendo, de momento, que sus padres, ya mayores, no hagan lo mismo. La jugada para sacarlos de Kiev a comienzos de los ataques fue bastante rocambolesca: "Mi madre no quería salir de la ciudad porque mi padre está convaleciente de una muerte cerebral, pero la convencimos con la ayuda de unos periodistas letones a los que mi hermano alquiló una furgoneta. La condición para dejársela fue que ayudaran a la madre a bajar al padre y los llevaran a Polonia, donde había mi hermano esperándolos".
Fueron días de muchos nervios y pocas horas de sueño en casa, de no entender cómo se podía haber llegado al extremo de tener que vivir una guerra en Europa en pleno siglo XXI. "Vladímir Putin es un bárbaro que quiere masacrar a la población y ganar territorio como se hacía en la Edad Media", opina Danilo, que al inicio del conflicto recibió todo tipo de mensajes de ánimo, incluido el del presidente ejecutivo del Barça, Joan Laporta. "Esta guerra es un sin sentido. Una situación absurda, surrealista y un pozo de desinformación", completa Stanislav, que no ha parado de repetir a sus amigos catalanes que vigilen con las redes sociales: "En Twitter o Instagram todo está demasiado polarizado. Se dice que los ucranianos somos nazis y es mentira. Los rusos son maestros de la propaganda".
Fruto de estos mensajes dirigidos desde el Kremlin, los Didkovsky creen que el pueblo ruso vive "engañado". "Putin le ha comido el coco a su gente. Los ha convertido en zombis. Tú les dices a la mayoría de los rusos que hay civiles muertos en Ucrania y no se lo creen. En Moscú o San Petersburgo todavía hay gente con cierto espíritu crítico, pero en la Rusia profunda la gente está anestesiada por un presidente que está ordenando matar a los nuestros", dice con dolor Danilo, que admite que ha tenido que cortar la relación que tenía con algunos rusos. También le hace daño comprobar como Europa ha normalizado el conflicto después del impacto del ataque a mediados de febrero: "Es triste comprobar como la gente ha consumido la guerra como si fuera una serie de Netflix. Se nota en los centros de recogida de alimentos y medicinas que cierran cuando la guerra no se ha acabado. Los que tenemos familia en Ucrania no lo olvidamos". El Stanislav escucha atentamente a su padre e intenta relativizar: "La gente tiene su vida y pierde el interés en aquello en lo que no puede incidir. Pero más vale tener presente que en Europa hay una guerra".