Hansi Flick dando instrucciones durante el Barça-PSG.
03/10/2025
2 min

Cuando Francesco Acerbi mató con crueldad el sueño de la final de Múnich, la frustración se apoderó del barcelonismo. También arraigó con fuerza la opinión de que si el Barça de Hansi Flick hubiera llegado a esa final, habría tenido opciones de ganarla, por mucho que enfrente estuviera el todopoderoso PSG de Luis Enrique. El sabor de la pasada temporada fue especial, mágico. Por eso la rúa de celebración de los títulos tuvo una pátina onírica, como si fuera un presagio de lo que está por venir. En el inicio del año II de Flick, las ilusiones se vierten en la Champions, porque esta vez debería ser que sí. El culé terminó el curso con la autoestima altísima, mérito justificado del entrenador y de unos jugadores que subieron el nivel por encima de sus posibilidades. Y ahora lo que quiere saber es si, de una vez por todas, el Barça puede coronarse como el mejor equipo de Europa.

De momento, el primer ensayo en el laboratorio ha salido cruz. Una prueba científica que estaba muy condicionada por las bajas en ambos bandos, pero que da pistas de dónde está el equipo respecto al campeón actual. Queda constatado que, en el aquí y ahora, la distancia existe. La buena noticia es que no estamos hablando de recorrer años luz inalcanzables, pero lo cierto es que, a pesar de poder competir de tú a tú durante más de media hora, la calidad futbolística y física del PSG es todavía sólidamente superior. Fue doloroso y metafórico ver cómo Pedri tenía que ser sustituido por agotamiento, después de haberse dedicado a perseguir sombras. Sin el canario se desmonta el invento y todo es mucho más difícil de coser: la estabilidad, el ritmo y la identidad. Flick admitió el preocupante cansancio colectivo, pero, para aspirar a todo, sobre todo hay que analizar el juego.

La filosofía de Flick nos encanta por su atrevimiento, pero también obliga a una precisión y excelencia difíciles de sostener durante 90 minutos contra equipos grandes candidatos a todo. Por eso, la derrota ante el PSG reabre el debate sobre si es posible tomar el trono europeo manteniendo innegociablemente la línea defensiva tan avanzada. Voces autorizadas del mundo del fútbol como el exculé Thierry Henry creen que penaliza demasiado. Quizá no se trate de traicionarse a sí mismo, pero sí de encontrar mecanismos para protegerse en ciertos escenarios en los que ser siempre perfecto es una quimera. Minimizar ciertos riesgos no tiene por qué implicar cambiar de piel, sino hacerla más dura. Lo mejor es que estamos en octubre y hay mucho campo por correr. Ganar la Champions va a costar mucho.

stats