El Joan Laporta más funambulista
El presidente hace equilibrios con el poder frente a la lenta recuperación económica e institucional del Barça
Barcelona"Todo el mundo sabe que no estamos fuertes económicamente, y eso nos deja en una posición débil a la hora de negociar". La frase es de un directivo del Barça en una conversación en la que lamentaba la dificultad de imponerse en los despachos. De "hacerse respetar". "Toca hacer equilibrios, toca hacer política", añadía, admitiendo que el presidente Joan Laporta no está del todo cómodo, porque no puede liderar el club como a él realmente le gustaría.
Los que conocen bien Laporta aseguran que preferiría llevar al Barça como Florentino Pérez lleva al Real Madrid –salvando las distancias ideológicas con el presidente merengue–: siendo un líder que está en todas partes, que está a cuento de todo y que toma decisiones sin depender de terceros. De hecho, Laporta y Florentino habían ido de la mano desde que el abogado barcelonés regresó al palco del Camp Nou, con la Superliga y los cambios en la ley del deporte por derogar la obligación de avalar para dirigir una asociación deportiva, por ejemplo. Como dos capitanes de dos transatlánticos decididos a echar por el derecho. Pero la realidad ha sido otra y últimamente se ha distanciado. Mientras Florentino pretende continuar a lo suyo, el mandatario azulgrana ha tenido que estar pendiente del retrovisor y buscar la complicidad de quienes mandan en las altas esferas del fútbol.
Miami lo confirma
El último ejemplo es el partido en Miami, que el Barça ha hecho ver que aceptaba con agrado a pesar de las discrepancias internas. El vestuario ha hecho saber internamente que recibía la noticia con desgana y uno de los capitanes, Frenkie de Jong, ha dicho sin tapujos que está totalmente en desacuerdo. El calendario es muy apretado y se ha cambiado un viaje de 300 kilómetros a Villarreal por uno de 7.500 en Estados Unidos, que tendrá lugar el 20 de diciembre, tan sólo tres días después del primer partido de Copa. Para compensarlo, el Barça se ha encargado de llamar maravillas de este duelo, en el que por primera vez se viajará fuera del Estado para disputar un partido de Liga. Y ha destacado, por supuesto, la recompensa económica: unos ingresos de al menos 5 millones de euros.
El dinero siempre es bienvenido, sobre todo cuando se va corto de chaleco. Aunque en este caso es necesario tener en cuenta el acercamiento entre Laporta y Javier Tebas. La relación entre el mandatario azulgrana y el presidente de la Liga quedó muy estropeada en el 2021, cuando el Barça se negó a firmar el convenio con CVC para la venta de un porcentaje de los derechos audiovisuales. De Tebas depende el fair play, y pese a que el Barça está todavía lejos de volver a la norma 1:1 –la que permite fichar con normalidad–, tender puentes con la patronal ha permitido suavizar las condiciones para poder inscribir jugadores. La duda es saber qué va a pasar en el futuro. De momento, el pasado más reciente hace recordar que la Liga se opuso en Navidad a la inscripción de Dani Olmo: el caso acabó decidiéndose a instancias del CSD. Y este verano se ha necesitado un aval para inscribir a jugadores, dos de los cuales tuvieron que esperar un par de jornadas antes de tener el visto bueno para competir.
De la Superliga a reformular la Champions, ¿una jugada maestra?
El acercamiento con Tebas ha ido en paralelo con lo que Laporta ha hecho con Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA. Tebas y Ceferin son dos enemigos acérrimos de un Florentino Pérez que se está quedando solo en el proyecto de la Superliga. Esta competición gestionada directamente por los clubs había sido uno de los grandes sueños de Laporta, que ya había trabajado en su primer mandato en el Barça. Ganadas las elecciones en el 2021, volvió a encender la mecha organizando una cena en el restaurante Botafumeiro con presencia de Florentino y Andrea Agnelli, presidente de la Juventus. Ellos serían los líderes de una competición presentada en sociedad a finales de ese año con 12 equipos. Entre el gran estruendo que significó en países como Inglaterra y un largo litigio en los tribunales con la UEFA, muchos equipos han ido desertando y el Madrid va camino de quedarse solo.
A derecha ley, el Barça sigue formando parte de la Superliga, ya que si se desvincula deberá pagar una penalización millonaria a A22, la empresa promotora. Así que en los despachos apuestan por una vía inteligente: dejar morir el proyecto. En paralelo, y ésta es una de sus jugadas maestras, Laporta ha liderado un acercamiento con la UEFA para conseguir un pacto entre la Champions y la Superliga, del que él sería uno de los vencedores, arrinconando a Florentino. También se le ha visto últimamente participando en reuniones de la Asociación de Clubes Europeos (ECA), cercana a la UEFA y contraria a la Superliga.
Rebajar tensiones con la UEFA era imperativo porque se necesitaba el favor de Ceferin en aspectos clave como el fair play –ha rebajado de 60 a 15 millones el importe de la multa para incumplir las normas presupuestarias–, el caso Negreira –por el que peligraba la participación del Barça en la Champions– e incluso el Camp Nou –necesitaba jugar la primera jornada fuera de casa, ya que no tenía ningún estadio disponible, y aún sueña con disputar algún enfrentamiento de la fase de grupos en el barrio de Les Corts.
Las batallas que de momento no puede ganar Laporta
Sobre el estadio, el retorno forzoso a Montjuïc ha generado mucho malestar en las altas esferas azulgranas, donde insisten en que reabrir el Camp Nou es imprescindible para generar el dinero necesario que servirá para devolver el crédito de Goldman Sachs. Sin embargo, esta batalla no la ha podido ganar Laporta pese a presionar al consistorio: los Bomberos no han picado al anzuelo y están decididos a retrasar la apertura hasta que se cumplan los requisitos de seguridad que consideran imprescindibles. Unos mínimos que dependen de un material que tarda más de la cuenta en llegar. Además, recortar concesiones a la constructora Limak y encargar partes de la remodelación del estadio a terceras empresas tampoco ha servido para agilizar los trámites.
El último conflicto es con la selección. Se lesionó Gavi, se lesionó Lamine Yamal y el último ha sido Dani Olmo, a quien España reclutó pese a viajar con una sobrecarga muscular. En otras épocas pudo evitarse, pero las relaciones entre el club y la Federación no pasan por el mejor momento. Los problemas se acumulan para Joan Laporta, histórico especialista en caer de pie incluso en los escenarios más empinados, mientras la oposición afila los cuchillos pensando en las elecciones de la próxima primavera.