BarcelonaEl 2 de febrero Joan Laporta aseguró en una entrevista en El mundo en RAC1 que dados los resultados, si no se tratara de Xavi ya habría echado al entrenador. Dos meses después, y en la cuenta atrás para jugar los cuartos de final de la Champions, el discurso ha cambiado radicalmente y el presidente insiste públicamente en apostar por la continuidad del egarense. De momento ha detenido la búsqueda de un sustituto porque cree que hay margen para poder convencerle para que no se vaya. El vicepresidente deportivo, Rafa Yuste, incluso ha llegado a decir que esto "no va de una temporada o dos, sino de un proyecto". ¿En qué quedamos entonces? ¿La operación de seducción liderada por el presidente responde al proyecto del que hablaba Yuste oa la efervescencia emocional de los últimos marcadores? ¿Quién puede fiarse?
Esta temporada se han vivido episodios extraños, como la desautorización pública del entrenador desde la cúpula del club haciéndole cambiar una convocatoria –en diciembre, con derrota posterior en el campo del Amberes– o bien la alimentación interesada de los recelos sobre las capacidades de Xavi por parte de figuras muy cercanas al presidente. El Barça llegó en enero oliendo muy desagradable y no hubo ningún movimiento contundente para cerrar filas alrededor del entrenador. Superado el listón imposible de los octavos de final, y con la reacción del vestuario cuando se ha quedado sin paraguas, ahora sí se puede volver a hablar a largo plazo, fijar la mirada en la maravillosa aparición de los jóvenes y ponerle a Xavi una alfombra roja. ¿Pero el mensaje que transmiten ahora es definitivo o, dependiendo de cómo vaya la eliminatoria contra el PSG, devolverán las dudas? ¿Es así cómo se toman las decisiones?
Se mire como se mire, el balón está en el tejado de Laporta porque el Barça no tiene entrenador para el próximo curso. Tanto si mantiene la idea de convencer a Xavi como si quiere atraer a un candidato forastero, no podrá ofrecerle un plato de lentejas diciéndole que es caviar. Xavi, al menos, parece haber aprendido la lección del pasado verano, cuando se quedó con un palmo de nariz después de haber conseguido el seno de Bernardo Silva y Zubimendi. Volverá a haber un mercado de fichajes en la que la regla del 1-1 es una quimera utópica, se augura la venta de algún jugador importante y se prevén esfuerzos centrados en intentar mantener el nivel de la plantilla. Al menos estaría bien que el entrenador de la temporada 2024-2025 no sintiera que la confianza del presidente es tan blandita como si fuera de plastilina.