La suerte del Barça es Laporta

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El presidente del Barça Joan Laporta

Menos mal que volvió Laporta. Menos mal que el plan estratégico para salvar al Barça se aplicó desde el primer día, que no ha sido necesario hipotecar ingresos y se ha secado buena parte de la deuda. Menos mal que los ejecutivos más preparados lideran las áreas más importantes y que los mejores expertos llevan el timón del Espai Barça con la constructora más competente. Menos mal que la Superliga ha salido adelante y ha merecido la pena que el Ganas de volver a veros se tradujera al ser fiel a Florentino. Menos mal que hay un entrenador de mandato elegido desde el convencimiento. Menos mal que se apostó por un director deportivo fuerte que trabaja sin injerencias. Menos mal que los casi 250 millones en fichajes han respondido a prioridades deportivas y han estado a la altura. Menos mal que, prometiendo transparencia, se han explicado las comisiones a intermediarios. Menos mal que, con un asado se pudo retener a Messi. Menos mal que, tres años después, el Barça ha dejado atrás una de las etapas más oscuras de la historia.

Ojalá esta columna pudiera empezar así. Desgraciadamente, el relato no se ajusta a la realidad. Los símiles médicos han acompañado la evolución del Barça post-Bartomeu: un paciente que ha pasado de la UCI a planta pero que nunca ha sido capaz de recibir el alta. Atrapado en el hospital, es como un enfermo crónico que no hace lo que le aconsejan y, aunque ha logrado evitar la muerte, tiene un pronóstico muy inestable. La hora más grave exigía un régimen muy estricto, pero Laporta prefirió asumir riesgos que no han paliado ningún síntoma. Desde su triunfo electoral, el Barça incumple sistemáticamente el presupuesto, no resuelve las pérdidas operativas y la deuda sigue siendo monstruosa. Laporta no tiene CEO, él lo abraza todo y ha dejado de contar con una veintena de altos cargos y ejecutivos que han vaciado al club de talento.

No hay dinero en la caja ni oposición. La mínima crítica es perseguida en las redes y la masa social vive su estancia en Montjuïc anestesiada, como un exilio ajeno. Se hace difícil saber cómo será el Barça cuando vuelva al Camp Nou, ahora que está a las puertas de un verano que se prevé complicado, con una palanca fantasma para solucionar, muchas dificultades para inscribir a futbolistas que ya están en la plantilla y obligado a vender algún palo de pajar. También es una incógnita saber a qué va a jugar, porque el baile de candidatos a ocupar el banquillo tiene nombres que se parecen como un huevo a una castaña. ¿Quién querrá aterrizar en un club sin recursos para construir un proyecto? Laporta tiene entre manos cambiar la suerte del club, y se le está haciendo tarde.

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