El Barça salva como puede la primera bola de partido en contra en Europa (1-0)
Un gol de Piqué derrota a un Dinamo flojo y permite al equipo de Koeman ganar una vida extra en la Champions
BarcelonaTal como está el Barça, seguir vivo en la Champions es la mejor noticia. Tocaba salvar la primera pelota de partido en contra y ganar tiempo a la espera de recuperar efectivos y de consolidar unas ideas que no siempre queda claro cuáles son. La semana del juicio final de momento sonríe a Koeman, más por los resultados contra el Valencia y los ucranianos que por el juego. Contra el Dinamo (1-0), el triunfo no pudo esconder las grietas de un equipo que todavía no sabe muy bien qué quiere ser de mayor. Si quiere ser valiente o prudente. Un equipo en el que los cambios no siempre mejoran la propuesta inicial, descompensado, a medio camino entre la alegría de Ansu y Gavi y la frustración de Coutinho y Luuk de Jong.
Recibir al Dinamo no hace tanto habría sido un trámite. Ahora se trataba de ganar como fuera. Y así fue. El Barça hizo méritos para llevarse el triunfo, pero acabó nervioso con los ataques de un rival bastante flojo. Es lo que hay, que diría Koeman. La táctica del Dinamo, de hecho, parecía la de aburrir el Barça. Conscientes que era un partido clave, los ucranianos intentaron desconectar a los hombres de Koeman bajando tanto las pulsaciones del partido que por instantes se podía oír el viento pasando entre las viejas columnas del Camp Nou. Entre el horario, la baja asistencia y la frialdad de un rival que habría firmado con sangre un empate sin goles, el partido en algunos tramos parecía un amistoso, y el Barça quedó atrapado en la telaraña del equipo de Mircea Lucescu. Con las ruedas atrapadas em el barro que los ucranianos pusieron en el camino hacia la portería de Buschan, un portero particular con mejor juego de pies que muchos futbolistas. Las buenas intenciones del Barça, que perdonó el primero a los dos minutos de juego en un remate de cabeza de Dest, quedaron en esto, en intenciones. El espectáculo no justificaba el alto precio de las entradas que poca gente había decidido pagar un miércoles por la tarde en Barcelona.
Koeman insistió con Dest de extremo y recuperando a Lenglet en el eje de la defensa. Y, para evitar forzar al chico maravilla, Ansu Fati, le dio descanso. En su lugar entró Luuk de Jong, que, de cara a portería, falla más que una escopeta de ferias. Ocasiones tuvo; puntería, no. Solo Piqué, en un error defensivo del Dinamo, pudo marcar un gol balsámico. El primero del Barça en la Champions desde el de Messi en el campo del PSG en marzo. Desde entonces ha llovido tanto que Messi sigue marcando goles, pero con el PSG. Tres partidos, un solo gol. Triste bagaje, pero como mínimo el equipo tiene tres puntos. Más que goles marcados. Un gol que puede valer millones. Seguir vivo en la Champions te asegura esto, llenarte los bolsillos, aparte de la gloria deportiva. Sin chispa ni luz, el Barça abusó en la primera parte de los centros laterales. Y, de hecho, Piqué remató en una. La parte buena fue el buen partido de Gavi, de nuevo, buen acompañante de Sergio Busquets cuando se trata de recuperar la pelota rápido. Pero ni Koeman podía esconder que el partido era difícil de tragar. Era como masticar arena. Y en el descanso lo removió todo: hizo entrar a Ansu Fati y a Coutinho. Era una declaración de intenciones inteligente. Tocaba marcar el segundo y, de paso, animar al Camp Nou. El Dinamo, sin embargo, siguió a lo suyo, obediente, frío, calculador. Queda lejos el recuerdo de aquel Dinamo de los años 90 eléctrico, ofensivo. También queda lejos el recuerdo del mejor Barça, hay que decirlo.
Coutinho, una sombra
Y de nuevo, tocó seguir picando piedra. Solo un error de Buschan, portero con alma de funambulista, permitió a Ansu Fati quedarse a un paso de mangarle la cartera sobre la línea de gol para marcar el segundo. Pero Ansu falló en su intento de chilena y Buschan evitó el escarnio público que habría significado haber abierto la puerta al gol que, de paso, habría evitado los nervios de los últimos minutos. Ansu ilumina al Barça, pero, en un juego de extremos, Coutinho apaga la luz. El Yin y el Yang de un Barça que a medida que pasaban los minutos, iba notando la presión de la importancia del partido. Un gol del Dinamo habría sido la sentencia de muerte en Europa. La guillotina todavía no habría caído sobre el cuello de Koeman, pero el verdugo ya la habría afilado. Mircea Lucescu, gato viejo, hizo cambios ofensivos para intentar rascar el empate, pero el Barça supo aguantar bastante bien, a pesar de que tampoco encontró aquel segundo gol que le habría dado sosiego. Koeman, decidido a salvar al soldado Coutinho, sacrificó los extremos para crear un entorno ideal para el brasileño, pero este volvió a ser una sombra paseando por el césped. Ni el Kun, un hombre risueño que parece haber caído de pie con una afición que lo ovaciona antes de verlo jugar, pudo levantar los ánimos de un estadio que acabó dividido en el debate sobre si tocaba apoyar al equipo o silbarlo. Por suerte, el Dinamo demostró tener poca ambición. Y Ter Stegen no tuvo trabajo. Este fin de semana, Benzema seguramente tendrá una idea diferente de cómo atacar contra el Barça.