Podríamos alegrarnos del hecho de que la aburrida lógica no gobierne nuestro mundo. Podríamos celebrar que el Euromillón nos sobrevuele y que milagros sin ninguna explicación racional dejen un poco de alegría en nuestro mundo. Podríamos, y tanto, estar contentos por las siete veces que le tocó la lotería al popular Carlos Fabra.
Cuesta, pero, cuando la Fortuna siempre sonríe al mismo equipo, y más cuando este equipo nunca se lo ha merecido con un mérito futbolístico que no sea una confianza enorme, antinatural. La final de París se ha saldado con 28 chutes a portería, 24 de los cuales, el 85%, llevaban la firma red. Solo cuatro han sido del primer gran club-estado de la historia del fútbol.
Este milagro matemático, uno más en una década de fenómenos incomprensibles, llega después de que el PSG, con su lujoso ataque, chutara 31 veces contra este gigante llamado Courtois. El Madrid lo hizo 24. En cuartos de finales, el Chelsea sufrió todavía más la impotencia de enfrentarse a un escudo forjado en la sala de juegos de Fasto: 48 chutes a favor por 18 en contra.
Y el City, ay el City. El equipo más fiable del continente, el mejor entrenado: 41 chutes a favor por 25 en contra. ¿Quieren saber el total o prefieren vivir en la ignorancia? Si insisten en esta forma de masoquismo que es seguir las finales del Madrid, se lo diremos. La decimocuarta Copa de Europa del Madrid llegó después de que en eliminatorias y final los hombres de Ancelotti remataran 71 veces. Un buen número, ¿verdad? Un número de campeón, ¿verdad?
No. Sus rivales lo hicieron 144 veces. Más del doble.
¿Qué lecciones podemos extraer de este sufrimiento, de esta constante convivencia con la buena fortuna de aquello que más odiamos? Pues que, mira, quizás no hay que estudiar tanto, en esta vida. Quizás abres un tema de los 60 que entran en el temario de las oposiciones y justamente las preguntas hacen referencia al que te habías mirado.
Y que la meritocracia, hablemos. No hay que sufrir ni trabajar tanto. Cada día hay casos de gente que gira la esquina y se encuentra un maletín lleno de billetes abandonado sobre un banco. Nunca nadie los reclamará. No importa que conduzcamos siempre ebrios y en dirección contraria: somos elegidos de los dioses y nunca nos pasará nada.
La abnegada y católica catalanor y el Madrid en Europa, en efecto, son un mal tándem. ¿Qué sacábamos de todo esto? Que durante años llevamos en solitario la antorcha de oponernos a la peor creación deportiva del planeta. Ahora hay toda una legión de equipos que miran con horror y desconfianza al Real Madrid, el equipo que pactó con Satanás.