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El otro Chelsea-Barça: flores envenenadas a Lamine Yamal y 20 sillas vacías por la tozudez de la UEFA

Culés de Cataluña, Alicante, Huelva, Badajoz y también residentes de Londres sufrieron en Stamford Bridge una dolorosa derrota de Champions

De izquierda a derecha, José Manuel, Marc, Edu y Jordi, este martes por la noche, antes de entrar en Stamford Bridge.
26/11/2025
4 min

Londres"A los jóvenes debemos enseñarles que esto es un deporte, y que venimos a animar al club de nuestro corazón", me decía este miércoles por la mañana José Manuel, uno de los casi 1.700 culés que doce horas antes habían visto cómo el Barça salía malparado de Stamford Bridge.

Él mismo, Marc, Edu y Jordi habían partido el martes a las 07.30 h desde Barcelona para ver el partido de Champions. Ya lo habían hecho antes –en Dortmund y en Old Trafford, por ejemplo–, y seguirán haciéndolo siempre que sea posible cuadrar agendas de trabajo: "[El resultado] Fue un palo, pero son cosas que pasan. Sí que viajaremos más porque la experiencia es buena, a pesar de que algunos seguidores nuestros, que se comportan como gamberros, entraron en provocaciones de un pequeño grupo de seguidores del Chelsea y destrozaron algunos asientos; una lástima porque esa gente hace que no quieras venir algún día con tu hija", me ha escrito en un mensaje.

Tiene razón José Manuel. Este cronista, que sufrió la derrota rodeado de blues desde la tribuna baja de un campo muy envejecido e incómodo, fue testigo de las continuas provocaciones verbales y de los gestos obscenos de un buen número de fans de los londinenses. Gamberros, también, que tuvieron a Lamine Yamal como objetivo preferente de su mala educación. Pero el 10 del Barça no se dio cuenta de nada: ni que jugaba ni que le despidieron con flores envenenadas.

En el centro de Londres vía Faro

Aterrizados en Londres, la peregrinación de los visitantes hasta Stamford Bridge –al oeste de la ciudad– tenía una parada obligatoria en el centro, en el Cumberland Hotel, de Marble Arch. El establecimiento es uno de los habituales de las expediciones del Barça: ya se utilizó para alojar a directivos y otros privilegiados –no por el equipo– el día del Iniestazo. Había que ir para recoger las entradas nominales y para que te pusieran una pulsera con los colores del club, un mecanismo de control, pero también un símbolo de la misma fe laica, como el pez que los primeros cristianos lucían para reconocerse entre sí.

De izquierda a derecha, Patro, Mario, Alejandro y Alvaro, ayer martes, en el Hotel Cumberland, tras recoger sus entradas.
Uno de los socios llegados de Barcelona muestra la pulsera identificativa, sin la que no se podía acceder a Stamford Bridge.

Hacia las cuatro de la tarde, la sala donde se distribuían las pulseras todavía hervía de un goteo de seguidores que hacían una cola ordenada y mínima para ganarse el cielo, ignorantes de que el destino les tenía reservado el infierno. Y allí encontré a Patro, Mario, Alejandro y Álvaro, el primero, socio, y el resto, miembros de la peña La Masía de Moguer (Huelva), que habían salido desde Faro (Portugal) el martes a media mañana y habían aterrizado en Gatwick, al sur de Londres, poco después del mediodía.

Que había ganas de desplazamiento grande entre los más comprometidos lo demuestra la planificación que estos fieles –tres de Moguer y uno de Ayamonte– habían hecho desde el mismo momento en que el carné de baile había vuelto a emparejar al Barça con el Chelsea. Antes incluso de tener entradas, el 28 de agosto, compraron el billete de avión: ir y volver, 60 euros. Coste total de la experiencia: no más de 250 euros. Ni siquiera pasaron la noche en un hotel, ya que han vuelto a casa este miércoles a las 06.30 h, quizás con el rabo entre piernas, pero con la fe intacta. Una fe que, como decía Álvaro, cobra aún más sentido de supervivencia en un entorno en el que está "rodeado de madridistas".

También pude hablar con peñistas venidos de Badajoz o de Alicante, o con socios llegados de Cataluña, todos en el corazón con la idea de una Ítaca azulgrana, conscientes de que más allá de los resultados, lo que verdaderamente cuenta es el viaje, la travesía de toda una vida.

Un viaje que, por desgracia, una veintena de seguidores culés no pudieron hacer. Porque el vuelo de British Airways BA0481, que debía despegar el martes a las 14.40 h del aeropuerto de El Prat, fue definitivamente cancelado dos horas después por problemas técnicos. Mientras todavía conservaban la esperanza, y ante el retraso que ya acumulaban, hablaron con la Oficina de Atención al Barcelonista para que les ahorraran el trayecto desde Heathrow (al oeste de la ciudad) hasta el hotel (en el centro) para ir después al campo (el oeste). Sin embargo, la OAB no les dijo ni que sí ni que no, y que solo se estarían en el Cumberland hasta las 18.30 h.

No hubo milagro y al final se quedaron en tierra. Algunos dieron a familiares residentes en Londres los datos del DNI para intentar recoger la entrada y que, al menos, se aprovechara. Pero la burocracia y las normas de la UEFA o del club no entienden de problemas técnicos. La razón arbitraria que les dieron es que esto "perjudicaría a los socios que no consiguieron entradas en el sorteo". Una justificación sin lógica porque una entrada no ocupada es una voz que no se desgañita por el equipo. ¿Qué harán con los tiques no recogidos? "Devolverlos a Barcelona", me dijeron. "¿Devolverán el dinero a los socios?", pregunté también a los miembros de la OAB. "Lo estudiaremos". Una respuesta que significa que no.

Ni siquiera es un consuelo que este grupo que no pudo volar se ahorraran el dolor de la derrota. Se perdieron la experiencia del viaje, la riqueza de lo que habrían ganado haciendo el camino. Pero habrá otros caminos. Porque que pase lo que ocurre, la Ítaca azulgrana nunca engaña.

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