El Girona reabre por fin las puertas del paraíso (1-3)

El equipo catalán derrota al Tenerife y ve premiada la insistencia de los últimos años

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Los jugadores del Girona celebrando el ascenso en Primera.

TENERIFE (ENVIADO ESPECIAL)El Girona es nuevo equipo de Primera División. Decían que solo las primeras veces eran especiales y que nunca se sentía nada parecido. Era mentira, cada vez es preciosa. Porque en su segundo ascenso el Girona abrió las puertas del paraíso. Resistió a todo para coronarse, después de un año complicado, eliminando al Tenerife en la final del play-off (1-3). Míchel y una plantilla increíble lo han conseguido. Por fin.

Entre el Carnaval, las bufandas, las camisetas y los cánticos, parecía que el Tenerife solo estaba convocado para la celebración. Los seguidores bailaban en la grada, antes de empezar. El Girona se había pasado los últimos días con la boca cerrada y soñando un desenlace positivo. Llegaron el sábado con las familias, sintiendo el calor de aquellos que tienen a su lado cuando vuelven a casa y ya no hay cámaras. El viaje fue bonito con los ídolos de los 250 hinchas rojiblancos desplazados jugando con sus hijos.

Juan Carlos, Arnau, Bueno, Bernardo, Juanpe, Valery, Pol Lozano, Aleix Garcia, Iván Martín, Baena y Stuani. El once esperado estaba en marcha, tan solo trastocado por la lesión de Ivan Martín al cuarto de hora. Entró Samu en su lugar, pero la identidad del Girona de Míchel no varió. Los gerundenses se enteraron del ascenso del Bàsquet Girona en los vestuarios y salieron con ganas de completar una noche perfecta, de aquellas que se explicarán durante años.

Tocaba cerrar heridas y olvidar, de una vez por todas, los terribles desenlaces que han sufrido las tres últimas temporadas. Siempre en el último partido, siempre el último día, casi siempre cruel. La personalidad con la cual se convirtió en el protagonista fue espléndida. El Girona no pidió permiso en ningún momento, simplemente cogió la pelota y se puso a trabajar. Baena, Bueno y Stuani estuvieron a punto de poner nombre y apellido a un inicio sinónimo de tormenta.

Salía con velocidad el Tenerife, dedicado a parar el juego tanto como pudiera y algo más. Es un equipo que se ha pasado horas y horas aprendiéndose los mecanismos, como si fuera un reloj que no se estropea nunca. Mecanismos de destrucción, eso sí, porque la elaboración no es una virtud con la cual se pueda asociar. Pelotas a Mario y Enric Gallego y a correr, así de simple pero así de efectivo. Teniendo en cuenta que el tiempo les jugaba a favor, no era extraño que explotaran esta vía. De hecho, los periodistas que cubren la información local se habían acreditado por la mañana para la fiesta programada de madrugada. Y el centro de la ciudad el escenario ya estaba preparado. Qué error hablar antes de tiempo, porque fue el Girona el celebró.

Por los siglos de los siglos, Stuani

Pero lo que tantas veces le ha pasado al Girona, le pasó al Tenerife, que no se imaginaba que las emociones que se viven en estas finales son inhumanas. El Heliodoro temblaba cuando un gran disparo de Samu salió rechazado por Soriano y enmudeció del todo cuando un chut de Juanpe fue a parar a las manos de Sergio y Arcediano Monescillo –el árbitro del primer ascenso, por cierto– señaló un penalti como una casa: Stuani, evidentemente, no falló. Lo que ha hecho el uruguayo por el club será recordado por los siglos de los siglos. Tenía que ser él.

Valery abrazando a Stuani entre lágrimas.

De algo tenía que servir haber perdido tantas veces. El Girona sabía que le esperaba una segunda parte larguísima, quizás incluso más que los tres años que se ha pasado en Segunda después del descenso de Primera. Porque una vez tocado el cielo, la entidad nunca ha querido saber nada más de otro destino. Montilivi se ha volcado con la máxima categoría. La afición quiere ver a los suyos jugando contra el Barça, el Madrid, el Atlético o el Sevilla. Quiere viajar a todo el Estado sintiéndose grande, como todo aquello que siempre han hecho los demás, pero que en los últimos años ha estado al alcance de un club que ha insistido tanto que por fin lo ha hecho realidad. Que disfrute, porque ha costado mucho.

Más de 20.000 espectadores convirtieron el Heliodoro en una caldera, porque el partido no se acababa nunca. Todavía quedaba media hora cuando la presión hizo efecto, Carlos Ruiz ganó la espalda a Arnau y la pelota acabó en el fondo de la red. Aquello era insoportable, pero gracias a los astros duró poco. Porque si los rojiblancos se levantan siempre, es por alguna razón. Era de justicia que lo hicieran, les tocaba. Una combinación entre Samu y Baena acabó con un centro del último que rebotó en León antes de ser el 1-2. Girona explotó de alegría.

El partido se tenía que acabar como fuera. Stuani recibió un botellazo en la celebración, señal de que la paciencia local caía por el precipicio, dispersa del todo cuando Arnau remató una falta de Aleix Garcia para explicarle al planeta entero que sí, que el Girona es de nuevo equipo de Primera.

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