Messi: de la servilleta al pañuelo, pasando por el burofax
Ahora hace un año, el argentino comunicaba a Josep Maria Bartomeu que quería marcharse del Barça
BarcelonaLa historia que empezó con un acuerdo firmado sobre una servilleta de papel acabó con las lágrimas de Lionel Messi sobre un pañuelo en el Camp Nou. Y entremedias, ahora hace justo un año, un burofax. Una historia escrita en tres capítulos, sobre tres soportes diferentes. “Sabíamos que la cosa no iba bien, pero el burofax nos sorprendió”, admite un directivo de la junta de Bartomeu recordando el famoso día del burofax. “Los grupos de WhatsApp iban locos, porque muchos estábamos fuera de la ciudad”, añade.
Hace un año, Messi quería marcharse del Barça. Cosas de la vida, un año después está lejos del Camp Nou, pero habiendo pasado por una despedida traumática. “Cuando quería marcharse no pudo, y cuando se quería quedar tampoco ha podido ser”, explicaba un poco melancólico Gerard Piqué. Ahora Messi prepara su debut con el PSG el domingo contra el Stade de Reims de Òscar Garcia Junyent, y en el Barça prepararon el tercer partido de Liga intentando no pensar mucho en él. Como si pronunciando poco su nombre fuera más fácil olvidarlo. El destino de Messi se ha convertido en un asunto incómodo, en ese elefante en medio de la sala que todo el mundo sabe que está, a pesar de que se ignore. Un recordatorio de cómo de bajo ha caído un club sin dinero.
Todo había estallado el 25 de agosto de 2020. Bartomeu no había conseguido hablar con Leo Messi desde que Bayern le había hecho ocho goles al Barça en Lisboa, y su padre respondía con frialdad cuando el presidente les preguntaba qué querían hacer con su contrato, puesto que Messi seguía sin querer negociar la renovación de un vínculo que entonces entraba en su última temporada. “Mi decisión no fue cosa del resultado de Champions contra el Bayern, llevaba mucho tiempo pensando en ello. El presidente siempre decía que yo al final de temporada podía decidir si quería marcharme. No cumplió su palabra”, afirmaría el jugador recordando unas declaraciones de Bartomeu en las que afirmaba que “Messi tiene un contrato hasta la temporada 2020/21. Si quiere dejar el club antes de empezar esta última temporada, puede hacerlo. Para dejar el fútbol o para ir a otro club”. A finales de julio, Jorge Messi ya le había dicho a Bartomeu que estaban a un paso de pedir marcharse del club, pero la directiva creía que nunca darían el paso adelante. No acertaron. Y el burofax fue un formalismo para forzar la situación. Después de temporadas en las que la relación entre el capitán y la directiva se había ido complicando, se había llegado a un callejón sin salida. Pero Bartomeu no cedió. La directiva, que decidió prescindir del bufete de abogados Cuatrecasas porque había asesorado a Messi, respondió con otro burofax. La posición del club era clara: Messi tenía contrato y solo negociarían con él para ampliarlo. Fueron días de jugar las cartas como fuera, a veces filtrando informaciones como la que decía que Bartomeu estaba dispuesto a dimitir si Messi renovaba. En los grupos de WhatsApp de los jugadores, esta idea provocó muchas bromas.
Guerra sucia
El burofax provocó tanta locura que el propio New York Times publicó por primera vez esta palabra, dado que estos documentos no son habituales fuera del estado español. Y forzó la entrevista a Goal de Messi para explicarse, así como una primera reunión de Bartomeu y Javier Bordas con Jorge y Rodrigo, padre y hermano del jugador, que no llegó a buen puerto. Messi estaba obligado a quedarse, pero enfadado. El argentino disfrutaría con la caída de Bartomeu, forzado a dimitir unos meses más adelante, pero a pesar de celebrar el triunfo de Laporta, ha visto como él tampoco encuentra la solución para ofrecerle un contrato. El fin de una relación que había empezado el 14 de diciembre de 2000, cuando en la cafetería del Club de Tenis Pompeia de Barcelona se firmó ese preacuerdo en una servilleta de papel que, de hecho, no tenía valor legal pero sirvió para empezar a poner manos a la obra al primer vínculo del niño, de 13 años, con el Barça. Messi había llegado para pasar una prueba, pero entre que era pequeño, tenía problemas de crecimiento y ya había cierto ajetreo sobre quién hacía de intermediario en esa operación, por instantes pareció que no se quedaría en el club. Ese documento improvisado lo cambió todo. El Barça más de una vez ha intentado comprar la servilleta para exponerla en su museo, pero el propietario no la quiere vender. Se trata de Horacio Gaggioli, que la guarda en una caja fuerte del Centre del Crèdit Andorrà, el país donde vive. Gaggioli, representante de jugadores argentino, firmó la famosa servilleta con el también representante Josep Maria Minguella y el entonces secretario técnico del Barça, el ex futbolista Carles Rexach, para el fichaje de Messi.
Si la servilleta está en Andorra, del burofax se conservan copias en el club, las oficinas de los Messi y los colegios de abogados relacionados con el caso. En las redes sociales se publicaron imágenes, pero eran falsas. Como también era falso el pañuelo de papel que un usuario intentó vender por un millón de euros en internet afirmando que era el que había usado el argentino para llorar. “También se han intentado vender servilletas falsas diciendo que era la nuestra”, recuerda Minguella sobre el documento del año 2000. Muchos quieren hacer negocio con los documentos que han escrito el periplo de Messi en el Barcelona. Un símbolo de la locura que ha provocado un futbolista único. Tan excepcional en el terreno de juego que ha provocado movimientos de dinero exagerado afuera.