Gerard Farrés: “Me dieron la orden de dejarme ganar con lágrimas en los ojos”
ManlleuCuando los valores y el compromiso van por delante de la competencia y la victoria, se dan hitos como el de Gerard Farrés (Manresa, 1979). El piloto catalán llegaba primero en la general en la última etapa del Dakar y lo tenía todo de cara para llevarse su primer triunfo en la carrera más dura del mundo. Desde fuera, parecía que por fin podría cumplir su sueño, pero él decidió cumplir su palabra y dejar ganar a su compañero después de recibir las órdenes de equipo. Él se había sumado al proyecto de South Racing para ayudar a Austin Jones a ganar y, durante los cinco minutos que estuvo parado ante la línea de meta, no se replanteó su compromiso con aquellos que habían apostado por él.
Ya hace unas semanas que habéis vuelto. ¿Qué sensaciones tienes ahora que todo se ha acabado?
— De una satisfacción enorme, sobre todo porque meses atrás no sabía si podría ir al Dakar. Pude participar como gregario para ayudar a mis compañeros y ahora me veo habiendo ganado una etapa, habiendo liderado el rally y hemos acabado haciendo segundos. El hecho de estar ahí te hace aprender mucho y he disfrutado muchísimo. Hemos pasado de no competir a hacer lo que hemos hecho, estoy muy feliz.
La fortaleza mental para afrontar aquellos sacrificios tiene que ser enorme.
— Llevo veinte años trabajando con psicólogos, y tuvimos que reforzar mucho este trabajo; sobre todo por Diego Ortega [su copiloto] cuando estuvimos allá. Él no estaba acostumbrado a estas situaciones: él no había ganado nunca una victoria de etapa, ni había liderado y no se había visto recibiendo órdenes de equipo. Es una tarea que se tenía que hacer y cada día, cuando acabábamos la etapa, llamábamos a nuestro psicólogo. Los valores de cada persona son muy importantes y Diego y yo compartimos el del compromiso y el trabajo en equipo. En ningún momento me planteé no obedecer las órdenes que se nos daban. Quiero crecer y siempre he sido una persona muy poco egoísta. He pensado más en el equipo y en poder crecer. Obviamente, tengo el sueño de ganar el Dakar y cuando lo tienes tan cerca choca, pero si tienes muy clara tu base de valores, lo tienes que asumir.
¿No has tenido ningún pensamiento de desobedecer y ganar el Dakar?
— Están el demonio y el angelito. El demonio te dice que le des gas, pero el angelito te recuerda que hay que ser agradecidos. Scott Abraham [propietario de South Racing] me dio la oportunidad de volver a competir en el Dakar. Hace unos meses no iba a participar y he acabado compitiendo con el mejor coche. Es bueno siempre mirar atrás porque, si no, sería muy fácil poner la directa.
Tuviste opciones reales de ganar el Dakar desde el comienzo.
— Todo se fue posicionando bien desde un principio. Trabajábamos por el equipo y eran cuatro coches, pero dos quedaron fuera de combate por problemas y entonces vimos que solo teníamos un piloto delante. Que nuestro compañero fuera primero quería decir que si nosotros íbamos tan rápido como él, estaríamos ahí. Todo se iba alineando. El hecho de ganar la etapa y estar siempre entre los tres o cuatro primeros nos hacía ver nuestras posibilidades. No de ganar, porque dentro mío no lo quería ver, pero sí para estar en el podio.
Cuando te ves líder de la general, ¿qué piensas?
— Por un lado, digo: "¡Mierda!" [ríe]. Yo recuerdo que estábamos esperando a nuestro compañero de equipo que iba primero en la general pero que había salido por detrás y vimos que, como tardaban, nos estábamos poniendo líderes. Con Diego nos miramos y dijimos: "¡Vaya problemón!" Al final había tensión, era muy importante que ganara Austin Jones. Yo les había dado mi palabra a él y al equipo de que los ayudaría. A media etapa, en un refueling en el que tenemos 20 minutos para poner gasolina, él vino y miró mi GPS y vio que yo estaba delante de él. Se puso muy nervioso y lo tranquilicé: "Yo estoy defendiendo mi podio, no luchando contra ti".
La realidad es que tú no puedes controlar que él tenga problemas mecánicos y se quede parado.
— Totalmente. El equipo lo que no quería era arriesgar que no ganara ni él ni tampoco lo hiciera yo. No era nada fácil, pero lo llevamos bien. Teníamos muy claro cuál era nuestro rol y hasta dónde podíamos llegar. Trabajamos con una muy buena comunicación y con nuestro compromiso de que veníamos a ayudar a Austin.
Tu llegas a la última etapa líder de la general, con todo de cara para ganar. ¿Cuándo y quién te da la orden de dejarte ganar?
— Cada mañana me levantaba e iba a ver al jefe de equipo y él me explicaba qué necesitaban de nosotros. Sobre todo porque a veces en las órdenes de equipo, si no hay una buena comunicación, pueden pasar cosas, y esto yo no lo quería. Ese día hablamos y me dijo que hacíamos el enlace de 300 kilómetros y él estaría ahí para decirme qué tenía que hacer. Cuando llegábamos me dice: "Creemos que si vas a un ritmo conservador, no para ir a ganar la etapa, y te paras cinco minutos, no perderás el segundo puesto porque tienes un margen de 15 minutos".
¿Cómo fueron esos cinco minutos quietos?
— Se hicieron muy duros. Intenté no pensar y no darle vueltas para no desenfocarnos del objetivo. Le dije a Diego que bajara del coche, y yo contaba: uno, dos, tres... Iba mirando el reloj. Al cuatro volvió a subir al coche y entramos en meta. Cuando la atravesamos nos echamos a llorar, no de rabia ni de haber perdido el primer puesto, simplemente de haber hecho el trabajo. Era una alegría inmensa estar en el podio. Aunque tenga muchas ganas de ganar el Dakar, no soy tan egoísta como para faltar a mi palabra o a las órdenes de equipo. Creo que tenemos unos valores que valen mucho más y estos han sido más fuertes que el egoísmo de ganar una carrera que siempre he soñado ganar. Era solo dar gas y era nuestro, es cierto, pero espero que esto nos ayude de cara a nuestro futuro.
¿Qué te dicen desde el equipo cuando cruzas la línea de meta?
— Yo me debo a Scott. Él cada día que me daba las órdenes, sobre todo los tres últimos días que estábamos liderando la general, me las decía con los ojos llorosos. Él estaba entre la espada y la pared. Al fin y al cabo, defiende una marca y para los EE.UU. era muy importante que ganara un piloto norteamericano, por las ventas y por los patrocinadores, pero era consciente de que yo no podría cumplir mi sueño por lo que él me pedía. Con la mirada y el tono de voz me demostró mucho respeto. Cuando llegamos a meta me abrazó fuerte y me dijo: "Gerard, ya tienes el Dakar de 2023". Con las dificultades que he tenido este año para ir, que él me dijera esto antes de que llegara Austin y estuviera asegurada su victoria fue especial. Él sabía que yo había hecho todo lo que me había dicho, que había cumplido mi palabra.
¿Crees que dudaban de que lo hicieras?
— Espero que no. El día que Austin me vio con el GPS que iba más avanzado, es cierto que se mostró preocupado. Yo lo miré a los ojos y le di mi palabra. Es lo más importante que tengo. Cuando llegué a meta le recordé que no le había fallado.