Noche de éxtasis de un Barça que se gana el derecho a soñar (3-0)
El equipo de Koeman levanta la eliminatoria gracias a un gol salvador de Piqué y jugará la final de Copa (3-0)
BarcelonaLa belleza salvará al mundo y el buen juego salvará al Barça. La misma semana en que la imagen pública del club se hundía un poco más, una noche de locura abrió la puerta de la final de Copa a un Barça que se levantó del suelo cuando parecía eliminado. Convirtiendo la Copa en el torneo de los milagros, con prórrogas y goles salvadores, el equipo de Koeman se deshizo del Sevilla (3-0) en un partido de esos que provocan que des besos a quien no toca, despiertes a los vecinos que no miran el fútbol y hagas carreras por el pasillo como si fueras Dembélé. Lo que necesita el Barça, volver a gritar de alegría como Piqué celebrando su gol.
El Barça se habría podido rendir y entregarse a un destino cruel, deshaciéndose poco a poco. Pero en un club asediado por los problemas, el fútbol se ha convertido en un refugio para ilusionarse. Gracias a un gol salvador de Piqué en el último minuto, un penalti parado por Ter Stegen y una actuación coral impecable, el Barça se clasificó para la novena final de Copa en los últimos 11 años, y se ganó la oportunidad de redimirse por la derrota en la Supercopa en la misma ciudad donde perdió la final. Y de paso, limpió algunas de las manchas que han ensuciado el escudo por culpa de las malas decisiones de la gente que ocupaba el palco hasta hace poco. No es fácil centrarte en tu trabajo cuando no tienes presidente, el anterior pasa por la comisaría y quien llegue el domingo tendrá que negociar un recorte de los salarios. Pero Koeman ya hace unos días que ha conseguido hacerlo, animando a una plantilla que ha entendido que el destino pasa por empezar a construir el futuro, más que llorar por el pasado.
El equipo hizo salivar a los tres candidatos a la presidencia, sentados juntos en el palco, condenados a celebrar la remontada con sus rivales. Cosas del Barça, donde los extremos se tocan. Apostando de nuevo por el sistema con tres centrales, el equipo de Koeman hizo perder los papeles a un Sevilla que habría podido sufrir más si el Barça tuviera más puntería. El partido se escribió con el trazo fino de un Pedri sorpresivo. El canario se rehizo en un tiempo récord de la lesión sufrida en el partido de ida, y firmó una actuación memorable. Si en ataque siempre encuentra espacios, cuando el Barça perdía la pelota siempre la recuperaba, como si tuviera 10 piernas. Piqué, convertido en un tenor que hacía oír su voz por todo el Camp Nou, acompañaba el crecimiento de Mingueza en defensa. Alba y Dest abrían el campo, a pesar de que el joven norteamericano perdió casi todos los duelos directos. Y Messi, sin tener el mejor día, atraía a rivales para generar espacios a jugadores como Dembélé, ese joven que nos hace sentir a todos viejos y sufrir una crisis generacional al no entender qué hace. Como si fuera un artista urbano de esos que hacen filigranas por las calles sin que la gente tenga claro su significado, Dembélé inventa formas de expresarse con los pies en ocasiones sin sentido, como en el gol, un chut seco después de haber desaprovechado el mejor ángulo para hacerlo. En un Barça siempre en movimiento, marcó sin moverse. En un deporte donde hay que encontrar agujeros, se los inventó, dando paso a un asedio azulgrana que tuvo continuidad en una segunda parte, en la que Ter Stegen se sumó al trabajo al parar, a falta de 20 minutos, un penalti de Mingueza sobre Ocampos. Sin su parada, nada habría sido igual.
Esta Copa se ha convertido en el torneo de los pequeños milagros. Cuando todo parecía perdido, Griezmann, que había entrado por Dest, hizo una centrada que Piqué remató a gol. Pocos explican el Barça como él, un hombre que habría podido decidir vivir nuevas experiencias colgando las botas hace años, pero que prefiere dejarse la piel defendiendo a su Barça. Y de hecho acabó lesionado en una prórroga en la que el equipo de Lopetegui, que se había quedado con 10 futbolistas por la roja a Fernando, perdió los papeles protestando al árbitro cualquier acción. Y fue Braithwaite quien se encargó de marcar el tercer gol azulgrana. El gol que abre la puerta de una final a un equipo que defendió el honor del club de la mejor manera. Atacando, disfrutando, siendo valiente. Y ganando, claro, a pesar de que tocó sufrir en los últimos minutos para hacer más dulce la remontada.