Ante Budimir: “La gente de los Balcanes sabemos que el camino para triunfar en el fútbol es largo”
Delantero del Osasuna
BarcelonaAnte Budimir (Zenica, Yugoslavia, 1991) es la principal amenaza del Osasuna en su visita este domingo en Cornellà-El Prat (18.30 h, M. LaLiga). El delantero, que acumula seis jornadas consecutivas marcando, vive uno de los momentos más dulces de su carrera. Su camino a la élite, sin embargo, no ha sido nada fácil. Su familia tuvo que huir de Bosnia por la guerra cuando apenas tenía seis meses, problemas burocráticos frenaron su salida de Croacia y, después de varios ascensos de categoría, ha encontrado la felicidad en Pamplona.
Desde 2008, cuando debutó como profesional, ha jugado en 10 clubes. Los últimos dos, en el Osasuna, donde tiene contrato hasta 2025. ¿Por fin ha encontrado la estabilidad?
— Sí, llevo años cambiando de club por varios motivos. Este ha sido mi camino. Ahora llevo dos años en el Osasuna y estoy contento. Conozco bien a los compañeros y ellos a mí, y con el entrenador pasa lo mismo. La conexión con el público nos ayuda, nos da un plus. Se nota que la gente del Osasuna vive por su club. Cada partido El Sadar es especial. Me gusta que la gente presione de manera pasional y, después, salir del campo y ver a niños y familias esperándote.
Su trayectoria no ha sido fácil y ha estado marcada por una guerra.
— Nací en Zenica, ciudad donde estaba el hospital más cerca del pueblo donde vivíamos, Ozimica. Pero no recuerdo nada, porque la guerra movió a mi familia hacia el condado de Zagreb. Desde el principio vivía en Croacia. No fue hasta los seis años, una vez se acabó la guerra en Bosnia, que volví por primera vez. Fue complicado. Recuerdo que en la frontera había muchos militares, cascos azules de las Naciones Unidas. No es bueno tener que requerir a otras personas para arreglar la entrada dentro de un país, pero por suerte esto ya es pasado.
¿Cómo vive un niño de aquella edad un conflicto bélico?
— Cuando eres pequeño no lo entiendes, pero lo ves normal. Nos podíamos mover por Zagreb hablando la misma lengua bosnia porque allí tienen tradiciones muy similares. Pero cuando con 10 años vas a ver a las dos abuelas, que siguen en Bosnia, y ves muchas casas con agujeros por los ataques, te das cuenta de que allí pasó algo serio. Cuando se destruye una cosa es difícil reconstruirla. Hay cosas que no se han tocado, zonas donde ves que el tiempo se ha parado después de la guerra. Pero es un país muy bonito, con mucha naturaleza, y le tengo mucho aprecio. No quiero que vuelva a pasar nada similar en los Balcanes, somos pueblos con tradiciones y costumbres muy similares que nos tenemos que respetar.
¿Qué recuerdo tiene de su infancia en Croacia?
— Muy alegre. Podía estar jugando todo el día fuera de casa sin que mis padres sufrieran. Allí empecé a jugar a fútbol. A unos 500 metros de donde vivíamos estaba el estadio Radnik, donde jugaba el Velika Gorica, de la primera división de Croacia. Con siete años le dije a mi madre que quería ir a entrenar. Me llevó y no he parado de jugar a fútbol desde entonces. Mantengo la misma pasión, sentimiento y amor por el fútbol que cuando era un niño. Antes era un juego que compartía con mis amigos y, ahora, mi profesión. Me siento un privilegiado.
En otra entrevista al ARA, el jugador albanés del Espanyol Keidi Bare explicó que el hecho de que sus padres, que habían vivido otra guerra, lo animaran a marcharse del país con 11 años para tener un futuro lo marcó de por vida.
— Cuando naces en países como Croacia, Albania, Serbia o Bosnia, sabes que, si un día quieres jugar donde se practica el mejor fútbol del mundo, tienes que marcharte de casa. Y esto significa que alguien te tiene que llamar. Y, para que alguien lo haga, tienes que ser mejor de lo que tienen estos países en casa. Hay que trabajar duro y aprovechar las oportunidades que tienes. Sabes que el camino es largo y que nadie te regalará nada. Esto la gente de los Balcanes lo tiene inculcado. Y al final te ayuda, porque te exige entrenar más, estar más concentrado y sacar el mejor rendimiento posible.
La primera llamada que recibió del extranjero fue del Lask austríaco.
— Con 14 o 15 años fui a hacer unos entrenamientos para jóvenes para que me vieran. Lo probé en dos equipos de la Bundesliga de Alemania y también en Inglaterra, en el Liverpool. Pero, como Croacia no estaba en la Unión Europea, tenía problemas con los papeles. Un entrenador croata, Andrej Panadić, fichó por el Lask Linz austríaco y me dijo que fuera con él al primer equipo. Sabía que tenía que salir de Croacia y era una oportunidad. Hice la pretemporada, que fue muy bien, e incluso jugué una parte del partido del centenario del club contra el Real Madrid. Pero cuando tenía que empezar la liga no me pudieron inscribir por temas burocráticos y unos meses después tuve que volver a casa. Poco después me llegó la oportunidad del Sankt Pauli, un club con valores muy diversos y unas particularidades únicas en el mundo. Allí aprendí mucho como persona y futbolísticamente.
En 2015 su vida vive un punto de inflexión con el fichaje por el Crotone italiano. Marca 16 goles y vive su primer ascenso.
— El fútbol italiano te hace entender mucha táctica y valores muy diferentes de los de los otros países donde había estado. Tuvimos mucho éxito aquel año, porque conseguimos el primer ascenso de la historia del club en la Serie A. Fue un año increíble para mí, supuso un trampolín. La etapa en el Crotone me marcó, tengo muchos recuerdos especiales de allí, porque es un club de la región de Calabria, una de las más pobres de Italia. Son condiciones inimaginables. Me supo mal que este año bajaran a la Serie C (tercera) cuando el año pasado estaban en la Serie A.
Su carrera volvió a vivir un momento clave cuando aterrizó en el Mallorca de Vicente Moreno, con quien vivió otro ascenso. ¿Qué conocía del club?
— Sabía que el Mallorca era un club de Primera con nombre, recordaba que habían jugado en Europa y que Eto’o había marcado muchos goles. Con Vicente Moreno estuve muy bien. Me parece un entrenador muy bien preparado. Dedica mucho tiempo al trabajo, es una persona que tiene mucha pasión, me gusta mucho como entrenador.
En 2020 llega cedido al Osasuna y debuta con la selección de Croacia. Todo ello, con 29 años.
— Cada jugador tiene su camino. El mío fue diferente, lo valoro y no lo cambiaría por ningún otro. Al final las cosas llegan si crees y trabajas. Llegar a la selección fue especial, disfruté mucho poder ver desde dentro cómo funcionan y trabajan jugadores como Modric, Rakitic o Mandzukic. Croacia es una zona con mucho talento, pero también hay mucho trabajo detrás. Hay jugadores con mucha ambición y mucha competitividad. Seguro que la guerra supuso un plus, pero ya antes Yugoslavia era muy competitiva en varios deportes. Llevamos en la sangre el amor por el deporte y este talante luchador que nos ayuda a ser competitivos a escala mundial.
¿Se ve en el Mundial de Catar de noviembre que viene?
— Quieor ir paso a paso. Antes hay cuatro partidos muy importantes con el Osasuna y, en junio, cuatro partidos más de la Liga de las Naciones. Después ya veremos en qué momento estoy.
Estudia economía a distancia en la Universidad de Zagreb. ¿Cómo le va?
— Lo llevo bien, pero ya estoy saturado. Me faltan cinco exámenes y uno lo tengo en mayo, cuando se acaba la temporada. Tener un grado te da un valor y una perspectiva además del fútbol. Estoy muy cerca y quiero acabarlo, pero no es fácil, cada vez tengo más hijos y menos tiempos. Compaginar una carrera universitaria con la de futbolista es complicado, pero con una buena organización y disciplina puedes encontrar horas a lo largo del día. Tiene ventajas, porque te ayuda a relajar la mente y a no pensar siempre en el fútbol. Es bueno formarse y estar actualizado. De momento no me he parado a pensar qué haré después del fútbol. Primero quiero acabar este grado y más adelante ya tendré tiempo para hacer un máster y para ver si hago algo que una el fútbol con lo que estoy estudiando. El tiempo dirá.