Futbol

La vida no se cansa de castigar al Girona (0-2)

El Rayo Vallecano sube a Primera y deja a los gerundenses sin ascenso en una noche fatídica

Jordi Bofill
3 min
La decepción de los jugadores del Girona

GIRONAYa no le puede decir de más maneras, la vida al Girona, que no lo quiere en Primera. Por segundo año seguido, se quedó a las puertas. El Rayo, justo vencedor, a pesar de que duele decirlo, le dio la vuelta al resultado con un 0-2 en un partido gris de los gerundenses, despedidos con aplausos a pesar del desencanto. Porque el curso, a pesar de no acabar bien, deja un orgullo que otras veces no se sentía.

El recibimiento de la afición del Girona a su plantilla fue espectacular. Más de dos horas antes del partido ya no cabía nadie en la explanada de tribuna. Se palpaba pasión para volver a Primera, una categoría que transportó al club a una nueva dimensión y que, al perderla, provocó un vacío que solo se podía curar recuperándola. A esto iba el equipo de Francisco, acompañado de sus fieles: a quitarse la espina para poder estar en paz con la vida. No pudieron y la herida todavía se ha hecho más profunda.

El técnico andaluz no hizo inventos a la hora de elegir a los once jugadores –Bárcenas fue titular, Stuani no–. Han acaparado un montón de elogios en una recta final de Liga fascinante; han soportado injusticias y superado las expectativas. Como pasó a la ida, el Rayo, que sí hizo tres cambios, salió mejor. Si en Vallecas marcó en el minuto seis, en Montilivi lo hizo en el siete. Y con la sensación de que, esta vez, había sido demasiado fácil: una asistencia larguísima de Velázquez la aprovechó Álvaro ganando la espalda a los centrales y picando la pelota por encima de Juan Carlos. Peor, imposible. Bueno, esto no es cierto, podía haber sido peor porque el portero del Girona se hizo un lío instantes después y Álvaro estuvo a punto de marcar el segundo.

Montilivi, que acababa de empezar la noche y ya tenía un nudo en el estómago, decidió que, en vez de añadir más presión a sus futbolistas, los ayudaría apoyándolos. Todo el mundo ovacionando y alentando al Girona, como tiene que ser. Al fin y al cabo, han sido ellos los que han llevado a la entidad hasta aquí cuando nadie, seguramente ni ellos, habría dado un duro por sus posibilidades. Al fin y al cabo, el 0-1 todavía daba el ascenso. Un chut de Sylla al exterior de la red y un remate de Arnau que paró Luca fueron los tímidos intentos de un equipo nulo y bloqueado.

Nadie podía poner la mano en el fuego, porque el fútbol no entiende de méritos ni de justicia, y tampoco tiene memoria, pero con todos los cara o cruz que ha tenido que superar el Girona, lo que quedaba claro es que por más desconocido que pareciera no se rendiría. Pero había que controlar los sentimientos, la ansiedad y la precipitación. Desgraciadamente, no supieron hacerlo mejor. En una contra de manual, Trejo marcó el segundo antes de llegar al descanso. En esos momentos, el Rayo era de Primera y el Girona no.

El silencio, un mal acompañante

Francisco detectó que lo mejor era sacudir el medio del campo, con la entrada de Terrats y Saiz. Especialista en perder el partido que nunca puede perder –normalmente el decisivo–, el Girona quería quitarse de encima la inquietud, pero no podía. En la grada, las caras ya eran de terror. Y más que lo fueron cuando Andrés, sin oposición, envió la pelota a las nubes. Se podía oír el silencio, y el silencio nunca es un buen acompañante. Lento en la circulación, el Girona no consiguió generar superioridades en ninguna parte. Ni rastro de la confianza con la que llegaba a la final. Ni rastro de aquella sensación que lo hacía sentir invencible.

La tuvo Bárcenas gracias a un pase de Saiz, pero su chut, demasiado centrado, lo bloqueó bien Luca. Un gol enviaba el duelo a la prórroga. El Girona, a la fuerza, tenía que asumir riesgos, y consiguió la expulsión de Velázquez, acelerado en una acción evitable, cuando faltaba más de media hora para el final. Serían 11 contra 10. Bueno, esto tampoco es verdad, serían 12 contra 10 porque la afición no falla nunca. Stuani entró por Arnau y Francisco cambió el esquema. Si se tenía que morir, se moriría dejándose la piel.

Stuani remató al palo pero en fuera de juego. Bárcenas provocó lanzamientos de esquina, Monchu y Sylla ponían a prueba a Luca. Picaba piedra, el conjunto gerundense, que obligaba a seguir creyendo, porque nunca se sabe cuándo puede cambiar la historia. Por tierra, mar y aire lo intentaba el Girona, llamando a la épica, encendiendo velas, de la manera que fuera. Hubo polémica, por supuesto, cuando se pidieron unas manos en el área del Rayo que a la ida nadie dudó en señalar cuando entonces fueron de Bustos. Una vez más, la temporada acaba entre lágrimas. 

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