Moda

Los hijos de papá y la crisis de la cultura del esfuerzo

Jaden Smith en la Paris Fashion Week 2025
17/11/2025
Analista de Moda i Tendències
3 min

Seguro que, en algún momento, hemos participado en esa conversación recurrente –casi mántrica– en la que alguien lamenta que "se está perdiendo la cultura del esfuerzo". El diagnóstico suele venir acompañado de añadidos como "los jóvenes ya no se implican ni se comprometen", "ahora todo lo quieren fácil e inmediato", "no saben lo que es ganarse las algarrobas con sudor"...

Esta idea del esfuerzo echó raíces en las generaciones de la posguerra y del desarrollo de los años sesenta y setenta, aquellas que crecieron con frases grabadas a sangre como "nadie te va a regalar nada" o "hay que trabajar y estudiar para salir adelante". Con el retorno de la democracia y la consolidación del estado del bienestar, ese discurso se institucionalizó y la escuela catalana hizo bandera de "educar en la cultura del esfuerzo". Un valor que se vinculaba al progreso ya la libertad y que se presentaba como el antídoto a la "cultura del favor" o del "padrino". Todavía hoy resuenan como un eco de ese espíritu las palabras de Pep Guardiola: "Si nos levantamos temprano, y sin reproches, somos un país imparable".

Pues bien, en los últimos tiempos, el mundo de la moda nos ha regalado numerosos ejemplos que confirman la sustitución del esfuerzo por el apellido, como es el caso del nombramiento de Jaden Smith como director creativo de Christian Louboutin. Para aquellos a los que el nombre no les diga nada: sin formación ni antecedentes laborales en moda, Jaden es actor y rapero, hijo de Will Smith, y todo apunta a que el apellido ha pesado más que el talento. ¿La excepción que confirma la regla? De ninguna forma. El cantante Pharrell Williams ya asumió el cargo de director creativo de moda masculina de Louis Vuitton, el rapero Kanye West ha colaborado con marcas como Louis Vuitton (dirigida por Marc Jacobs) y Adidas, y la cantante Rihanna vio cómo el grupo LVMH fichaba a su marca de lujo Fenty. Una tendencia que no da signos de detenerse aquí, ya que cada temporada aparecen nuevas figuras de la música o las redes asumiendo cargos creativos en grandes firmas, consolidando esa alianza entre fama y lujo. Otra variante de este intrusismo son los niños de buena familia con formación en marketing pero no en moda que triunfan con marcas en las que el único mérito creativo es saber estampar una palabra en una camiseta o sudadera, como es el caso de la famosa marca milenio Nude Project. Paralelamente, han nacido muchas marcas españolas regentadas por chicas de buena familia, lo que refuerza la idea de que sin una buena estirpe familiar abrirte paso en el mundo de la moda es casi una hazaña quimérica.

Si en su momento la cultura del esfuerzo parecía una realidad factible, con el tiempo se ha revelado como la zanahoria del burro: una cortina de humo que engañaba a la clase trabajadora para que se afanase más sin ver nunca las promesas completas. Como en el Sueño Americano, la meritocracia, teóricamente basada en la igualdad de oportunidades, sólo sirve para culpabilizar al individuo de los fracasos. ¿No has triunfado? La culpa es tuya por no haberte esforzado lo suficiente. Mientras, las estructuras de desigualdad siguen bien sólidas, invisibles e inalterables. Actualmente, en la moda, estamos viviendo un claro desplazamiento de la meritocracia profesional hacia la meritocracia de la influencia. Las marcas de lujo buscan figuras con gran capital simbólico, aunque no provengan del diseño, con lo que el talento técnico se sustituye por el apellido.

Y, ante esto, ¿qué debo decirles a los estudiantes de diseño de moda, cuándo deben hacer frente a una carrera de gran dureza y exigencia, con altos conocimientos técnicos en patronaje, tejidos, costura, informática, diseño, historia..., como antesala de un mundo laboral incierto y hostil? A mí, francamente, no me queda estómago para reprocharles la falta de esfuerzo, ya que, si les animo a levantarse temprano, temprano, simplemente les pasará esto: que se habrán levantado temprano. Y punto. Y mientras, otro, con padrinos y un despertador que no suena antes del mediodía, se les habrá llevado las oportunidades profesionales.

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