Un jeroglífico escondido entre las teclas: el enigma del piano de la familia Planas
Mi tía murió el pasado mes de febrero. Se casó en mayo de 1964 y durante unos años se dedicó a dar clases de piano a niños y niñas que querían empezar a familiarizarse con el instrumento. Las obligaciones familiares que todo el mundo esperaba que cumplieran a las mujeres de su generación la hicieron abandonar ese trabajo que tanto le gustaba, pero la música siguió siendo para ella un motivo de disfrute, incluso cuando la demencia causada por el Alzheimer ya era muy acusada. Con los años y por culpa de la enfermedad, el piano enmudeció. Ahora, mi hija ha heredado su piano. Le llegaron a tocar juntas, a cuatro manos. Un vídeo grabado con el teléfono ha inmortalizado ese momento.
La sacudida que ha sufrido el piano durante la mudanza, un viejo Maristany muy bien cuidado, nos ha descubierto historias escondidas entre las teclas. Y no en sentido metafórico, sino literal. Sólo levantar la tapa frontal, junto al último la, apareció una pequeña nota manuscrita de mi tía. Bajo el nombre de mi hija había escrito el título de las dos piezas que habían tocado, seguramente pensando que así no olvidaría. La chocolatera y Sonrisas y lágrimas pone en el papelito. Do-re-mi, la canción que, en la película, Sor Maria utiliza para enseñar a cantar a los hijos del capitán Von Trapp. Aquel recuerdo demostraba la importancia que ese momento había tenido para ella.
El piano de pared, gracias a la diligencia de unos muchachos experimentados, salió vientre arriba por el balcón de un cuarto piso y viajó más de un centenar de kilómetros. Tras reponer unas semanas en su nueva casa, le visitó un afinador. "Busca un buen experto que no solo sepa afinar a pianos nuevos, sino que también entienda de pianos antiguos", me aconsejaron. Y los algoritmos me llevaron a conocer a Jordi Marco Collell, la tercera generación de afinadores y reparadores de pianos de Collell Afinadores. Más allá de las exigencias académicas que pide el trabajo, Jordi se crió entre pianos y aprendió el oficio del abuelo y de la madre. Ella sigue en activo, pero Jordi se hace cargo del negocio. Máxima formalidad y sensibilidad propia de quien tiene unos conocimientos que van más allá de la técnica. Trata el piano con la misma sabiduría que los mejores médicos aplican a sus pacientes. No es sólo una cuestión de oído, sino también saber tratar el instrumento. Por sus manos ha pasado un piano de Elton John y otro de Alicia Keys. Jordi, viendo el interés que despertaba su trabajo, nos invitó a comprobar la primera tecla del piano de mi tía porque, antiguamente, el primer afinador firmaba en la madera. Más allá del código escrito con lápiz que identificaba el instrumento descubrimos tres curiosidades más. Por un lado, el nombre de mi abuelo, que se reveló como el comprador: "Sr. Planas". Posteriormente, la fecha de la adquisición: "5/64". Entendimos, pues, que ese piano fue un regalo de boda que mi abuelo Juan –que también tocaba el piano– hizo a su hija Maria Mercè, mi tía. Y, por último, un juego inaudito. El primer afinador firmaba con un jeroglífico. Un corazón, una R mayúscula y unas alas. ¡Corrales! Jordi, conocedor de las estirpes del oficio, confirmó la solución. "Por supuesto, en Corrales!" Sólo hace falta una búsqueda rápida en internet para descubrir que la empresa, Corrales Pianos, también continúa con su cuarta generación. Teniendo en cuenta la edad del piano, probablemente fue Raimon Corrales, el hijo del fundador, quien, con una discreción juguetona, dejó su sello con ese simpático enigma.
Los instrumentos, aunque lleven años de silencio, mantienen el rastro de las personas que les han tocado y más allá de hacer música nos cuentan pequeñas historias que no sabíamos.