Francia acaba de promulgar una ley sin precedentes para frenar el avance imparable delultra fast fashion, el último estadio del sistema productivo de una moda totalmente secuestrada por el hipercapitalismo. Si hasta ahora la moda se había posicionado como el segundo sector más contaminante del planeta, elultra fast fashion ha logrado demostrar que siempre todo puede empeorar. Se trata sobre todo de marcas chinas, encabezadas por Shein o Temu, que ofrecen un modelo puramente online, que basa su oferta en la detección con algoritmos de las microtendencias de TikTok. El nombre de este modelo productivo se debe a los tiempos récord de producción y venta, ya que mientras Zara necesita de 2 a 4 semanas entre las fases de diseño y venta, Shein lo hace entre 3 y 7 días. Los precios son extremadamente irrisorios, con una rebaja del 30 al 50% respecto a las grandes marcas de confección, gracias a una vulneración extrema de los derechos de los trabajadores. Con una producción ultraacelerada se promueve un consumo fuera medida, ya que Shein pone a la venta 7.200 nuevos productos cada día, frente a los 500 de Zara al mes. Ni que decir tiene que elultra fast fashion comporta una altísima y preocupante huella ambiental y social.
En marzo de 2024 la Asamblea Nacional de Francia aprobó por unanimidad penalizar este nuevo sector de la moda y en junio de 2025 el Senado ha dado luz verde a un paquete de medidas centradas en frenar esta voracidad. Estas medidas se basan en prohibir la publicidad de estas empresas y aplicar 5 euros a cada venta (que aumentarán a 10 a partir de 2030). Además, se obliga a un etiquetado más transparente en lo que se refiere al impacto ambiental. También se prohíbe la destrucción de los excedentes de ropa no vendidos, por promover el reciclaje y la reutilización, y, finalmente, se otorgarán bonos para aquellas empresas que mejoren en sostenibilidad, así como penalizaciones para las que no lo hagan. Todo ello, con la voluntad de reducir el perjuicio en materia de sostenibilidad, abriendo la puerta a que otros países se acaben sumando. Pero... ¿es tan sincera esta iniciativa?
Es interesante saber que estas medidas sólo se aplicarán a marcas chinas, pero no a europeas. Si bien es cierto que elultra fast fashion ha extremado de manera preocupante los perjuicios de la industria masiva de la moda, no debemos olvidar que sus orígenes se encuentran en el modelo que Zara implantó en los años 80 y que, seguido de H&M, Mango o Topshop, dio pie al nacimiento del fast fashion, convertido ya en modelo dominante. Éste fue el responsable de que se destruyera el tejido productivo autóctono, fruto de una deslocalización masiva en países con costes de producción inferiores como Bangladesh, China o Camboya. La producción copiosa del fast fashion se basa en la capacidad de dar respuestas rápidas a las tendencias, cuyas microcolecciones se renuevan entre 12 y 24 veces al año, en vez de las 4 temporadas principales que existían hasta entonces. En 2013 el desastre del derrumbe del Rana Plaza en Bangladesh, donde murieron 1.134 trabajadores textiles, puso en evidencia que este sistema basaba su éxito en la esclavitud y condiciones infrahumanas de sus sistemas de producción.
Si la motivación de estas medidas es verdaderamente una preocupación en materia de sostenibilidad, ¿por qué no se les ha despertado esta conciencia hasta que las marcas a detener no han provenido de Asia? El gobierno francés se ha escandalizado con el modelo de Shein, el cual ha terminado posicionando el fast fashion como un mal menor y un sistema moderado. Amancio Ortega, artífice originario de todo, sigue siendo una persona intocable en España, erigida en un héroe y uno de los grandes benefactores nacionales a los que todos debemos hacer la corte. Como el Sebastián de Tierra baja, debe la pervivencia de sus estructuras de poder a que ningún aldeano se atreva a malhablar del dueño. Si bien la implantación de medidas que detengan el ultracapitalismo deshumanizado son absolutamente pertinentes y necesarias, ¿cuándo nos atrevemos a matar a los verdaderos lobos?